Capítulo 9

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«Cielo estrellado».

Angela.

Luego que Geronimo Galván me llevara a por mi coche, regresé a casa sin decir una palabra. Desde  que salí de mi habitación no crucé palabras con ninguno de los dos y gracias a ellos por entenderlo y no insistir. La verdad es que, soy insoportable y no me interesa que esa sea la primera impresión que el doctor tiene de mi.

¿Por que me puse así? Fácil.

Odio sentirme de esta manera, odio que alguien me intimide como lo hace Álvaro Beltrán. Yo soy una mujer que nada me hace bajar la cabeza y nada me pone nerviosa, que venga ese promiscuo a querer confundirme hace que me moleste muchísimo. ¡Lo odio! ¿Se puede odiar a una persona que conociste hace dos días? Porque yo odio a ese hombre.

No sé como consiguió mi número, no tengo la menor idea, pero puedo jurar que si Olivia tiene algo que ver, se las verá conmigo. Parece que tiene una amistad con ese insoportable, y lo averiguaré en cuanto la tenga de frente.

Hoy desperté con un animo no tan fúrico como ayer, en este momento estoy vistiéndome para salir al parque y así despejar mi mente. «Me hace falta».

Me visto con lo mismo de siempre; ropa deportiva, sin maquillaje y una coleta alta. Mi bálsamo de coco no puede faltar y luego de beber mis vitamina bajo a desayunar.

La mirada de mi madre me sigue hasta que llego al mesón donde está mi desayuno. Está un poco molesta, pero en realidad, no me interesa. Ya debe estar acostumbrada a mi peculiar humor.

—¿Hoy si hablarás? Ayer el doctor Galván se fue muy apenado. Que vergüenza, hija.

—Ay que mal, ¿Quieres que vaya a buscarlo? —se ríe.

—¿Me dirás algo sobre la llamada de ayer?

—No —digo antes de salir con el pan en la mano.

—¡Te amo! —Grita cuando salgo del comedor.

Me coloco los audífonos y «Rude boy» de Rihanna se apodera de mí, haciéndome tararear la canción mientras voy de camino a mi objetivo.
Mientras avanzo, en mi mente se cuela mi mal comportamiento con Galván, lo grosera que fui y también lo malagradecida. Pero luego me repito que soy una perra mala y se me pasa.

No es mi culpa que mi madre haya querido invitar a ese hombre a comer, ella sabe muy bien como soy cuando entro en crisis de ansiedad.
Por esa razón nadie me soporta y nadie quiere estar conmigo. A excepción de Olivia, que me ha conocido en cada faceta y desplantes y aún así, se queda conmigo. La quiero mucho pero recordar que me traicionó dándole mi número telefónico a Álvaro, me molesta en demasiado.

De repente me acuerdo que le confesé que fue mi primer beso y la piel se me pone de gallina. ¡Que estúpida soy! Joder, debí aguantarme las ganas y solo alejarme. No estuviera tan confundida si el día de la cena lo hubiera dejado solo y no le hubiera correspondido el puto beso.

Al pasar los minutos ya me encuentro en el parque y voy directo al puesto de helados, pido el mismo de siempre y me dirijo a una de las banquetas. Estoy apunto de sentarme pero una mano hala mi camiseta haciendo que voltee por inercia llevándome la sorpresa de encontrarme con la pequeña niña sonriente que también sostiene un helado.

—Hola —saludo a Chiara quien solo se limita a mirarme de la misma manera— ¿Que haces aquí? ¿Estas con tu nana?

—Vine con Bianca, pero se encuentra allá —me señala el puesto de hot dog donde se encuentra quien parece su nana, pero puedo notar que no le da ni un poco de atención—. ¿Como te llamas?

Claro, recuerdo que en nuestro primer encuentro nunca le dije mi nombre.

—Yo, me llamo Ángela —respondo metiendo un mechón de cabello tras su oreja—. Pero puedes decirme Angie.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Where stories live. Discover now