Capítulo 4: Su propuesta

8.8K 959 382
                                    

La chica sale del baño con cierta tranquilidad en el rostro

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

La chica sale del baño con cierta tranquilidad en el rostro. Sus labios se ven más relajados que de costumbre, aunque hay cierta tensión en sus comisuras, como si tuviera el deseo de sonreír. Observo la forma tan lenta en la que da pasos hacia su cama, como si requiriese dejar de poner tanta atención a su andar para poder volver a acomodar la manga de su pijama, la cual comenzaba a deslizarse por su brazo, cayendo y lentamente dejando al descubierto su hombro. Descubro en mi misma un deseo de acariciar aquella parte de su cuerpo, y tal como lo deseo, lo apago con el simple hecho de parpadear.

Ni siquiera sé si alguna vez llegaré a ser tan cercana a ella como para que me permitiera siquiera tomar su mano entre las mías. No debería pensar mucho, ni ilusionarme mucho.

Trato de que las palabras emanen de mi boca, aunque ni siquiera se me ocurre un buen tema de conversación. Solamente sé que no quiero que haya silencio entre nosotras, porque me va a hacer pensar, y es una de las cosas que más odio.

Intento pensar en alguna pregunta que no le haya hecho mientras comíamos. Nada me viene a la mente, ni siquiera para concluir que esa pregunta ya había sido hecha o que me había dado la respuesta sin tener que expresar la duda.

Nada; mi mente se encuentra borrosa.

Me tallo los ojos debido a que mis párpados empiezan a sentirse pesados; no es porque tenga sueño, sino porque me agota el simple hecho de… Ni siquiera sé qué me agota, solamente sé que mi cabeza está llena de niebla y que quiero que esté clara, o que al menos la niebla tenga algún color bonito, como cuando muero de ternura por algo.

Quizá la neblina sería color de rosa si no tuviera ese sentimiento raro de que Honey me odia un poco. ¿Cómo no hacerlo? Estoy invadiendo su habitación.

Aunque viéndolo de otra forma, ella está invadiendo mi habitación, y de hecho aquello no me termina de causar molestia.

—¿A dónde vamos mañana? —cuestiona, girando la cabeza hacia mí, fijando sus ojos estrellados en una parte no muy específica de mi cuerpo. No sé bien qué está mirando.

—No lo sé —respondo—. Tengo bastantes ganas de ir al Coliseo Romano, aunque de hecho creo que todos quieren ir allí.

Honey ríe de forma leve. De alguna forma, siempre que ese gesto emana de ella, le colorea las mejillas de un tono rosado y precioso.

—Si no quieren todos, al menos queremos nosotras dos —pronuncia con un tono incluso divertido; no comprendo el por qué de aquello, pero me parece lindo no encontrar sarcasmo o seriedad en sus palabras—. Podemos ir, claro. Sería buena experiencia; y… me agradaría no vivirla sola —Dicho aquello, se tumba por fin en la cama, haciendo las almohadas brincar hacia los lados de la cama. Ella suspira y se gira para recogerlas y volverlas a poner en su lugar.

—Es lindo hacer las cosas con compañía —digo, solamente para no quedarnos en silencio de nuevo.

—Sí —asiente.

Quizá era inevitable que de nuevo faltara el sonido. Honey solamente mira al techo, y yo hago exactamente lo mismo desde el sofá; en la esquina del techo está empezando a nacer una pequeña grieta. Quizá debería decírselo a alguien.

Me levanto de donde estoy y abro la maleta. Debería estar buscando mi pijama para poder estar al menos un poco más cómoda, aunque en el momento ignoro qué prendas están o no cubriendo mi cuerpo. Justo ahora necesito sacar palabras de mí; ni siquiera sé bien cuáles, en qué trama o por qué. Solamente me descubrí a mí misma teniendo ganas de escribir; bien por mí, porque todas las fechas límite de las editoriales se están haciendo cada vez más cercanas.

Aunque hace un buen tiempo que no le presto tanta atención a aquello, ni me esfuerzo tanto por tener las cosas hechas para una fecha límite; no veo por qué apurarme o presionarme, si de todas formas siempre me rechazan. De todas formas el Universo me grita las veinticuatro horas que soy una mediocre. Me parece raro que de hecho me haya regalado una sonrisa en ese concurso de canto.

Juro que, si no le tuviera tanto miedo a los escenarios, dedicaría mi vida a la música. Seguramente me hubiera unido a la banda que Janine formó. Seguramente este viaje sería distinto. Seguramente no estaría llena de dudas sobre lo que siento por Honey y si ella podría corresponderlo en alguna medida, aunque sea de una forma mínima e incluso insatisfactoria.

Saco la laptop y vuelvo a llegar al sofá; en vez de arroparme y acomodarme para quedar acostada y mirando al agrietado techo de nuevo, me siento y hago lo posible para que las sábanas no se resbalen y dejen de cubrir mis muslos.

Honey imita mis acciones, buscando su propia computadora en su mochila y volviendo a la cama, mas ella sí acostándose entre las sábanas blancas, dejando la laptop aplastarle el vientre con tal de ella poder sentir cierta comodidad.

De nuevo su hombro está descubierto, aunque creo que esta vez no se da cuenta de ello. Tampoco se lo señalo; siento que sería raro.

—¿Qué estás escribiendo ahora? —pregunta; su duda se escucha como algo genuino y me sabe a paletas de cereza. Trato de mantener ese gusto en mi boca por el mayor tiempo posible.

—Es muy estúpido —Trato de reír, aunque la carcajada sale sin muchas ganas.

—No creo que lo sea —Su tono está lleno de entusiasmo con gusto a vainilla.

—Es de dos jóvenes que se conocen en vacaciones y se empiezan a atraer, pero tienen muy poco tiempo para conocerse y aparte saben que seguramente nunca se volverán a ver.

Ella libera una carcajada sonora. Yo no sé exactamente qué es divertido; quizá sí encontró estúpida la trama de mi libro.

—¿Acaso esa obra es sobre nosotras? —cuestiona en un tono casi burlón. Cuando volteo a ver su expresión, descubro que tiene una ceja alzada.

Siento algo de calor acumularse en mi rostro.

—¿Qué? —Formulo una pregunta de vuelta, tratando de mantener la calma. Y ya que fallo en eso, solamente me queda no fallar en esa difícil acción de fingir que no perdí la calma.

—Estaré aquí por un mes más. Haz lo que quieras con esa información.

¿Acaso me está pidiendo que trate de conquistarla?

Pues estoy a sus órdenes.

Pues estoy a sus órdenes

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
HoneyWhere stories live. Discover now