Introducción

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No lo puedo creer, estoy a punto de cumplir el sueño de mi vida

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No lo puedo creer, estoy a punto de cumplir el sueño de mi vida. Sí que valió la pena eso de ser valiente, de cantar en televisión a pesar de que tenía miedo a hacerlo, de que ni siquiera sabía si lo quería de verdad.

Mi mente grita con una fuerza que hace amagos de dejarme sorda, y mi boca quiere hacer eso también.

De verdad no termino de creérmelo. No es posible que tenga tanta suerte cuando carecí de ésta durante toda mi existencia.

Esto simplemente… no puede ser.

No puede ser, no puede ser, no puede ser.

De verdad voy a ir a Roma. Bendita sea mi voz por conseguirme esto. Juro que no la vuelvo a maldecir en mi vida, por más que de vez en cuando la odie.

Me aferro a mi maleta con más fuerza en cuanto noto que se me empieza a hacer tarde, y me echo a correr a lo largo del aeropuerto. En vez de estresarme, de hecho me siento más feliz. Creo que la única forma de que me amargue sería perdiendo el vuelo, y no me importaría en lo absoluto hasta el momento en el que eso ocurra.

Me siento tranquila e inquieta a la vez.

Estoy feliz, pero mis piernas no dejan de temblar con cada paso que doy. Trato de mentalizarme; nada malo puede pasar, si estoy cumpliendo el sueño de mi vida.

Nada malo puede pasar.

Entro a la sala de abordaje y miro a mi alrededor. Termino por encontrarme con una persona magnética; con unos ojos negros que espero deseen observarme, y con una sonrisa en esos labios delgados y rojizos que me gustaría besar. Siento en la punta de la lengua un gusto a miel y a tiempo perdido.

No puedo evitar preguntarme el nombre de esa joven, o cómo se escucha su propia voz al pronunciarlo.

Odio esto del amor a primera vista; o al menos lo odio cuando me pasa a mí.
Trato de distraerme, de escuchar. De cuidar que no se me haga tarde; de evitarme disgustos.

Durante un tiempo me miro las puntas del cabello, pensando en cuál sería el color ideal para teñirlas cuando el tinte morado se desvanezca.

Me levanto para, al poco tiempo, abordar y sentarme de nuevo, en un asiento bastante más cómodo y que no se siente frío como la silla metálica en la que estaba antes. En la fila de al lado toma asiento esa chica con cualidades de imán; parece que vamos al mismo lugar, que tendremos unas vacaciones similares. ¿Cuánto más tendremos en común?

Trago saliva de forma fuerte e incluso sonora. Me rehúso a hablarle, a preguntarle dicha duda, sobre todo porque sé que nada puede pasar entre nosotras, si ella ni siquiera me ha visto.

Entonces me mira, y ensancha su sonrisa.

Sus labios se ven más delgados y parecen perder el color, o quizá el resto de su rostro lo está ganando. Imito su gesto y giro la cabeza para mirar al frente.

Me vuelvo a mentalizar: Nada puede pasar, y mucho menos va a pasar.

No debería preocuparme por un amor de verano que me va a lastimar, solamente debería disfrutar mi viaje como quiero. Al fin y al cabo, es el viaje de mi vida.

Dentro de poco mi boca sabrá solamente a azúcar, a miel, a todo lo bueno de la vida.

Y es lo único que quiero sentir por ahora.

Y es lo único que quiero sentir por ahora

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HoneyWhere stories live. Discover now