THE WILD ━━ embry call ✓

07. el comienzo de algo nuevo

CAPÍTULO SIETE. . .
el comienzo de algo nuevo

Estaba completamente dormido. 
  
Por primera vez en semanas, estaba durmiendo bien, lo que no tenía ningún sentido, teniendo en cuenta que la conversación de antes me estuvo resonando en los oídos todo el día. Estaba todo fastidiado en el entrenamiento, y todo el asunto de la lectura de la mente no ayudaba en absoluto a mi caso. Es una mierda saber que otras personas conocen los pensamientos que preferirías mantener en privado. Aclarar mi mente es algo que voy a tener que aprender eventualmente.
 
Pero obviamente no lo he aprendido todavía.
  
Así que sí, estaba dormido, saboreando mentalmente el suave abrazo del único lugar al que puedo ir donde no me ahoga lo raro. 
  
Pero entonces, por supuesto, se acabó. 
  
Un fuerte y doloroso tirón en las tripas me hizo levantarme bruscamente en la cama, con los brazos agitándose en las mantas, casi haciéndome caer de la cama. El dolor empeoró y jadeé, arrastrándome fuera de la cama hasta la ventana.
 
Algo iba mal. Embry tenía problemas. 
  
Tomé aire y no perdí tiempo en bajar por la ventana, la pequeña caída no me hizo más daño del que ya tenía. Tropecé una vez, casi cayendo mientras empezaba a correr, el dolor en mi estómago haciendo que las lágrimas brotaran de mis ojos. Me puse en marcha, sin zapatos, sin camiseta, pero con un destino en mente. 
  
Me concentré en la fase, pero el dolor me hacía perder toda la concentración, y mi cuerpo seguía siendo humano. La casa de Billy Black estaba a unos buenos cinco minutos de mi casa si se cortaba por el bosque, pero los arañazos en mis pies pasaron desapercibidos. 
  
—¿Dónde está? —grité, jadeando de nuevo y gimiendo mientras el dolor de mi estómago se duplicaba. Paul, Sam y Jared ya estaban allí, al igual que Billy Black. Localicé a Embry inmediatamente. En el suelo, gimiendo de dolor y sacudiéndose salvajemente. Empujé a Jared a un lado y caí de rodillas sobre el duro suelo. 
  
—¿T-Tony? —Consiguió decir, temblando de nuevo. El sudor le cubría el pelo y tenía los ojos entornados por el dolor. 

Tiré toda la precaución por la ventana, y apoyé suavemente mi mano en el lado de su cara. —Sí, sí, soy yo. Relájate, pronto se acabará.

—¿Qué...?, —su voz se cortó con un fuerte grito, seguido de un chasquido cuando su brazo se dobló en un ángulo extraño. Hice una profunda mueca de dolor al ver las lágrimas que caían por su cara, recordando exactamente cómo me sentí la primera vez que me puse en fase. 
  
—Está bien, juro por Dios que todo irá bien, —le dije, apartándole el pelo de los ojos—, ¿de acuerdo? Se acabará pronto, lo prometo.
  
Otro chasquido, otro grito que parecía invocar más dolor en mí que en él.