Este es un espacio dedicado a publicar fichas de campeones del videojuego League of Legends y sus apariciones en todas mis obras. Así mismo se publicarán entradas informativas puntuales a modo de blog.
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Había una vez, en el reino antaño olvidado de Camavor, un pueblo que vivía alejado del trono. Fue allí donde una humilde costurera confeccionó a su querida muñeca, Gwen.
Lo que Gwen recuerda de su pasado, lo recuerda con amor. La costurera y la muñeca pasaban los días creando: las manos de Gwen sujetaban las tijeras mientras su artesana cosía a su lado con aguja e hilo. Por la noche, las dos solían agazaparse bajo la mesa donde cenaban, y allí se dejaban llevar en una serie de duelos improvisados que la costurera proponía a Gwen como desafío; eran enfrentamientos entre la cubertería y las tijeras que resonaban en una cocina iluminada por las velas.
Con el tiempo, los juegos se acabaron y la luz se desvaneció. Gwen no entendía por qué, pero cuando intentaba recordar los detalles, sentía una punzada de dolor, que parecía relacionarse con un hombre cuyo nombre y rostro se le escapaban. Gwen permaneció inmóvil durante siglos, en el silencio y el olvido, mientras la marea oceánica iba borrando sus recuerdos.
Hasta que una noche, sus ojos se abrieron. Gwen despertó por primera vez en una sombría playa lejos de su hogar. Una magia que ella desconocía la había convertido en una niña de carne y hueso, ¡capaz de mover manos y pies por sí misma!
Gwen abrazó la vida con gozo. Atravesó la arena dando brincos, emocionada por lo lejos que podía llegar a ver, lo extraordinaria que era cada piedrecita al tacto y la maravilla que suponía sentir la brisa. Le llamaron la atención los deshechos esparcidos a lo largo de la costa que llevaban abandonados miles de años. Junto a restos de cajas rotas yacían unos instrumentos que le resultaron extrañamente familiares. Tijeras. Agujas. Hilo.
Gwen los reconoció inmediatamente. Eran los utensilios de su creadora. Cuando los tocó con los dedos, un estallido de niebla con una luz reluciente emanó de sus manos. La sensación que tuvo era de seguridad y calidez, como el reconfortante abrazo de un pasado bendito.
Pero Gwen no fue la única atraída por aquella magia.
En las islas acechaba también una niebla distinta. El negro era el color que la caracterizaba, y serpenteaba y se retorcía hasta formar espantosos espectros. Algo de la presencia recién descubierta de Gwen los atrajo: algo que anhelaban obsesivamente.
Cuando los espectros acudieron a por ella, Gwen no se dejó intimidar. Dio una estocada con las tijeras hacia ellos. Por suerte, la niebla que de ella provenía comenzó a llenar más el aire y embrujó el tamaño y la fuerza de sus utensilios, que pasaron de ser de acero a destilar magia espectral.
Pero los espíritus se mostraban implacables. Crecieron en número, alimentados por una Niebla Negra cada vez mayor. Gwen empezó a sentir un trágico dolor que, para su sorpresa, le resultaba familiar. Rodeada de espectros, los recuerdos reprimidos salieron a la superficie. Le vinieron imágenes de su creadora, enferma y herida, yaciendo angustiada. Junto a ella había un hombre cuyo rostro por fin pudo recordar.
El simple hecho de recordar su nombre hizo que Gwen cayera de rodillas. Con tremenda nostalgia, meditó sobre los momentos que había pasado con su creadora, una época más feliz en la que todo era más fácil, y le dedicó una última mirada a sus tijeras...