30

32.2K 3.1K 7.7K
                                    

Un sueño profundo.

Jade

Al abrir los ojos lo descubrí. Estaba amarrada a una silla. A la misma jodida silla de la profecía de Liam, en la misma habitación, con la misma bata, todo. Al menos ya no tenía el cuerpo de Kate destrozado a mí lado. Ya no más de eso.

—Deberías confiar un poco menos en la gente —la voz de Miller resonó en mis oídos con fuerza—. Nunca sabes con qué tipo de persona te puedes encontrar.

Parpadeé lento mientras volvía a analizar el panorama como podía pese a la situación desagradable en la que me encontraba.

—En realidad, solo no debía confiar en ti —solté sin pensarlo dos veces. Todavía estaba un poco drogada, no podía tener impulsos muy positivos o lógicos acorde a la situación.

—¿Eso es lo que crees? —inquirió acercándose a la silla a pasos lentos.

—Sí —contesté al margen.

Metió mano en su bolsillo, lamió sus labios, pensativo y me alcanzó una fotografía.

Abrí mis ojos de par en par cuando había entendido que, esa fotografía, era exactamente la misma que Liam tenía en su cajón, pero a deferencia de la otra, la parte del rostro del padre no estaba cortada.

Y ese rostro, esa persona que estaba junto a Liam y a Cris, era Miller. El puto profesor. Pero... ¿qué hacía él con ellos?

—¿Lo conoces? —preguntó señalando a el pequeño que estaba sonriendo de punta a punta con huecos entre sus dientes en la imagen. Asentí con la cabeza, insegura—. ¿Qué tanto lo conoces?

—Lo suficiente —respondí segura.

—¿Lo suficiente como para saber que yo soy su padre? —Sonrió, entusiasmado por dar la noticia.

Sentí una leve corriente de electricidad recorriendo mi espina dorsal. Al ver la sonrisa entera del señor Miller, hasta llegué a notarle cierta semejanza con la de Liam. Un poco tarde pero lo noté. Esa pizca juguetona, burlona, que se carga a mundo. Tenía la misma esencia. Y eso, eso me dio asco. No podía estar encontrándole similitudes a Liam con un jodido psicópata, con un asesino, con un maldito asqueroso repugnante que solo me estaba enredando cada vez más en su juego.

No.

—Se te da bien mentir —me apresuré a contestar intentando convencerme más a mí misma que a él.

Él tipo se acercó, sin quitar la sonrisa burlona de su rostro, y me tomó de la mandíbula. Tuve el instinto de pegarle un puñetazo en el tabique de la nariz, pero luego recordé que estaba atada. Bueno, luego de casi caerme para un costado por el impulso que había tomado.

El profesor se precipitó ante el gesto amenazante.

—Entiendo que sea algo difícil que tu novio te oculte cosas o que no tenga la confianza para hablarlo contigo, cariño —murmuró, vacilón, alejándose hacia atrás como si quisiera mantener una distancia razonable para mostrarme algo—, pero dime, ¿por qué te mentiría? ¿Qué ganaría yo con eso?

Apreté mis nudillos, furiosa al ver como intentaba manipularme. ¿Lo peor? Lo que decía el profesor, por más loco que estaba, tenía lógica. Y eso me ponía aún más nerviosa.

—No lo sé, tú dime.

Soltó una carcajada, abrió unos cajones de metal que tenía a su izquierda de una patada, tomó unas cuantas fotografías y me las enseñó. Todas eran de él con Liam de pequeño. Aunque la mayoría eran en el bosque, había una que era comiendo tallarines en la que el pelinegro se veía todo embarrado con salsa y otra en la que el mini chico tinta estaba frunciendo el ceño, enfadadísimo; pero en mi opinión, daba mucha ternura de todas formas.

Efecto Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora