c a p í t u l o 8

6.1K 653 44
                                    

• C e l i n e •

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


• C e l i n e •

— Steve. —llamé, pero no obtuve respuesta— Steve. —alargue, hasta que él me miró— No confió en él.

— Sólo has hablado con él una vez. —señaló.

— Y fue suficiente. ¿Sabes? Cuando dijiste que no estaría sola, tampoco quiere decir que te seguiré a todos lados. —replique. Mis pasos eran pesados, no quería llegar al lugar al que Steve me dirigía.

— ¿Entonces debo dejar que te maten? —dijo Steve. A diferencia de mi, él iba decidido y con curiosidad respecto a por qué Alexander Pierce quería hablar con él.

— Bueno no, pero pude quedarme cuidando la motocicleta.

Él negó con la cabeza poniendo los ojos en blanco. Divisó al secretario a unos metros de ellos por lo que tuvo que guardar sus palabras para seguir discutiendo el tema más tarde.

— Capitán Rogers. —saludó una rubia, justo cuando pasaba junto a nosotros.

— Vecina. —sus palabras fueron cortantes, y la chica se mostró avergonzada.

Muchas preguntas comenzaron a surgir en mi cabeza. Steve no solía dirigirse a las personas con ese tono, bueno no siempre, debía tener buenas razones. Pero claro, no podía preguntar ahora. No con Pierce escuchando.

— Capitán, soy Alexander Pierce. —se presentó el Secretario con su característica formalidad.

— Señor, es un honor.

Si, claro.

— Agente Clarke, no pensé verla aquí. —se dirigió a mi, sorprendiéndose por mi presencia— Lo qué pasó con Nick fue una desgracia.

Yo entrecerré los ojos. Esas palabras sonaban tan falsas y vacías que sólo un tonto podría creerlas. Nick tenía razón en algo: mi trabajo era desconfiar de las personas y tener los ojos bien abiertos, por eso estaba segura de que el Secretario ocultaba algo oscuro.

— Si, toda una desgracia. —dije, guardándome para mi misma todas las cosas que pensaba sobre él.

Luego de eso, él prácticamente ignoro mi presencia y volvió a hablar con mi fornido amigo.

— Gracias por escoltar al Capitán Rogers hasta acá, agente. —me dijo, y no era necesario ser un genio para saber qué no quería mi presencia ahí— Ya puede irse.

Mordí mis labios repitiéndome internamente que no debía mandarlo al diablo porque sería incorrecto.
Rogers me daba miradas fugaces, y no sé si porque esperaba algún comentario de mi parte o porque no quería que me fuera.

— Claro, ya lo sabía. —palmeé el brazo de Steve para que no se preocupara— Te dije que podía esperar abajo. —le susurre, y me fui de ahí antes de volver a escuchar otro comentario de Pierce.

𝐒𝐈𝐋𝐇𝐎𝐔𝐄𝐓𝐓𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora