Capítulo 6

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Me remuevo en mi lugar y el dolor me trae de vuelta a la realidad. Todos mis músculos se sienten agarrotados y tensos, pero, a pesar de eso, me estiro para alcanzar la mesa de noche.

La habitación está en completa oscuridad, así que no puedo adivinar qué hora es. La lámpara ilumina la estancia cuando la enciendo, y me siento desorientada y un tanto asustada cuando no soy capaz de reconocer el lugar de inmediato.

La cama es ridículamente grande, y el colchón es mullido y cómodo. Hay un escritorio repleto de libros y papeles desordenados al fondo de la estancia, una cajonera de madera se encuentra justo junto a la cama y hay un enorme armario de puerta corrediza junto a la puerta del baño.

Una guitarra acústica cuelga en un soporte que ha sido colocado en la pared, pero eso es todo. No hay ni un solo cuadro, o afiche, o cualquier cosa que pueda traerle vida a la habitación. Todo en este lugar parece haber sido pensado para ser dejado de un momento a otro. Todo es tan impersonal, que parece una habitación de hotel.

Es agradable, pero no es acogedor. No puedo evitar pensar en que este no es el hogar de alguien. Es solo un apartamento y ya. Muros de concreto levantados para ser abandonados; sin complicaciones ni ataduras.


Me levanto de la cama y hago una mueca al sentir el dolor punzante en mi costado. Avanzo por la alfombra de pelo corto hasta el cuarto de baño y la luz me ciega unos instantes. Cubro mi rostro con una mano y parpadeo hasta acostumbrarme. Las baldosas del suelo se sienten helada en mis pies descalzos y eso elimina un poco la sensación de adormecimiento que vibra en mi cabeza.

Después de hacer mis necesidades primarias, me lavo las manos antes de que mi vista viaje hasta el espejo que se encuentra delante de mí. La imagen de mi rostro mallugado es lo único que puedo ver en este momento y una pinza invisible me atenaza las entrañas.

Mi ojo izquierdo está hinchado y amoratado, mi nariz tiene un aparatoso parche, pero, a pesar de eso, soy capaz de notar la hinchazón y el tono morado escandaloso que tiñe la piel de la zona; mi labio inferior se ha reventado, y tengo un raspón en el lado derecho de mi mandíbula.

Un nudo se apodera de mi garganta, pero no lloro. Me obligo a absorber el aspecto de mi rostro destrozado. ¿Cuántas veces evadí el mirarme al espejo después de una paliza?, ¿cuántas veces me negué la oportunidad de ver lo que él me hacía?...

No me muevo durante lo que parece una eternidad. No me muevo hasta que tengo suficiente de la expresión lastimosa y humillante que me devuelve la chica en el espejo. Me recrimina que nunca haya hecho nada por ella. Me echa en cara mi cobardía y mi falta de coraje para poner distancia entre el hombre del piso de abajo y yo.

Finalmente, después de un escrutinio duro y cruel, salgo del reducido espacio y avanzo por el pasillo del apartamento. Me detengo en seco al llegar a la sala. Harry está encorvado sobre la mesa de centro, mientras teclea en una computadora portátil. Su cabello enmarañado está echado hacia atrás por una bandana y su ceño está fruncido en concentración. La tenue luz que emana el aparato ilumina su rostro con tonalidades azules y eso lo hace lucir aún más siniestro de lo que ya es.

Miro de reojo hacia el reloj en la pared y me sorprende descubrir que son pasadas las siete de la noche.

«¡¿Me dejó dormir todo el día?!».

Me aclaro la garganta, insegura de qué decir, y él vuelca su atención hacia mí de inmediato. Luce aturdido por un instante, pero se relaja casi de inmediato. Entonces, niega con la cabeza y suspira.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora