Este es un espacio dedicado a publicar fichas de campeones del videojuego League of Legends y sus apariciones en todas mis obras. Así mismo se publicarán entradas informativas puntuales a modo de blog.
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A Xayah, hija de la tribu de los Lhotlan, le encantaba escuchar a su padre entonar canciones populares sobre antiguos héroes. Las melodías la transportaban a una era en la que la magia recorría con libertad Qaelin y otorgaba a los Lhotlan un poder inimaginable. Sin embargo, con cada nueva generación, los humanos se adentraban más en sus tierras ancestrales, contaminándola. Al verse alejadas del espíritu de las Tierras Primigenias, las tribus comenzaron a perder fuerzas y vitalidad, y se vieron obligadas a negociar con sus rivales mortales.
Xayah contempló con frustración como los embajadores de su tribu firmaban tratados con los humanos que estos no tardaban en quebrantar. Lo más preocupante era que los mortales habían descubierto los secretos de los quinlons, enormes estructuras que estaban empleando para absorber la magia natural de Jonia y poder expandir sus asentamientos. Aunque Xayah y algunos de sus compatriotas animaron a su gente a luchar, los Lhotlan decidieron aislarse y renunciar al mundo de los mortales. Aferrándose a lo poco que les quedaba. Sin embargo, esta estrategia no sirvió para protegerlos y se vieron expulsados de sus hogares.
Los Lhotlan se convirtieron en un pueblo nómada, y Xayah, en una guerrera por la libertad. No estaba sola. Varias fuerzas rebeldes vastaya estaban comenzando a surgir por toda Jonia y buscaban vengarse de los humanos. Ya no era el momento de negociar. Xayah estaba decidida a emplear sus letales plumas en combate y a desatar la magia salvaje de su tierra.
Tras años entrando y saliendo de las mayores fortificaciones y dejando un rastro de cadáveres a su paso, se la empezó a conocer como "el Cuervo Violeta". No había nadie tan entregado a la causa como ella, que se centraba únicamente en su próxima misión y en el siguiente paso que tendría que dar para liberar a los suyos. Aunque apreciaba en gran medida a sus compañeros rebeldes, prefería operar en solitario, pues se consideraba más eficaz. Pero entonces conoció a otro vastaya que le cambiaría la vida para siempre.
Cuando entró en la montaña remota de Vlonqo en busca de un artefacto vastaya robado, se dio de bruces con una multitud de humanos enfervorecidos. En un escenario frente a ellos, un llamativo artista cantaba viejas canciones vastaya para su público fascinado. Cuando acabó su actuación con un despliegue deslumbrante de trucos baratos, la multitud estalló en aplausos y coreó su nombre: "¡Rakan! ¡Rakan! ¡Rakan!".
El artista hizo una reverencia teatral. A ojos de Xayah, era un bufón. Por muy miembro de los Lhotlan que fuera, ese tal Rakan tenía toda la pinta de ser un necio. Xayah se obligó a ignorarlo y se centró en su misión..., que, la verdad, le resultó mucho más sencilla gracias a la distracción de Rakan. Antes de que le diera tiempo a perderse de nuevo en la espesura, el artista le dio alcance. Tras intentar conquistarla con elogios y fallar estrepitosamente, el descarado vastaya le pidió noticias de los Lhotlan. Cuando le dijo que habían perdido sus tierras, el plumaje del vastaya se oscureció, y la intensidad de su ira pilló a Xayah por sorpresa.
Le habló de su causa, y él le imploró que lo dejara unirse a ella. Xayah veía cierto potencial en su destreza para crear distracciones (aunque poco más) y decidió aceptar su propuesta. Cuando comenzaron sus viajes, Rakan acabó por resultarle tan útil como exasperante. El espectacular bailarín de batalla saltaba y daba volteretas entre los enemigos con destreza, y le ofrecía a Xayah la oportunidad de derribarlos. Su estilo en el campo de batalla casi compensaba su irritante don a la hora de olvidar los meticulosos planes que ella le explicaba.