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Liam.

Rich siempre me ha exigido la perfección en todos los ámbitos posibles desde que mi madre falleció. Hasta el día de hoy supongo que fue por el simple hecho de querer criarme de la mejor forma posible en su ausencia pero, lo que él no sabía era que me estaba destruyendo mentalmente con ese tipo de "crianza".

En fin.

Luego de la muerte de mi madre Rich  comenzó con las adicciones como método de defensa. Era joven. Muy joven. Fue padre a temprana edad. Y yo no era idiota, me daba cuenta de lo que estaba sucediendo. Encontraba a menudo sustancias extrañas por casa y me preguntaba que carajos debía hacer con aquello.

Era un puto crío cuidado por un adicto; y lo peor de esta historia es que mi yo de ocho años, lo intentaba sacar de ese mundo oscuro casi suplicandole. El mini Liam ingenuo quería tener un padre como el resto y creía que lo iba a conseguir con el simple hecho de hacer todo lo que él quería y tener un comportamiento ejemplar.

Fue así como terminé haciendo cosas solo para complacerlo. Primero fue el acto más simple como lavar los platos todos los días. Luego, comencé a introducirme en la fotografía por culpa de su pasión, mucho después empecé a ir todos los años al bosque para hacerle compañía y años... años más tarde tuve que soportar cosas mucho más complicadas como sus comentarios de mierda.

Cuando fui creciendo comencé a enumerar todas mis posibilidades de ser feliz de esa forma en un papel, y como era de esperar, el lápiz nunca tocó la hoja. Fueron nulas. No tenía ni una pizca de motivación de seguir viviendo. Y Rich no ayudaba. Era jodidamente difícil tener un entorno en el que siempre lo tenía a él diciéndome que era un desastre, que estaba decepcionado por tenerme como hijo y que todo lo que hacia lo hacia como el culo.

Pero a pesar de todo eso él no era mi enemigo, porque yo lo quería, y eso, eso era el motivo más grande mi frustración. No podía quererlo, él me hacía daño. Mucho daño. No era sano. Para nada sano. Y ahí fue cuando descubrí quien era mi verdadero enemigo. Y no era nadie más ni nadie menos que: Yo mismo.

El peor daño que se le puede causar una persona solo se lo va a poder hacer ella misma, porque lamentablemente eso somos: nuestros peores enemigos capaces de autosabotearnos constantemente y destruirnos con un simple clic. No se puede controlar. Queda en tu inconsciente si hacerlo o no pero, el mio no funcionaba bien, tenía una grieta. Y eso lo tuve que descubrir de la peor forma posible: convirtiéndome en el malo de la historia. Porque sí, eso era lo que era.

El malo.

¿No me creen?

Ya.

Vamos a verlo desde otra perspectiva: ¿Qué se considera como "malo" en un
puto libro? La persona que le hace daño al protagonista ya sea físico o mental, ¿y quién era el protagonista? Yo, ¿y quién se estaba le estaba haciendo daño al protagonista? Yo también, y no hablo de Greco. Hablo de mí.

Y con eso, ya tienen la respuesta al maldito interrogatorio. Aunque todo esto lo saqué de un libro cuando tenía ocho, queda en ustedes si confiar en mí o no.

—Quiero ir al psicólogo —susurré en el medio de la cena silenciosa mientras terminaba mi bocado de tallarines con salsa.

Rich casi se ahoga al escucharlo. El tenedor recargado de pasta que estaba por llevar a su paladar quedó en el medio de camino.

—¿Qué quieres qué? —inquirió con su ceño fruncido. Su cara describía  "reprime lo que dijiste o terminarás muerto, niño" a la perfección.

Sin embargo, no me importó, y abrí mi boca igual:

—Ir al psicólogo —dije con cierto entusiasmo. Él me dirigió una mirada de desagrado para luego volver a comer su pasta como si nada hubiera pasado—. ¿Sabes lo qué es un psicólogo? ¿Quieres que te lo explique? —le pregunté con ansías y él negó con su cabeza—. Un psicólogo es un chico que te escucha y te aconseja sabiamente que es lo que puedes hacer cuando piensas cosas que quizás tú no puedes control...

Efecto Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora