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No le gustaba mentir.

Cuando era niño, su madre siempre le decía que las mentiras eran malas porque le pertenecían a Satanás, así que nunca mentía.

Si tenía que mentir, prefería no decir nada, porque si no decía nada era mejor que decir algo y estar mintiendo. Luego su abuelo le dijo que callarse también era mentir y Jisung entendió que tal vez Satanás era el padre de la mentira, pero que él no era perfecto como para no mentir nunca.

Además, no importaba mentir si después le oraba a Dios y le pedía perdón por hacerlo. Eso no significaba que le gustara mentir.

—Estoy en casa. —Anunció, luego de cerrar la puerta, miró hacia la sala y luego hacia la cocina. No había nadie, así que supuso que su abuelo estaría en su habitación.

Dejó sus zapatos en la entrada y luego caminó hacia la cocina para ver si había leche de plátano en el refrigerador.

Cada vez que abría la puerta, los contenedores de vidrio repiqueteaban contra los anaqueles y hacían demasiado ruido, el suficiente como para que su abuelo los escuchara incluso si estaba dormido. Los odiaba, porque nunca podía tomar nada de ahí dentro sin escuchar un...

—¡¿Quién anda ahí?! —La voz de su abuelo, efectivamente, le llegó desde su habitación, Jisung le dio un sorbo a la leche de plátano, frunció los labios y cerró la puerta, llevándose la leche.

Su abuelo siempre preguntaba eso al escuchar la puerta del refrigerador, aún a sabiendas de que ahí no vivía nadie aparte de ellos dos.

—Soy yo, abuelo, —Jisung tomó una servilleta para limpiarse la boca, luego tomó un vaso del estante de madera sobre la estufa y comenzó a servise leche. —acabo de llegar.

Luego de decirlo se dio la vuelta, su abuelo venía de la dirección de las habitaciones, ya tenía puesto el pijama y estaba bostezando. Inevitablemente, Jisung miró hacia el reloj que colgaba de la pared de la cocina, eran las nueve y media, así que su abuelo ya llevaba una hora y media durmiendo.

—Limpia esa botella. —Ordenó su abuelo, Jisung evitó hacer una mueca y sólo asintió, dejando su vaso de leche en la encimera y tomando una servilleta extra para limpiarle la boquilla a la botella de leche. —Ni creas que no sé que tomaste directo de ella, ¿eh? Yo te crié, a mí no me engañas, jovencito.

De espaldas a su abuelo, Jisung hizo una mueca, luego tapó la botella de leche y la dejó sobre la encimera, tomando su vaso de leche en el proceso.

Su abuelo caminó hacia el refrigerador y lo abrió, el repiqueteo de los anaqueles comenzó de nuevo, pero él no le prestó atención porque su abuelo sacó dos recipientes de plástico de dentro del refrigerador y los puso sobre la mesa de madera, frente a Jisung.

—La vecina del 345 trajo tteobokki y jamjangmyeon, —comentó su abuelo, señalando los contenedores de plástico con una de sus manos. —come y ve a dormir.

—Pero... —Cerró la boca justo a tiempo, su abuelo escuchó la palabra, pero parecía lo suficientemente cansado como para darle importancia. Jisung casi suspiró.

Tenía tarea por hacer y no podía simplemente comer e ir a dormir, le gustaría, sí, pero tenía dieciséis tareas por entregar mañana.

Su abuelo le diría que todo eso no importaba porque de todas formas no iba a ir a la universidad, pero Jisung siempre había tenido un promedio perfecto y le gustaba mantenerlo así, a pesar de todo.

Cuando su abuelo dio media vuelta y se fue a dormir, Jisung se resignó a que tendría que hacer la tarea en su habitación, a oscuras y haciendo el menor ruido posible, porque generalmente su abuelo era capaz de escuchar prácticamente cualquier cosa que hiciera en su habitación, al menos durante la noche. Fue a su habitación apresuradamente a ponerse su pijama y luego regresó a cenar, su abuelo odiaba que cenara en pijama, pero sabía que odiaría más que cenara con el uniforme puesto.

Su abuelo le guardaba la comida que quería que comiera en los contenedores, así que debería acabarse todo si no quería lo regañara, aunque él sabía que no le gustaba el tteobokki.

Le gustaba el silencio, normalmente se sentía como que podía ser él mismo estando en silencio, su fuerte era el silencio y estar solo, estaba perfectamente seguro de que, si estuviera en una isla desierta, esperaría en silencio su rescate, completamente en silencio. Su parte favorita del día era cuando tenía que cenar, porque su abuelo dormía a las ocho de la noche y cuando llegaba del colegio, lo único que tenía que hacer era recibirlo y se iba a la cama otra vez, así que después podía estar solo.

Amaba a su abuelo, en serio, pero a veces necesitaba un momento para sí mismo y para tener un respiro.

Cuando era niño tenía muchos de esos, su mamá trabajaba todo el día y no vivía con su abuelo, así que tenía que regresar del colegio solo y la vecina del departamento de al lado siempre se aseguraba de que estuviera bien y le daba de comer.

A Jisung le gustaba estar solo desde entonces, pero no porque pudiera hacer lo que quisiera, más bien porque estar solo le permitía apreciar más los momentos con su madre, cuando era domingo y ella estaba casi todo el día con él, iban juntos a la iglesia, al regresar comían hot cakes con miel de abeja y leche condensada, veían películas hasta que se hacía tarde y luego su mamá lo ayudaba a hacer la tarea que le hubiera faltado durante el sábado.

Así es como recuerda a su madre, todo lo que recuerda son momentos felices. Más bien, todo lo que le gusta recordar.

Cuando su madre enfermó, su abuelo se mudó con ellos y los momentos a solas se acabaron, su abuelo estaba todo el tiempo en casa y su madre también, así que Jisung sólo estaba solo cuando caminaba de regreso después de la escuela y habían sido momentos muy tediosos para él.

A su abuelo no le gustaba que durmiera después de las diez, así que se apresuró a limpiar sus platos y los contenedores de plástico antes de ir a lavarse los dientes y meterse en su habitación. Iba a dormir seguro hasta las dos o tres de la madrugada, pero su abuelo debía creer que estaba durmiendo desde las nueve con cincuenta y cinco minutos, sino, mañana temprano lo tendría dándole un sermón de porqué estaba mal darle más importancia a las cosas del mundo que a las cosas de Dios.

Durante la madrugada, a las tres y cuarto, cerró la biblia luego de ponerle su separador en Los Salmos y miró hacia la fotografía que tenía enmarcada ahí, en su mesa de noche, junto a su lámpara y junto a un pasaje de la biblia que su madre había amado mucho cuando estaba con vida.

“Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

Jisung siempre lo leía antes de dormir.

—Buenas noches, mamá. —Susurró después de apagar la lámpara, en la oscuridad de su habitación, arropándose hasta la nariz como justo su madre solía hacer, e imaginando que era ella quien lo hacía y le decía “Buenas noches” de vuelta.

Preach ↠Jichen/Chensung↞Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum