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Mi pulso se acelera cuando, una por una, las imágenes de lo ocurrido ayer me invaden la cabeza y, de pronto, siento una sensación cálida que se ha apoderado de mis manos, conllevando a que comiencen a sudar un poco. Pese a eso, una sonrisa cautelosa se abre paso en mis labios.

Estoy tan ensimismado en mis propios pensamientos y recuerdos que no me percato de que SoDam está hablándome hasta que chasquea sus dedos justo delante de mi rostro. Su acción me ayuda a regresar a la realidad.

—Despierta, torpeza —me dice, pero se toma un instante para revolverme el cabello—. Ve a buscar su café, seguramente está por llegar.

—¡El café! —Exclamo, pero procuro ocuparme de ello rápidamente en lugar de entrar en pánico—. Ya regreso.

No me toma más de doce minutos conseguir la bebida caliente para mi jefe y, una vez que regreso, me dirijo al despacho vacío de Sunghoon. En su escritorio reposo el vaso plástico de Starbucks y también voy colocando cada ejemplar de los periódicos que él lee, ligeramente desplazados hasta formar un abanico que abarca gran parte de la mesa.

Así de específico es el ogro.

Una vez que salgo de su oficina, noto que los ayudantes del departamento de moda y edición están muy apurados enderezando y acomodando la ropa de los percheros que adornan el pasillo principal como es costumbre. Mi vista se desvía a SoDam y veo que ella, con aire pesado, está quitándose sus slippers blancas para reemplazarlas por los tacones negros que ha escogido para este día.

Todo este despliegue nervioso indica una cosa: Sunghoon está llegando.

—Carajo —murmuro, cuando miro hacia abajo y recuerdo que también estoy usando pantuflas que son un atentado a la moda.

Me apresuro en regresar a mi escritorio y reemplazar mi calzado cómodo por los zapatos negros, que si mal no recuerdo, son Santoni.

Es entonces cuando mi mente comienza a retomar su ansioso funcionamiento y me arroja miles de ideas al mismo tiempo. Todas acerca de Sunghoon y lo que sucedió ayer. No estoy muy seguro de qué hacer, pero me digo a mí mismo de que debo esperar a ver cómo se comporta el día de hoy.

Sin embargo, eso me da un poco de miedo.

Tengo miedo de que me decepcione. O peor, que me humille.

Él es tan impredecible que debo estar listo para recibir lo mejor o lo peor de su parte.

Repentinamente me veo obligado a dejar de lado mis sentimientos y pensamientos encontrados, una vez que Sunghoon aparece en mi campo de visión, y mis orbes no se demoran en analizar a fondo su vestimenta del día hasta llegar una conclusión; él está atractivo como siempre. Como corresponde, mi compañera y yo le espetamos un «buenos días» al unísono, pero el jefe (como de costumbre) no nos responde.

Ni siquiera se molesta en mirarme de reojo. Solo se limita a avanzar hasta su despacho como si nadie más que él existiese.

Quiero lucir tranquilo y relajado, pero la verdad es que tengo la necesidad de golpear algo. De preferencia, la perfecta cara de mi jefe, el mismo al que ayer besé.

Sin embargo, no me siento sorprendido. Un pálpito interno me decía que él iba a actuar de esta forma... Pero tengo la estúpida esperanza de que solo sea por un rato.

Mi mañana consiste en realizar una extensa búsqueda sobre servicios de cáterin para la boda de Sunghoon y Daejin; como resultado, obtengo una lista larga pero muy organizada que luego debo enseñarle al ogro.

Mi corazón se detiene por un segundo cuando veo que un nuevo mensaje de Sunghoon resalta en las notificaciones de mi teléfono del trabajo, pero la ansiedad se esfuma rápidamente cuando leo que solo es para pedirme más café.

TENDENCIA + TORPEZA [Sungsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora