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El señor de los tatuajes entrelazados ha regresado. Otra vez.

—¡Joder, Jade! —Escuché a Liam protestar. Fue una especie de susurro y grito interno al mismo tiempo— ¡Sí no se congelan tú me las rompes!

Respiré hondo, me posicioné mejor en la cama con el poco control corporal que tenía en ese momento por el cansancio y comencé a gritar sin parar. Lo siento mucho, estaba asustada todavía, no entendía qué era lo que pasaba.

—¡Ayuda, me secuestran! —Fue lo primero que grité—. ¡Voy a morir! —Fue lo segundo y técnicamente lo último que grité porque, segundos después, Liam tapó mi boca con su enorme mano.

Intenté veinte veces más chillar pero, claramente era imposible, cualquier cosa que soltaba golpeaba la palma de la mano de Liam y regresaba a mi boquita.

—Ya puedes parar —me susurró a centímetros de distancia mientras perfeccionaba la posición de su mano contra mí rostro—. Tranquila.

No podía estar tranquila sabiendo que él estaba tan cerca. Hice silencio. Su respiración estaba golpeando con la parte de mi rostro que estaba libre causándome un aire calentito, acogedor. La Jade que tenía frío sonrió y la Jade normal no aguantó más y le pegó un cabezazo a Liam. Sí, le pegué un cabezazo. En mi defensa era la única parte del cuerpo que tenía libre. No pensé. Claro que no pensé, ¿cómo no me había dado cuenta? Si él se caía hacia atrás yo iba a caer arriba de él cual morsa aplastada.

Estúpida Jade.

Y así fue como ambos nos caímos de la cama, ja. Bueno no, mejor dicho:

El cuerpo de Liam golpeó el piso y el mío cayó sobre él como un stiker. Ambos terminamos debajo de una de las ventanas de la habitación y, gracias a eso, pude ver sus ojos grises ser alumbrados por un poco de luz que entraba desde allí. Tensé todos los músculos de mi cuerpo al captar la realidad: estaba encima de Liam, tenía apoyada una de mis manos en su pecho y por alguna razón absurda no podía dejar de mirar sus ojos. ¿Lo peor de todo? Yo no era la única que estaba en una posición complicada. Liam me estaba rodeando la espalda con los brazos de una forma bastante protectora.

Mierda.

Él estaba inmóvil mirándome.

Parpadeé cinco veces seguidas repitiéndome a mí misma que debía salir de ahí mismo cuanto antes. Me intenté arrodillar sobre él pero fue imposible. Luego hice un intento de rodar para un costado pero tampoco pude ya que sus manos seguían sosteniéndome fuerte de la espalda. Ya sin saber que carajo hacer, le aplaudí en el medio de la cara para que reaccionara. 

Liam sonrió.

Nunca lo había visto sonreír de esa forma. ¿Cómo explicarlo? No era una sonrisa de "soy mejor que tú y lo sabes", tampoco una de "sé que mueres por mí, cosita". Era una sonrisa que guardaba una risa contagiosa, era una sonrisa bonita y misteriosa, era una sonrisa proveniente de un Liam pero, no de un Liam cualquiera, de un Liam drogado. 

O quizás... de un Liam que acababa de recibir un gran golpe en la cabeza, queda a libre interpretación. Yo seguiré diciendo que estaba drogado.

—¿Qué? —salté a la defensiva aún pegada a su torso—. ¿Por qué me miras así?

Él, aún sonriendo, quitó una de sus manos de mi espalda y tomó un mechón de mi pelo. Ni yo sé cómo sucedió. De un segundo a otro tenía a Liam jugando con mi cabello silenciosamente mientras yo lo miraba con cara de: watafak ke le pasa a este loko.

—Jadecita —pronunció de una forma extraña y enredó el mechón de pelo en sus dedos para luego observarlo con admiración.

Suspiré y preferí no decirle nada del apodo deplorable. Me daba un poco de pena su estado, entonces, solo me limité a contestar:

Efecto Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora