Capítulo 39

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«Un momento de tranquilidad»

Álvaro.

Ángela duerme plácidamente, recostada en mi pecho mientras acaricio su cabello con delicadeza. Su respiración ya no es agitada, ahora la veo más tranquila, relajada y es imposible no admirarla desde mi lugar. Se ve preciosa, no me canso de verla.

La enfermera ha entrado unas tres veces para verificar que Ángela se encuentre bien, lo hace por órdenes de la doctora y yo la verdad no entiendo porqué tanto lío si solo fue un golpe. También intentó echarme de la comodidad en la que me encuentro, insistiendo en que mi témpano de hielo necesitaba espacio, pero ya luego de amenazarla, dejó de joderme. No pueden pretender que ahora que estoy bien con mi mujer, vengan a quitarme esta paz.

No sé qué hora de la madrugada es, lo único que puedo decir es que no he dormido nada en lo absoluto. Mi mente solo ha estado ocupada pensando en la mujer que ahora ronronea sobre mi pecho. Quisiera negar esto que me hace sentir Ángela, pero la verdad es que la atracción que siento por ella aumenta con mucha fuerza a medida que la tengo a mi lado. Juré olvidarla, prometí quitarme de su camino y ahora parece que todo eso lo dejé de lado.

Es inefable lo que me hace esta mujer. Desde el momento que la conocí no he parado de pensarla, es como si fuera un maldito tormento. Me recuesto a dormir, la pienso. Me estoy duchando, la pienso. Estoy en el trabajo, la pienso. En cualquier lugar que me encuentre, ella está ahí, metida hasta el fondo en mis pensamientos.

Eso solo me hace llegar a una conclusión y es que Ángela está equivocada si piensa que me alejaré de ella esta vez. No lo haré y menos ahora que sé que el doctorcito y ella ya no están juntos. ¿La razón? No la sé, pero lo averiguaré.

Otra cosa que me tiene sin dormir, es mi hija. Chiara había quedado en ir a la oficina y pasar la tarde juntos, cuando llegué aquí no pensé en eso y ahora la he dejado con su abuela, seguramente sufriendo. Llamó para reclamarle y ni siquiera me dejó hablar para explicarle nada.

Su temperamento es tan fuerte como el mío, no quiero pensar cuando sea adolescente, será un dolor de cabeza constante.

Espabilo cuando siento a Ángela removerse con dificultad, me hago de lado, pero se aferra más a mi pecho. Sonrío besando su frente y es ahí cuando abre los ojos somnolienta.

—Sigues aquí —me mira, pasando la yema de sus dedos por los botones de mi camisa.

—Sigo aquí —afirmo lleno de risa por lo dormida que se encuentra.

—No te vayas, por favor —la abrazo con fuerza cuando comienza a temblar de frío.

Es entendible, en la madrugada el frío se hace más intenso, y la habitación se encuentra helada.

—¿Te sientes bien? —pregunto y deja de mirarme.

—Sí.

—No mientas, Ángela.

—No me llames así, Álvaro.

—¿Ese no es tu nombre?

—Sí lo es, pero no quiero que me llames así. —Alega molesta.

—¿Por qué mientes, mi amor?

La siento sonreír sobre mi pecho. Eso era lo que quería.

—¿Me dirás qué pasó con Galván? ¿Debo darle otra golpiza?

Se aferra con fuerza a la tela de mi camisa. Nos quedamos en un silencio tortuoso el cual no pienso romper hasta que ella se digne a explicarme lo qué pasó con ese hombre.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Where stories live. Discover now