Capítulo 29

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«Una pequeña confesión»

Álvaro.

Ángela está furiosa, más que eso. Estoy empezando a creer que de verdad si está celosa, que el plan de Nicolás si ha funcionado.

No me habla, solo se dedica a mirar por la ventanilla del coche, ignorándome como solo ella sabe. Son más de las doce de la noche, Olivia me pidió que dejara al témpano en su casa, pero luego de convencer a Ángela, accedió a dormir en la mía. Si soy sincero he de admitir que me ha emocionado la idea de tenerla cerca, pues no creo hasta cuando dure esto.

Esta mujer es un enigma, un misterio. Quisiera meterme en su cabeza y saber que es lo que piensa, al menos saber si piensa en mí como yo pienso en ella.

Yo también me quedo en silencio, las calles de Madrid se encuentran solas y oscuras, así que no entiendo qué es lo que está viendo esta mujer, o que es lo que está pensando. Gerald y Heiner se burlaron de mí, diciendo que estoy peor que Nicolás, pero me sabe a mierda lo que ellos piensen, lo único que me interesa ahora, es la rubia malcriada que está sentada a mi lado.

Las enorme entrada de mi casa me recibe, ella suspira cuando estaciono el coche, mientras se baja molesta. ¿Piensa ignorarme toda la noche? Que mal, porque no estoy dispuesto a soportar este comportamiento.

—Ángela, deja la malcriadez.

—Dormiré con Chiara.

—Excelente, porque mi hija se encuentra en mi habitación. Dormiremos los tres juntos.

—Álvaro—Amenaza.

—Deja el show.

—Eres insoportable.

—Ven, ¿Quieres comer algo?

—¿Tienes dulce de fresa?

—Sí. —Sonrío, mientras tomo su mano para guiarla a la cocina.

Está apunto de sentarse en una tumbona, pero sin previo aviso, la sostengo con fuerza sentándola en el enorme mesón.

—Eres terrible. —Se queja.

—Deja de hablar. ¿Por qué mejor no me das un beso?

—Álvaro, sabes que estoy con Galván.

Me tenso de inmediato, maldita sea.

—Galván me sabe a mierda.

—A ti, pero a mi no.

Me trago las ganas de empotrarla y hacerla entrar en razón con un buen polvo, pero debo recordar lo que dijo Nicolás acerca de mantenerla serena y no molestarla. Ese maldito doctor me las pagará después.

—¿Lo quieres? —Pregunto mientras busco el frasco de mermelada.

—Sí —Responde sin titubear.

—Yo creo que no.

—¿Por qué?

—Si lo quisieras, no estuvieras aquí conmigo.

Rueda los ojos.

Me acerco hasta quedar en medio de sus piernas, tengo que pensar en otra cosa para no tocarla como quiero. Así que quito la tapa del frasco y meto el dedo para untarlo de mermelada. Ella se ve ansiosa, está desesperada por probarlo, y como estoy para complacerla, llevo el dedo hacia su boca.

Lo recibe gustosa, cierra los ojos mientras chupa mi índice lleno de dulce y ya el bulto en mi pantalón empieza a doler. Vuelvo a untar mi dedo y hago el mismo procedimiento, esta vez si me mira mientras lo saborea, mi saliva empieza a volverse agua. Pide más y vuelvo a darle, es como una niña pequeña, me he dado cuenta que no solo tiene comportamiento de niña, también sus gustos son así.

Más allá de mi orgullo// EDITANDO.Where stories live. Discover now