Capítulo 13: Su adiós

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Respiro profundo y por unos segundos me reclamo a mí misma por encontrarme decepcionada

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Respiro profundo y por unos segundos me reclamo a mí misma por encontrarme decepcionada.

De todas formas, siempre supe lo que iba a pasar. Siempre supe que en algún momento la furgoneta iba a regresar a Roma; que nosotras íbamos a regresar al pequeño cuarto de hotel en el cual por buena o mala fortuna terminamos por conocernos, y que después de pisar aquel reducido lugar, íbamos a salir del edificio rumbo al aeropuerto.

Y el final, de una forma u otra, me recuerda a cómo inició todo.

Caminamos juntas hacia la salida tal como caminamos juntas para entrar hace un mes; bajamos juntas en el elevador tal como alguna vez subimos juntas.

El taxi hacia el aeropuerto lo tomamos juntas tal como tomamos juntas el taxi que nos trajo desde allí.

Creo que es el mismo taxi, porque al menos reconozco al conductor como el mismo. O quizá es solamente un intento de buscar similitudes para que la historia sea un poco más cíclica de lo que ya se ha mostrado para mí.

La única diferencia que no me molestaría en volver similitud es que, en este viaje de vuelta, no se siente ni un mínimo de tensión entre Honey y yo. Ya no me aprieta el pecho en lo absoluto la sensación de que la guapa pelirroja al lado mío me odia sin siquiera haberme conocido bien.

Me siento bastante relajada, y completa. Como si de verdad el viaje me hubiera cumplido un sueño.

Y es que mis sueños nunca consistieron únicamente en visitar una ciudad bonita; otro de mis objetivos era encontrar el amor.
Un objetivo bastante cliché, pero que para mí tiene un valor inmenso.

Mucho más cuando lo veo cumplido; cuando siento esa mano suave tocando la mía, estrechándola y diciéndome sin palabra alguna que todo va a estar bien.

La miro y sus ojos, dentro de los cuales las estrellas brillan, me dicen exactamente lo mismo.

Esbozo una sonrisa y luego vuelvo a mirar hacia el frente, para sentir el golpe suave de uno de sus hombros contra uno de los míos.

Y es que el silencio presente justo ahora se siente extrañamente cómodo; tanto, que se siente incluso como un pecado la sola idea de romperlo.

Bajo la mirada tal como su vista me indica, y veo en la pantalla de su teléfono su número. Es entonces que me siento todavía más convencida de que el final de esta etapa no es el final de todo lo que ha habido y podría haber entre nosotras.

Anoto lo que me muestra y guardo el contacto, una sonrisa cruzándome el rostro en una mezcla rara de ternura y satisfacción.

La emoción ha encontrado su fin, y curiosamente no me encuentro devastada en lo absoluto por ello. Me siento relajada; completamente convencida de que vienen muchas cosas buenas.

De que voy a tenerla siempre a ella y a los sabores que extraño. De que no volveré a extrañarlos en la vida porque siempre me llenarán la boca.

El momento sabe a chocolate amargo, quizá el único sabor no extrañable de esta historia.

HoneyOù les histoires vivent. Découvrez maintenant