11

43.7K 4.3K 5.7K
                                    

*escuchar canción al finalizar el capítulo para más placer, grr*

La convivencia dentro del infierno... ¿mejora?

Y la regla número ocho era: dormir con él hoy, mañana y siempre. Genial. Yo debía compartir cabaña con Liam, y como si fuera poco también tenía que compartir cama solo porque él quería. 

—Estás loco.

—Un pacto es un pacto, cosita.

Liam sonrió de lado y yo me sonrojé como una idiota. Bajé mi cabeza de la vergüenza y me puse de pie. Cuando comencé a caminar hacia la puerta del baño para tranquilizarme el pelinegro volvió a abrir su boca:

—¿Me lo tomo como un sí?

—Como un no —solté con mala gana a punto de abrir el picaporte.

—Está bien cosita del diablo.

Me imaginé a la perfección como volteaba los ojos con furia y me miraba con cara de trasero pateado. No sabía qué contestar, esa fue la razón principal por la que exhalé una gran cantidad de aire por mi boca, fruncí el ceño y esperé. Sí, esperé. Algo en mi me decía que Liam no se quedaría conforme con mi respuesta, lo tenía claro, y como era de esperar volvió a abrir su boca:

—...entonces prepara tus cosas y vete, cosita.

—Quedamos en que no me ibas a llamar más así —le recordé dándome la vuelta, indignada.

—Técnicamente no quedamos en nada, tú no cumpliste tu parte. Rompiste las reglas.

—No compartiré cama contigo, Liam —bufé por lo bajo—. Eres un atrevido.

—¿Atrevido? Ni que te estuviera pidiendo que me hagas un baile de stripper, Jade —tragó con dificultad—. A no ser que quieras hacer eso, no me opondría tampoco.

—¡Liam!

—¿Te quedas o te vas?

Crucé mis brazos de una forma infantil.

—Pervertido.

—Respuesta incorrecta.

Me guiñó un ojo y esbozó una sonrisa traviesa que casi me hizo soltar una carcajada por lo bajo. Gracias a dios la retuve al instante.

—¿Cumplirás cada una de tus reglas si lo hago? —inquirí de repente, dándole esperanzas.

—Todas, toditas —murmuró en voz aguda, intencionalmente.

—Pues... —me acerqué y me senté a su lado dejando un espacio en el medio ocupado por un cojín— acepto, pero recuerda que me queda poner una regla más.

El pelinegro me miró, borró su cara de payaso contento y se concentró en dejarla neutral, diría que hasta con un poco de confusión.

—Dime.

—¿El qué? —contesté distraída.

—La última regla.

Efecto Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora