Capítulo 31

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Un jalón brusco en mi coleta de caballo me hace girar en dirección a mi agresor. Mi ceño se frunce en confusión al darme cuenta de que ha sido Kim quien ha tirado de mi cabello.

Su mirada encuentra con la mía y noto de inmediato cómo sus ojos se abren de forma escandalosa, como los ojos de quien quiere decir algo, pero no puede hacerlo en voz alta. Entonces, hace un gesto en dirección a la puerta principal del establecimiento.

Mi vista viaja hasta el punto que ella señala, y todo dentro de mí se retuerce y se revuelve en el momento en el que me percato de lo que ocurre.

Harry Stevens se encuentra ahí, en la entrada del lugar, y habla con Julio, el chico de la recepción.

—Señorita —la voz femenina a mi lado capta mi atención—. ¿Podría, por favor, traerme la cuenta?

Me toma unos segundos procesar el significado de sus palabras, ya que lo único que puedo hacer es pensar en que Harry se encuentra aquí y yo luzco como la mierda.

—Enseguida —me las arreglo para pronunciar, y echo una mirada hacia la entrada solo para ver cómo Harry sigue enfrascado en una conversación con mi compañero.

Me giro sobre mis talones tan rápido, que un mareo repentino me asalta. Me falta el aliento y, en un abrir y cerrar de ojos, mi pulso se ha acelerado considerablemente, pero me las arreglo para no hacérselo notar a la gente que me rodea.

Avanzo con aire despreocupado en dirección contraria a la que él se encuentra, pero sé que está mirándome ahora. Puedo sentir la fuerza de su mirada fija en mi espalda y puedo notar cómo todos mis compañeros miran al chico de las cicatrices y a mí alternadamente.

Avanzo a toda velocidad hasta la puerta de la cocina y, una vez dentro, dejo ir el aire que ni siquiera sabía que contenía.

Me tomo unos instantes para intentar tranquilizar mi pulso enloquecido, pero es imposible. No puedo controlar las reacciones naturales de mi cuerpo cuando todo dentro de mí parece percatarse de la presencia de Harry en este lugar.

De pronto, soy consciente de todas esas pequeñas cosas que hacen que mi aspecto sea lamentable. Hay mechones sueltos en mi coleta despeinada y grasa en los puños de mi camisa de botones, huelo a sudor, desodorante y especias, y no llevo ni una sola gota de maquillaje en el rostro.

Esta mañana estaba tan agotada, que ni siquiera me molesté en mirarme al espejo antes de salir del apartamento de Kim...

La puerta se abre detrás de mí y me golpea hacia adelante. Doy un traspié y trato de sostenerme de uno de los estantes metálicos donde se pone a enfriar el pan recién horneado; sin embargo, las llantas de la estructura se deslizan hacia adelante y caigo al suelo con brusquedad.

—¡Oh, mierda, Maya! —Kim exclama a mis espaldas—, ¡lo siento!, ¡no sabía que estabas aquí!

Mis rodillas arden, pero me obligo a ponerme de pie de inmediato. Lo primero que hago es mirar mi ropa. Afortunadamente, no se ha llenado de más suciedad. Entonces, me percato de las manchas escarlata en mis rodillas.

Los raspones en ellas son teñidos por pequeñas gotas de sangre y maldigo para mis adentros.

—¿Te encuentras bien?

—Sí —mascullo, en voz baja.

Entonces, avanzo hasta el lado donde se encuentra Holland, la chica de la caja registradora.


—¡Maya, espera! —Kim me sigue de cerca. Sé que quiere hablarme acerca de la presencia de Harry aquí, pero no me detengo ni un segundo.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora