Capítulo 37

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«Pequeña sorpresa».

Horas antes.

Ángela.

—Galván, esto está horrible —le digo y se echa a reír.

—Nada te gusta —espeta rascando su mejilla.

Me remuevo en sus piernas para recostarme en su pecho.

—Tienes malos gustos.

Suelta otra carcajada.

Llevamos más de una hora intentando escoger una bonita casa para él, me pidió ayuda para la compra, y ahora se queja porque nada me gusta. Pero en realidad todo lo que me ha mostrado, es horrible.

—Pues me gustas tú. —responde airoso.

—Eso es la excepción.

—Venga, encontraremos algo bueno.

—Es absurdo que le pidas este trabajo a Ángela —mamá se ríe mientras nos sirve un vaso de jugo—. Ella es muy indecisa.

—Vale, entonces que Geronimo la elija —me encojo de hombros—. Da igual.

—No da igual —besa mi hombro—. Ahí puede vivir nuestra futura familia.

¡¿Qué?!

—Ni hablar.

Intento bajarme de su regazo pero no me permite tal cosa.

—Es juego, Ángela —ríe junto a mamá—. Pero debes tener en cuenta que algún día está relación deberá surgir.

—Exacto —respondo—. Algún día, no hoy.

Joder.

Ya lo he dicho antes y definitivamente NO. No quiero una familia, tampoco un matrimonio, mucho menos bebés. Pero dejaré que él se haga sus ilusiones, no le diré lo que yo pienso para que mamá no empiece con el sermón.

Es que ni siquiera puedo pensar en esa idea, el hecho de pensar que tendré que cocinar para una mini versión de mí... no, no y no. Le dejaré esa felicidad a otra persona, yo me quedo con el dinero y la buena vida, sin amarrarme a un esposo e hijos. Es la vida que merezco, así que solo asiento a lo que dice Galván e ignoro las punzadas que causan los comentarios de mamá acerca de mi niñez con mi padre.

Admito que me gusta escuchar esas historias, de papá jugando conmigo, cuando viajábamos y todas las cosas que hacíamos en familia. Pero es difícil recordarlo, la ausencia de mi padre es muy dura.

De nuevo llevo mis dedos al teclado de la laptop, buscando más ideas y casas en mejor condiciones. Y cuando digo mejores condiciones, me refiero a más modernas, o un poco más femeninas. Todo lo que le gusta a Galván, son los colores oscuros, muy masculinos.

De las cíen casas que hemos visto, solo me han gustado como... cero.

Todo es horrible, al menos si hubiera algo más natural o fresco, que por lo menos los ventanales sean grandes como lo son en mi casa, pero nada. Todo es espantoso.

Mamá y Galván siguen hablando estupideces a cerca de comida y cosas que no entiendo, así que yo solo me quedo sumida en el aparato que me muestra más inmobiliarias y todo ese rollo. Mi móvil no para de timbrar y es Galván quien lo coge sin mi consentimiento, me molesta su falta de respeto, pero no le digo nada.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Where stories live. Discover now