XII: Someone Get Me To The Doctor

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Gerard

Miro mi reloj sumamente nervioso, mientras camino de un lado a otro en la habitación del tercer piso.

Nadie tiene permitido la entrada a esta área a menos que Anaís esté aquí, ya que puede ser...peligroso.

Nadie...a excepción de mí, claro está.

Y de Margaret.

Suspiro y sigo dando vueltas alrededor de la habitación. —¡Gerard, basta! Ya me estás mareando, por dios. —Anaís me toma de los hombros y me enfrenta a ella con una cara de pocos amigos. —No sé qué diablos te pasa, pero debo suponer que la persona que estamos esperando, debe ser sumamente importante.

¡Y que lo es!

—¡Sunshine es sumamente importante, Anaís! —La mujer en cuestión arquea sus cejas delgadas y se coloca un mechón rubio decolorado tras su oreja.

—Comprendo. —Me dice.

—No, no lo haces realmente Anaís. —Me muerdo el labio y suspiro. —Ella...es...

—¿Es...? —Me susurra e insta a que continúe.

Ella es...¿Qué, Gerard Wood? Realmente, ¿Qué es esa chica para ti?

¿Para mí?

Sí.

Las cosas no son así...

¿Ah sí? Excusas, excusas...todo son excusas.

—¿Gerard? —La voz de Anaís me trae de vuelta a la realidad y me muerdo la uña de mi pulgar sin despegar mis ojos de ella.

—¿Mmjmm?

Ella solo sonríe, pero no dice nada.

Al menos, no al instante.

—¿Qué? —Le pregunto sumamente ansioso.

—¿Quién es esa chica, Gerard?

Me relamo el labio ligeramente y frunzo el ceño, tratando de mantener la compostura en este momento. —E-Es...una chica agradable. S-Sí...a-agradable...mucho, sí. Sí. —Me palmeo la frente mentalmente ante mi estúpida respuesta.

¿Una chica agradable? ¿De verdad?

Anaís me observa y yo le detallo, para así evitar que la vergüenza me consuma por completo.

Ella es más baja que yo, casi al punto de llegarme a la altura del pecho, sus manos pequeñas y sus vivaces ojos verdes, me escudriñan el alma, buscando analizar cada rasgo de la misma; sus labios delgados se elevan en una sonrisa discreta antes de alejarse y sentarse en el taburete más cercano. —Ya lo veo.

Me aprieto el puente de la nariz y doy un vistazo rápido a la sala, la cual contiene diversas camillas de madera vieja y destartalada, una mesa de madera con diversos instrumentos quirúrgicos al final del cuarto y un escritorio de madera con una amplia pila de cuadernos con apuntes en el costado de la sala. En la esquina contraria, diversos tubos de ensayos están unificados entre sí, mientras destilan un líquido de color verde amarillento, que de solo verlo, me produce escalofrío. Sobre estos, hay una gran repisa repleta de botes de vidrio con diversos polvos.

Los cuales, no quiero ni saber su nombre.

En una esquina, cercana a la única ventana de este piso, está una Dama de Hierro cerrada, la cual me da una fuerte sensación incomodidad. Carraspeo un poco y dirijo mis ojos de nuevo a ella, quién está empezando a tomar apuntes en sus libretas.

—Anaís...

—¿Quieres un chicle? —Asiento, pero meto la mano en el bolsillo de mi pantalón de vestir negro y saco un dulce de sangre del mismo.

House of Wolves [W #01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora