Capítulo 8

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«Brilló y Claridad».

Algunos años atrás.

Barcelona-España.

Álvaro Beltrán.

Las luces de la discoteca me tienen un poco mareado, creo que ya he bebido suficiente por esta noche. Ya ni recuerdo cuantos tragos he llevado a mi boca, solo sé que van más de tres botellas.
Nicolás aún sigue con la peli negra en sus piernas, mientras que las dos rubias que tengo a mis costados manosean mi entrepierna por encima del pantalón. «Estoy fastidiado».

Hoy ha sido un día cansado, muy agotador y estresante. La discusión con mi padre aún sigue latente, es un hombre terco y malagradecido. He pasado años trabajando para la empresa y el lo único que hace es molestar y molestar con el tema del matrimonio.
Que según él, debo casarme y tener una familia o no me haré cargo de la empresa por completo.

¿Se volvió loco? Definitivamente. ¿Es necesario una familia para poder hacerse cargo de una empresa? ¡No!

Yo no quiero una familia todavía, ni siquiera he pensado en eso. Aún estoy joven y quiero seguir disfrutando sin amarrarme a nadie. Desde la adolescencia he sabido lo que es el trabajo y la responsabilidad, nunca he mezclado lo personal con el trabajo. Y si, me he acostado con muchas mujeres, pero eso nunca afectó a la compañía de mi padre, hasta ahora es una de las más poderosas de España.

Una esposa e hijos solo me atrasaran. Los niños requieren tiempo, te absorben y te desgastan, y yo la verdad prefiero morirme en alcohol que lidiando con una familia disfuncional. Empezando porque no me casaría sin estar enamorado ¿Que sentido tendría? Eso sería peor que...

—Álvaro, te estoy hablando —Nicolás me da un empujón—. Ella es Verónica Walker.

Mis ojos viajan a la hermosa castaña que se encuentra con Nicolás, vaya que es hermosa. Me sonríe coqueta y Nicolás levanta los hombros esperando una respuesta.

—Mucho gusto —Le tiendo mi mano—. Soy Álvaro Beltrán.

—Álvaro —Acaricia mi nombre—. Me gusta.

—¿Donde está Heiner y su hermano? —Pregunto a mi amigo y no me mira, hasta que le doy un codazo y me responde.

—Lo siento. —Se disculpa y tiene que acercarse más para que lo escuche mejor—. Gerald se fue a su casa, Heiner estaba hasta la mierda de alcohol.

Gerald es uno de mis mejores amigos. Vive en Alemania pero siempre viene aquí para visitar a su novia, y hacer negocios con la empresa. Esta vez, trajo a su hermano Heiner que recién está cumpliendo diecisiete años y bueno... lo supo celebrar ya que por lo visto, se fue como la mierda de ebrio. Son buenos chicos.

—Me imagino —Me río de solo imaginar la escena de esos dos—. Espero se despidan antes de irse.

—Lo harán —Afirma empinándose un trago.

—¿Hace mucho llegaste? —Pregunto a la castaña. Me había olvidado de ella.

—¿Sabes? No te escucho muy bien, ¿te parece si nos vamos a un lugar más privado? —sugiere en un tono más alto.

Sí, la verdad es qué hay que gritar para que se pueda entender una charla.

Me despido de Nicolás, él solo asiente y va hacia la barra con la otra chica. Parece que hoy tendrá una noche muy buena.

Cuando me alejo para seguirla, lo primero que ven mis ojos es su trasero, joder de trasero. No se de donde la sacaría Nicolás pero estoy agradecido que se acordara de mi.

La verdad es que no tengo un estereotipo de mujer. Me gustan como sea, pero siempre he tenido una debilidad por los culos grandes.

Vamos a la zona privada y nos dirigimos a una de las mesas más lejanas.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora