12. Conociéndote

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Septiembre, 1859

Aquella noche me acosté sabiendo que me había ganado el corazón del joven Salvatore. Que me hubiese sorprendido hablando con su hermano pequeño a los dos nos supuso desconfiar el uno del otro pero el pequeño Stefan intervino y aclaró a su hermano que yo era alguien de fiar.

En ese momento pensé en ser sincera y contarle que no era alguien de fiar, que los vampiros no éramos gente de fiar. Pero, después de muchos años había encontrado un lugar en el que me había sentido a salvo.

Por ello, cuando vi al joven Salvatore mirarme con esos ojos de desconfianza, me recordó a todos esos momentos en los que llegaba a un pueblo y los habitantes del lugar no se acercaban ni querían atenderme. Al final siempre me acababa marchando.

La mansión Miller ya estaba construida y era bien acogida en el pueblo. El problema era siempre el mismo: la comida. El fin de semana solía coger una maleta y desaparecer muy temprano (para que la gente no sospechase) y corría quilómetros lejos del pueblo para poder alimentarme. Venia saciada de sangre de animales y volvía al pueblo el domingo bien entrada la noche.

Uno de esos días que volví, me sorprendió encontrarme a un niño sentado en los escalones de acceso a la casa.

- -Stefan, que haces aquí? Ya es muy tarde – dije mirando hacia el cielo que ya empezaba a oscurecer

- ¿Puedo quedarme contigo? No quiero volver a casa – dijo con tristeza – Hecho de menos a mamá

Si su padre se enteraba que su hijo había huido a mi casa... Lo peor que a mi podría hacer era pegarme un tiro y ni siquiera llegaría a hacerme daño.

Invité a Stefan a pasar y dejé que se quedara a dormir. A la mañana siguiente, unos golpes en la puerta me despertaron. Me puse la bata y bajé a la puerta principal.

No me esperaba encontrarme al joven Salvatore tras ella. Se quitó el sombrero y se disculpó por haberme disculpado.

- Pensé que no llegaría hasta mañana y se me ocurrió que tal vez el idio... mi hermano se habría metido en su casa en su ausencia.

- ¿Estas buscando a tu hermano? – le pregunté

- Llevo toda la noche buscándolo y no puedo regresar hasta que aparezca -dijo visiblemente preocupado

- ¿Por qué no pasas? – le ofrecí – Se te ve cansado

- Sí – dijo y aceptó la invitación.

Le preparé un café y se lo entregué.

- Gracias – dijo Damon

- ¿Por qué se escapó Stefan? – le pregunté

- Tuve una discusión con mi padre – dijo sin entrar en detalles - Stefan se marchó corriendo y mi padre se puso como un loco y me pidió que lo buscase.

- Pues no es necesario que sigas buscando

- ¿Ah no? – preguntó y al ver mi rostro, añadió - ¿Está aquí?

- Sí – dije

- Lo sabía – dijo suspirando aliviado – Tenia la corazonada de que habría venido hasta aquí pero Stefan me dijo que usted se marchaba los fines de semana

- Y es cierto, pero suelo regresar la noche del domingo. Hagamos una cosa: yo tengo que comprar ciertas cosas en el pueblo pues me he dado cuenta de que apenas me quedaba café. Puedes dormir aquí hasta que Stefan se despierte y después marcharos. Dudo que tu padre se le ocurra venir a mirar aquí

Crónicas vampiricas III (Damon Salvatore y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora