c a p í t u l o 41

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La campanilla de la puerta tintineo cuando el nuevo cliente ingreso a la cafetería

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La campanilla de la puerta tintineo cuando el nuevo cliente ingreso a la cafetería. Eran las 4:00 pm de un martes, al menos una vez a la semana podían darse el lujo de tener un día tranquilo cuando la cafetería no se abarrotaba de clientes.

— Parece que hoy nos iremos temprano. —comentó Betty, depositando una caja con galletas recién horneadas sobre la barra— Necesito ir al salón de belleza, mis rizos ya lo piden a gritos. ¡Míralos! Son un caos.

La pelinegra soltó una pequeña risa mientras se dedicaba a acomodar las galletas en el mostrador.

— Tus rizos están más que perfectos, Betty. Pero no me vendría mal salir temprano, necesito estudiar.

La rubia alzo una ceja haciendo una mueca de desagrado.

— Lo que tú necesitas es un novio, y creo que a alguien le interesa el puesto.

Por primera vez en los minutos que llevaban hablando, Celine aparto la vista de su tarea para buscar el punto en el que su amiga estaba tan concentrada con una sonrisa de oreja a oreja. Un joven de aspecto impecable y aire de conquistador la miraba fijamente sin ninguna intención de parecer discreto.

— Llegó hace diez minutos y no ha dejado de verte.

Celine carraspeó, tratando de mantenerse firme. Ni siquiera había intercambiado ni una sola palabra con él, pero al parecer tenía el don de intimidar solo con una mirada, y al parecer era bastante consciente de eso.

— Disculpe, señorita. —alzo una mano para llamar su atención. Celine sintió un golpe debajo de sus costillas cuando la rubia la empujó.— ¿Sería tan amable de mostrarme el menú?

— Claro, deme un segundo. —se dió la media vuelta solo para sacar uno de los cajones.

No tardó mucho en aparecer de nuevo en el campo visual del joven, tomo la carta con una mano mientras con otra sostenía su barbilla fingiendo interés en todas las especialidades enlistadas.

— Algo está mal aquí.

Celine puso bastante atención, a juzgar por su tono debía ser algo muy importante y ella debía hacer su trabajo.

— Ya leí todo dos veces y no encuentro en ningún lado su número. Soy James, por cierto.

La chica sintió sus mejillas arder, no era muy buena cuando se trataba de entablar una conversación con jóvenes de su edad, así que cuando le soltaban comentarios de ese tipo nunca sabía cómo reaccionar. Betty, quien había estado pendiente de la conversación ahogo un grito agitando sus manos sin control, para después darle indicaciones a distancia con simples señas.

N-no tendría porque estar incluído en el menú.

— Bueno, debería. Si un día vengo y usted no está ¿Cómo podré encontrarla después? Podría buscarla por toda la ciudad con gusto, pero temo que pierda la razón por la desesperación de verla de nuevo.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora