Capítulo 11. 3ºA

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Era tarde, pero aun así Nora seguía trabajando en la mesa de la cocina. Era publicista y tenía que entregar algunas ideas para varias campañas para la semana que viene. Pero la verdad es que no tenía nada mejor que hacer que trabajar. Levantó la vista un momento de su ordenador y se quedó mirando a través de la ventana mientras pensaba. Entonces descubrió que la luz de la cocina del 3ºB también estaba encendida, pero no había nadie allí. De repente vio como se proyectaba una sombra en la pared. Y entonces apareció otra sombra que estalló sobre la primera, provocando que cayera al suelo. La segunda sombra se precipitó hacia al suelo con ella.

Nora no tendía lo que acababa de ver, pero movida por la curiosidad apagó la luz y se acercó con sigilo a la ventana para ver si podía percibir mejor lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, no pudo ver nada más, ni tampoco oír, ya que el único sonido que se escuchaba era el de la música estridente que precisamente provenía de aquel piso.

Los segundos se hacían cada vez más largos, sin darse cuenta casi se le había cortado la respiración, incluso la sangre parecía haberse congelado en sus venas. No veía ni escuchaba nada. Rebuscó entre los cajones la cocina para ver si encontraba algo que le sirviera y armándose con un cuchillo decidió salir de la cocina y acercarse a la puerta.

Agarró el picaporte decidiendo si salir o no. Quizás fuera una tremenda estupidez. ¿Qué podía hacer ella? Pero se decidió. Abrió la puerta y salió hacia el rellano intentando hacer el menor ruido. Cuando estuvo fuera se dio cuenta de que la puerta del 3ºB estaba abierta. Se asomó tímidamente.

—¿Iván? —dijo con un hilo de voz.

Nadie contestó. Se decidió a entrar con todo el cuerpo temblando. En realidad, no sabía qué hacía allí. Lo mejor hubiera sido quedarse en casa y tal vez llamar a la policía. Si había un ladrón acabaría con ella y con su vecino. Aun así corrió hacia la cocina donde la imagen que encontró la paralizó. Se encontró el cuerpo de Iván tendido en el suelo, el suelo estaba lleno de sangre. Casi no lo reconoció, tenía la cara desfigurada por los golpes. ¿Estaría aún vivo? Tenía que ayudarlo, quizás solo estuviera inconsciente porque ya no emitía ningún sonido. Pero no podía correr hasta él y ayudarlo, porque sobre su cuerpo inerte se encontraba aún su agresor que no cesaba de asestarle golpes. Ella sabía muy bien quién era él. Pero no pudo hacer nada. El temor se apoderó de su cuerpo, paralizándolo por completo. Era como uno de esos sueños en los que quieres correr y gritar, pero no puedes hacer nada, estás congelado.

Así permaneció Nora hasta que el hombre consiguió tranquilizarse, volver en sí, le asestó un último puñetazo en la nariz a Iván, o lo que quedaba de ella y se giró. Se sobresaltó al ver a Nora ahí mirándolo sin ninguna expresión en el rostro. Parecía ida. El agresor se acercó hasta a ella.

—Sal de aquí ahora mismo, y como me entere de que hablas con la policía, la siguiente a la que me cargo eres tú. ¿Te ha quedado claro? —le advirtió sin alterarse.

Nora lo miró con desprecio, pero no se movió ni un ápice. Él la cogió de las muñecas, casi suplicándole a ella el perdón por los pecados que acababa de cometer.

—Él ha sido el que me obligado a hacerlo. Me debía mucho dinero. Era o yo o él. ¿Querías que me mataran a mi, cariño? —le gritó sacudiéndole las muñecas. La soltó, se separó de ella y añadió—: ¡Y estoy harto de que me caiga agua en el piso! ¿Te acuerdas de como lo arreglamos? ¡Pues está todo destrozado por su culpa! Y todas las guerras con los vecinos, al final también me perjudican a mí que no tengo nada que ver.

Nora sigue ahí de pie sin decir nada. No podía creer que alguien con quien había compartido su vida, y a quien había querido tanto acabara así. El hombre se acercó a ella de forma cariñosa, le acarició la mejilla, le puso el pelo detrás de la oreja y le apretó las manos con fuerza, quedándose muy cerca de su boca. Le habló en susurros, suplicándole.

—Por favor, Nora. Cariño, por favor. No digas nada a nadie, ¿vale? Este va a ser nuestro secreto, cariño. Yo... Yo no quería hacer esto. No quería matarlo. Ha sido solo un accidente, de verdad. Podemos arreglarlo.

Ella lo miró sin decir ni una palabra, se apartó un poco de él, rompiendo el contacto visual y dejando caer sus manos a los lados. Él se empezó a poner muy nervioso. La empujo varias veces mientras le gritaba.

—¡Vete de aquí! ¡Vete de aquí! ¡Zorra! ¡Vete de aquí! —chillaba sin cesar.

La empujó con todas sus fuerzas haciendo que se cayese. Se dio un buen golpe en la cabeza. Pero antes de llegar hasta el suelo, Nora se lo llevó con ella. Sin darse cuenta, le clavó el cuchillo entre el hombro y el cuello cuando intentaba detener sus empujones, pero no tenía intención de clavarlo. ¡Había sido un accidente! Él ni se había percatado de que ella sostenía un cuchillo.

Le clavó el cuchillo a Mario, su novio dese el instituto, el chico con el que había compartido gran parte de su vida, su primer amor, su primer beso. Había iniciado con él una nueva vida en Madrid, y si hubiera sido por ella hubieran estado toda la vida juntos. Él era el gran amor de su vida. Pero él lo tiró todo por la borda cuando empezó con las malas compañías. Durante meses le ocultó que vendía droga para sacarse unos ingresos extras, pero además también la consumía. Eso fue demasiado para Nora que decidió dejarlo de inmediato. Así se terminó su historia, pero siguieron viviendo en el mismo edificio. Mario vivía en el 2ºB, el piso que habían comprado para reformarlo con toda la ilusión del mundo y que Nora había decidido abandonar porque le traía malos recuerdos. Pero no fue muy lejos porque...

La mente de Nora comenzó a nublarse. Todo era negro. Solo existía el negro. La música estridente se alejaba cada vez más. Todo era silencio. ¿Era una asesina?

Who did it? #PGP2022Where stories live. Discover now