Capítulo 8. Portería

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Con una bolsa de basura a medio llenar, Nora bajó por las escaleras. Allí se encontró a Alfonso, el portero, que se encontraba barriendo el portal como cada mañana.

—Buenos días, Alfonso —dijo ella.

—Buenos días, señorita —contestó él.

Alfonso ni siquiera levantó la mirada del suelo, concentrado en su tarea. Nora pasó por su lado, dispuesta a salir por la puerta, cuando se detuvo un momento. Nada tenía sentido para ella en aquel momento, quién mejor que el portero para informarla de los hechos acontecidos aquella noche y que tenían el edificio patas arriba. Así que giró sobre ella misma y retrocedió de nuevo hasta el portero.

—Perdona que te moleste —dijo ella, atrayendo entonces la atención de él.

Alfonso detuvo su tarea y se apoyó sobre el palo de la escoba, se pasó una mano por la frente para limpiar una gota de sudor que le caía y se preparó para escuchar atentamente lo que Nora tenía que preguntarle.

—La verdad que llevo todo el día fuera y he llegado y me he encontrado con todo esto. ¿Tú te has enterado?

El portero no la miró sorprendido y se apresuró a contárselo.

—Pues la verdad señorita, que me sorprende porque pasó justo enfrente de tu piso. Aunque yo tampoco me enteré de nada. Y además es que no vi entrar ni salir a nadie durante la noche, así que o ha sido alguien de la comunidad o alguien que viniera durante el día, pero vamos ya te digo que yo no me acuerdo de nadie así con pinta extraña.

Nora escuchaba atenta lo que el portero le decía. De repente él se puso nervioso, parecía que la conversación comenzaba a incomodarlo. ¿Quizás estuviera en el punto de mira? ¿Creerían que era él el sospechoso? ¿Lo era? Comenzó a sacudir la cabeza e inmediatamente siguió barriendo enérgicamente, estaba levantando todo el polvo del suelo.

—Y-yo es-estuve viendo la televisión hasta tarde. Te juro que no escuché ningún ruido ni vi nada —señaló las cámaras de seguridad y añadió—: si no me crees en las grabaciones se ve que yo no he salido de la portería en toda la noche. Yo ya me he levantado con el chico muerto.

Nora le puso una mano en el hombro, Alfonso se detuvo y volvió apoyarse en el palo de la escoba, intentando tranquilizarse. Quizás esa actitud hubiera delatado su culpabilidad, si es que era culpable.

—Perdona si te he molestado, Alfonso. Yo no pretendía acusarte. Simplemente estoy consternada y quiero enterarme de la situación. Que además no te preocupes, que según tengo entendido ese vecino tiene problemas con absolutamente todos los vecinos.

Alfonso asintió varias veces, ya más tranquilo.

—Tienes razón. Yo sin que pienses mal de mí, que conste que he discutido varias veces con él. Porque es que me bajaba siempre la basura goteando y me manchaba toda la escalera. Parecía que lo hacía a propósito ya. Y sino llegaba con los zapatos llenos de mierda, que yo no sé dónde se metía ese chaval y bueno pues más de lo mismo. Se lo intenté decir primero con buenas palabras, pero al final uno se cabrea. La verdad que era un poco extraño el chaval. Y nunca me saludaba, eso me molestaba bastante. Pero que bueno por no saludarme no voy a matarlo, me entiendes. Yo soy incapaz de hacerle daño a una mosca.

Ambos se echaron a reír ante el último comentario de Alfonso. Nora le mostró la bolsa de basura indicándole que tenía que marcharse.

—Muchas gracias, Alfonso, y perdona si te ha molestado.

El portero asintió y siguió barriendo, mientras Nora salía y tiraba la basura en el contenedor que había justo en la acera de enfrente del edificio. Al regresar, Nora pasó otra vez junto a Alfonso que la cogió por el brazo y le susurró en el oído:

—Ten cuidado, no vayas a molestar a nadie —en voz más baja añadió—: yo iría a hacerle una visita a la vecina del 1ºB. Es la propietaria del piso donde han asesinado al chaval. La vieja estaba tan harta de él que ya estaba intentando que los del 4ºA le compraran el piso. Esto le ha venido de perlas, ¿no crees?

El portero la soltó como si no hubiera pasado nada y siguió barriendo, mientras ella subía las escaleras con el eco de las palabras resonando en su mente y la mirada de advertencia en su retina. ¿Habría sido capaz doña Asunción de semejante crimen? 

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