𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 ❸

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—Que injusto...—. Habló tumbada en la hierba, con uno de sus bracitos extendidos, concretamente el derecho, y mirando su manita. —La gente alta está llena de ventajas.

—¿Por qué lo dices?—. Extendió también su brazo, en este caso el izquierdo, pues era el que estaba más cerca de ella, para poder observar su gran mano en comparación con la de la fémina. Algo llamó su atención en la pequeña mano ajena.

—¿No es obvio? A los altos siempre os van a tomar enserio. Mi cuerpo es pequeño y débil, solo soy como un pequeño gorrión rodeado de águilas—. Hizo un pequeño puchero.

—Los mejores venenos vienen en frascos pequeños—. Giró su cabeza para mirarla, acción que ella imitó segundos después, mirándose ambos directamente a los ojos.

—¿Estás insinuando algo con eso?—. Frunció el ceño y puso morritos, tal como lo haría una niña pequeña.

—Solo digo que aunque seas pequeña... —. Acercó la mano que estaba más cerca de las de la fémina, tomó una con cuidado y pasó sus dedos por los hoyuelitos de esta. —Y tengas un aspecto inofensivo...—. Acarició con el pulgar el dorso de la mano ajena. —Sé que si te cabreas puedes llegar a ser una pequeña arma de destrucción masiva.

La fémina soltó una risita que alegró el corazón del brasileño.

—Además, para la gente alta como yo no todo son ventajas, y menos aquí, en Japón—. Suspiró. Al fin bajaron sus brazos, pero South no soltó la manita de la chica, era muy suave y blandita.

—¿Por qué lo dices?—. Le miró con curiosidad y él frunció levemente el ceño.

—¿Sabes cuántas veces me he golpeado con los marcos de las puertas?

—¡Oh! Kenny también tiene ese problema—. Habló con cierta sorpresa.

—Pues él es más bajo que yo. Cuando tenía que tomar el tren siempre iba agachado, me terminé jodiendo la espalda por esa mierda.

—¿Por qué ibas en tren?

—Fue cuando aún no tenía mi moto—. Explicó brevemente. —La casa de mis abuelos no pillaba muy cerca y tenía que moverme en transporte público.

—Vaya... Así que la gente alta tiene desventajas—. Miró el cielo.

—Más de las que te puedes imaginar—. Suspiró.

No era la primera vez que se veían a solas. Habían ido a un pequeño acantilado realmente tranquilo.

El sonido de las olas impactar contra las rocas y el murmullo de un suave viento era relajante, además de que el cielo estaba completamente despejado. Por suerte el sol no les daba la cara pues se habían colocado cerca de un árbol y este les daba sombra a ambos.

Desde que se conocieron e intercambiaron números habían quedado ya dos veces, y por ello South estaba orgulloso de sí mismo, aunque estas dos veces anteriores fueran solo para hacer algún recado o algo así, si estaba con ella eso era lo único que le importaba.

Al menos esta tercera salida era más tranquila y podían hablar en condiciones, sin tener que escuchar el barullo de la gente.

Incluso un silencio largo en compañía del otro era agradable, aunque South no entendía por qué le pasaba esto.

—Ne, South—. Llamó su atención. —¿Por qué eres tan amable conmigo?

—Te lo dije cuando nos vimos, ¿no? Me gustas—. Miró las nubes, sintiendo como los orbes [T/C/O] se clavaban en él.

—Eres raro—. La miró, frunciendo su ceño. —¿Qué? Es la verdad.

—Tonta—. Puso su enorme mano en la carita ajena, no la apretó ni nada, solo la colocó ahí y la empujó de una forma muy suave hacia atrás.

𝓛𝓪 𝓑𝓮𝓵𝓵𝓪 𝔂 𝓵𝓪 𝓑𝓮𝓼𝓽𝓲𝓪 | 𝑺𝒐𝒖𝒕𝒉 𝑻𝒆𝒓𝒂𝒏𝒐Where stories live. Discover now