8:00 A.M.

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Suena el despertador. Seis de la mañana, tan solo dormí cuatro horas con el insomnio que tenía y las altas horas en que seguía observando meticulosamente el diario para prestar atención a cada anuncio de trabajo.
Perezosamente me levanto de la cama, la ducha helada es lo que me despierta al instante que toca y comienza a recorrer mi piel. Salgo, me seco y me visto mientras me observo en el espejo, me falta una afeitada como mínimo. No tardo en afeitarme, lavar mi rostro con agua helada una vez más con tal de despertar una vez más. Intento apresurar mi ritmo en cuanto salgo del baño y empiezo a preparar mi desayuno, reviso rápidamente mi reloj.

—¡Mierda!

Tomo largo sorbo de café, sostengo la rebanada de pan en mi boca mientras corro a colocarme mi chaqueta, salgo corriendo con mi bolso y llaves mientras devoro mi desayuno en un intento de salir apresurado. Entro al auto, rápidamente me coloco el cinturón de seguridad y arranco de una vez, no tardé en estar en aprietos en un taco. Mierda que tengo mala suerte, chequeo la hora una vez más y resulta faltan quince minutos para las siete, devoré mi desayuno pensando que ya eran las siete. Bien, es hora de eres de respirar antes de que tengas un colapso mental y ahora si todo se vaya a la mierda.

—Poner la radio no sería mala idea —me dije a mí mismo, convencido de que si lo decía quizá me calmaría.

No sé quién se puso deprimente hoy pero enseguida se escuchaba la mitad de una balada romántica, imbécil a quien se le haya ocurrido la grandiosa idea de poner un lento una mañana en un día lunes. Maldigo a quien haya dicho que los lentos son la nueva moda. Todo una mierda total.

Finalmente los autos avanzan, al parecer aun la vida no me da la espalda del todo. Avanzo rápidamente y lo logré, ya salí del inmundo taco y contaminación auditiva de mayores idiotas que yo echándole la culpa al resto por llegar tarde a sus trabajos. Lección de hoy; salir más temprano o evadir la congestión de autos.
Anuncia la hora una joven mujer, con una voz calmada informa que son las ocho de la mañana. ¡Si seré imbécil! Ya debería estar en la entrevista, me apresuro mientras anuncian Carrie, un lento más que se han destacado este año pero personalmente lo encuentro deprimente pero aún así, anda a decirle a mi mamá que no la baile con mi papá cada vez que lo ponen en la radio... si es que no quieres comer por el resto del día.

Me estaciono como puedo y algo me distrae pero por un buen motivo, hay un hombre saliendo del local. ¿Es un crimen ver a un hombre? No. ¿Me atraerá? Posiblemente. ¿Es extraño? Definitivamente. Tiene su cuerpo cubierto por capas de ropa, una apariencia de tener el cuerpo frágil, lleva guantes en pleno otoño y unas gafas pero eso no es lo extraño sino su piel. Su piel es morada y pareciera estar decaído que lo hace ver aún más tétrico ¿Todo mientras una balada suena de fondo? Sí. ¿Lo hará un momento posiblemente romántico? Eso es un poco homosexual si se ve de ese lado pero parece típica comedia romántica popular en que uno de los protagonistas conoce su interés romántico, pero este sujeto tampoco tiene pinta de andar de buen humor. Dejando ese absurdo detalle de lado, por mas morada que tenga su piel las cicatrices al costado de sus mejillas pareciera relucir una piel relativamente joven pero aún así como si tuviera una lucha constante por vivir. Su rostro lo dice y en cuanto a cómo se tapa tanto como si de un resfriado se tratase pero algo más grave, ni mencionar la espalda encorvada.

Me atrevo a salir del auto, fue suficiente con espiar a un pobre sujeto que seguramente tiene alguna extraña enfermedad. Salgo y lo primero que hago es pasar al lado del sujeto, él empieza a toser y se le caen las gafas. Retrocedo y procedo a recogerlas por él.

—Ten —se las entrego con una sonrisa.

—Gracias —responde carraspeando para acomodar su garganta, su voz está un tanto ronca.

Endereza su espalda y ahora si parece ser aún más alto que yo, más de lo alto que de por sí ya era estando encorvado. Lo recibe y me queda mirando un rato, paracía estar algo fuera de lugar para él.

—¿Pasa algo? —le pregunto— ¿Necesitas ayuda con algo?

—Estoy bien —toma una pausa suspirando—, de lo que puedo estar bien realmente. ¿Vienes por una entrevista, verdad?

Asiento con la cabeza, dudando un poco porque su mirada hace un rato me mantuvo confuso.

—Llegas media hora temprano.

—¿Cómo sabes eso? —ahora yo lo miro desconcertado.

—Digamos que tengo mucha cercanía con el lugar y tú pareces muy apresurado, además de amable por recogerme los lentes.

No respondo, nos quedamos mirando un rato y él vuelve a suspirar.

—Como sea, suerte con la entrevista.

A pesar que ni una sonrisa me dio, sus palabras eran precisas y honestas, al menos así se sentían. Quedé mirando cómo se iba aún cuando mi único agradecimiento hacia sus deseos positivos hacia mi entrevista él se fue sin pensarlo dos veces.

Este hombre es un total misterio. Si no hubiera pensado erróneamente que mi entrevista es a las ocho en punto quizá jamás me habría topado con este extraño hombre.
Cosas inesperadas que a veces satisfacen el día.

Detrás de las cicatricesWhere stories live. Discover now