Sᴀɴᴇᴍɪ Sʜɪɴᴀᴢᴜɢᴀᴡᴀ

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Au: moderna

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Acomodaste tu falda, tomaste tu mochila y bajaste a la cocina. Tomaste una manzana del frutero y retomaste tu camino a la preparatoria.

Tendrías que irte caminando ya que tu mamá se fue temprano sin chanza siquiera a desayunar. El trabajo la tenía muy ajetreada.

Llegaste a la entrada de tu salón y recorriste este con la mirada, buscando al peli-blanco. Aún no llegaba eso era buena señal, no querías escucharlo reñirte por llegar tarde de nuevo.

Tomaste asiento hasta el fondo, pusiste tus brazos en el escritorio y recargaste tu cabeza en estos. Cerraste tus ojos con cansancio, los deberes escolares siempre son muy estresantes.

"Buenos días, lamento la tardanza" Entro el peli-blanco, dando una corta reverencia.

De inmediato alzaste la vista, centrando tu atención en tu profesor. Sanemi Shinazugawa, era tu guapo profesor de matematicas, era algo estricto y mandon, pero eso no le quitaba lo guapo.

Recorriste su cuerpo de pies a cabeza, sus ajustados pantalones negros marcaban sus trabajadas piernas, la camisa formal parecía a punto de rebentar, sus pectorales se marcaban perfectamente sobre la tela.

Las cicatrices en su rostro lejos de disgustarte, solo te atraían más.
Pegaste un brinquito al ver como la profunda mirada del peli-blanco estaba sobre la tuya.

Sonreiste nerviosa y desviaste la mirada.
Maldito y sensual profesor, jamas lograbas concentrarte en clases solo con su presencia.

La clase transcurrió con normalidad, conectando mirada una que otra ves con el oji-gris. Sus profundos ojos parecían mirar cada rincón de tu ser.

Al tocar el timbre todos salieron con rapidez del salón, poco te importó. Con flojera guardaste tus cosas, caminaste a pasos lentos hacia la puerta, deteniendote al oír tu nombre.

"(T/n), ven un momento" pasaste saliva nerviosa, te acercaste hacia el alto peli-blanco, poniendote frente a su escritorio.

"Que necesita, profesor?" Mencionaste con un tono de voz bajo.

"Quiero que vengas a la hora de salida, tus calificaciones han bajado mucho, tenemos que hablar de ello" no te miro, seguía mirando los papeles en su escritorio, estaba revisando las tareas.

"Esta bien, con su permiso me retiro" diste una corta reverencia, y te alejaste para ir a tu siguiente clase.

Al salir del salón recargaste tu espalda en la pared, pusiste tu mano en tu pecho respirando con rapidez. Dios, ese hombre te tiene mal.

HusbandosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora