c a p í t u l o 21

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Quisiera estar dormida todo el tiempo, pues ahí al menos seguimos juntos

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Quisiera estar dormida todo el tiempo, pues ahí al menos seguimos juntos...

Las tazas de té sobre la mesa, sólo una está a la mitad, la otra aún contiene la misma cantidad que cuando se sirvió. El departamento ha perdido la calidez que lo caracterizaba; el jarrón de la mesa de centro que siempre solía tener bellas flores ahora está vacío, el olor a pay de manzana ya no inunda las fosas nasales de los visitantes, el calor se ha perdido y ahora el frío cala en los huesos.

Hace semanas que Peggy quería visitar a su amiga pero siempre tenía uno u otro inconveniente. Ahora que finalmente había podido hacerlo, se sintió mal y se recriminó él no haber podido ir antes, Celine estaba en una condición terrible; podía apostar a que no se estaba alimentando correctamente pues estaba más delgada, las ojeras debajo de sus ojos hinchados delataban las noches que pasaba en vela, además de que sus mejillas rosadas eran reemplazadas por una piel pálida y sus labios que siempre lucían un labial rojo ahora estaban sin color alguno.

Peggy le dio otro sorbo al té. Desde que llegó apenas había intercambiado pocas palabras con Celine y tan pronto como sirvió el té regreso al sofá individual cubriéndose con una ligera manta por el frío del lugar. Tenía un aspecto tan demacrado que le preocupaba que la próxima vez que la visitara la encontrara muerta.

— Celine. —la llamó la agente, la mencionada apenas la miró— Entiendo lo que sientes, pero no puedes seguir así. Ya no vas a trabajar, no sales, ni siquiera comes bien.

— Ya no importa. —musitó. Su voz apenas era audible pero mostraba un infinito dolor.

Ya ni siquiera lloraba, se sentía seca por dentro. Y, según había escuchado en algún lugar, el sufrimiento silencioso es el peor.

— Claro que importa. —replicó— Eres joven, hermosa, no puedes echar a perder tu vida así.

No obtuvo ninguna reacción.
La muerte de Steve le causó un profundo dolor, uno que nunca olvidaría. El capitán había dejado una huella imborrable en su corazón pero Peggy entendía que debía seguir adelante, por él, por ella misma.

— Celine, no puedo seguir viendo cómo te destruyes. —expresó con desesperación— Eres mi amiga, y no puedo hacer nada porque no me dejas.

— Perdí a ambos, Pegg. Eran todo lo que tenía, ya no me queda nada.

— Me tienes a mi. —le aseguró, acercándose a ella y tomando su mano— Debes encontrar una nueva razón para vivir. Quizás no hoy, no mañana, pero en algún momento lo harás.

Peggy le echo un rápido vistazo a la taza de té, Celine no le había dado ni siquiera un pequeño sorbo. Así que se levanto y se dirigió a la cocina dispuesta a preparar algo tan delicioso que su amiga no pudiera resistirse a probarlo.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora