Tortura

60 13 2
                                    

—Hey... ha pasado un año exacto desde que te vi ser mordido por esa... cosa. Mierda, aún no sé cómo tu mamá no demanda a esos imbéciles. Jeremy, eras un hermano para mí y ahora esta mierda no tiene sentido. Digo, alguien tiene que pagar. Sé que podrías decir que no valdría tanta la pena, que seria un desgaste de energía y tiempo pero literal moriste el mismo día desde que ese robot te aplastó el cráneo —suspira, siendo un largo suspiro mientras acomoda su cabello hacia atrás—. No es justo menos para alguien como tú, eras un buen amigo y una buena persona. Nos apoyábamos mutuamente pero ahora ya no tengo al hermano que aconsejaban, quien podía contarle todos los chismes hasta cuando tu mamá se metía y tu papá nos decía "ya se pusieron viejas chismosas, las dejo solas" y los tres nos reíamos. A veces le respondías solo para provocarlo más, sabías hacerlo bien y sin que te llegara la cachetada. Que me digas "Evelyn, la próxima vez nos mantienes actualizados" cada vez que me iba.

Ella no sabía cómo continuar, solo quedó mirando fijamente mi lápida.

—Decir que eras amado, un buen amigo y un buen hijo queda tan corto —hace sonar su nariz mientras las lágrimas corren por sus mejillas—. Eras unas maravilla, que Mike se haya dado cuenta de eso por lo poco que he estado en contacto con tu novio... —ríe burlona pero la pena le ganaba aún más— Ya lo sé, no lo es pero admítelo. A la mierda su apariencia, el rey de Inglaterra de verdad te habría tratado como merecías.

A veces no te das cuenta que tan importante eras para una persona hasta que pasa algo. Ver el detalle de tener el mismo tipo de humor, al momento en que lo utilizábamos, todo... jamás me puse a pensar lo tanto nos influenciábamos mutuamente.
Apenas ella limpia sus lágrimas deja un par de rosas encima de la lápida, se agacha y la besa.

—Fue tan lindo poder haber pasado años de amistad contigo, Jeremy. Siempre te amaré.

Dicho esto se levanta y procede a retirarse del cementerio.

Un año pasó tan rápido pero imaginar que luego más años pasarían rápido. Verlos a todos crecer, incluso mis padres. Al poco tiempo se hizo un entierro de dos personas al lado de mi tumba, ver los nombres me dejó devastado. Mis propios padres, los cuales debí enterrar yo, habían fallecido y nunca me pude dar cuenta con la impredecible frecuencia que venían a verme.

—¿Hijo? —escucho atrás de mí.

Miro hacia atrás.

—¿Papá?

Aún con mi confusión él se me acerca y me abraza. Le correspondo el abrazo pero con cierta timidez pero, por sobre todo, con una gran sorpresa.
No veo a mamá por ninguna parte, todo se siente tan extraño a este punto.

—¿Por qué sigues aquí, hijo mío?

—Hay alguien que necesito cuidar aún —respondo con timidez.

Él me mira, mostrando cierto sentimiento con una mueca en sus labios. No era una mueca desagradable, era como si aprobara mis sentimientos.

—¿Podrías perdonar a esta vieja alma por todas las cosas que alguna vez dije?

—Claro que te perdono, te perdoné hace tanto tiempo —contesto con convicción—. Papá, nadie nace con un manual de cómo ser buenos padres o ser buen hijo, y aún así siempre te abriste a tu tiempo y manera de aprender. Eso siempre te lo reconoceré aunque nunca hayamos hablado de sentimientos y emociones.

Ambos lloramos por el reencuentro, estando muertos pero aún así era tan emotivo poder hablar de el tema después de tanto tiempo y después de toda la vida que tuvimos.

—Hijo, la persona que necesitas cuidar, ¿es alguien que conozcamos? —pregunta para luego mirarme con esas miradas de "sé que alguien te gusta".

Me sonrojo, eso es bastante obvio pero me pone bastante nervioso la pregunta. Es inevitable y quizá un tanto predecible ya que para mi padre siempre he sido alguien sensible, algo que con el tiempo aprendió a aceptar y querer.
No sabía cómo responder, tampoco quería mentirle. Quedamos en un largo e incómodo silencio y él me queda mirando con cara de "dime, no te voy a morder" porque claramente estamos muertos. ¿Qué va a hacer? ¿Matarme?

—Esta bien, déjame contarte un secreto que solo tu madre sabe —suspira y coloca sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Tú tenías una tía sin que supieras de su existencia, pues falleció meses antes de que nacieras. Era de parte de la familia de tu madre y era la única con la que podíamos hablar, según la familia ella falleció en extrañas circunstancias pero en realidad fue asesinada porque el padre de tu madre vio que estaba con otra mujer. Ese día tu madre y yo prometimos que si teníamos un hijo lo aceptaríamos sin importar la condición que tenga. Mientras esté con una buena persona seremos felices y estábamos dispuestos a matar si alguien te hacía algo.

—¿Cómo nunca me enteré de eso?

—Nunca vimos la necesidad de hacerlo después de que tu madre casi te pierde durante el embarazo. Así que por favor hijo, confía en mí.

Suspiro nervioso, estiro mis brazos intentando quitar esa tensión en mi alma. Vuelvo a suspirar pero con mayor alivio.

—Es Michael, el hombre que estuvo en el hospital con ustedes y consoló a Evelyn. Él no tendrá la mejor apariencia del mundo pero tiene un bonito corazón.

—Entonces realmente te criamos bien —sonríe.

Me da un par de palmadas en la espalda mientras ríe por su comentario. Esas risas de viejo contento y que sabe que ha hecho bien en su vida.
Damos un largo paseo por el cementerio, charlando de la vida que habíamos vivido, de los viejos recuerdos que se convirtieron en anécdotas, las humillaciones y desilusiones que pasaron a ser chistes con un humor fuerte, los concejos que nunca fueron seguidos y la familia, por sobre todo la familia que fuimos. Papá se veía tan contento de verme pero había algo que no calzaba.

—Papá, ¿por qué mamá no está acá con nosotros?

—Jeremy, tu madre se fue en paz y me despedí de ella, era yo quien no podía irse en paz. Me carcomía lentamente el saber que nunca pude hablar lo que acabamos de hablar estando con vida, lo hicimos ahora y eso hace que sienta tan bien. Ahora que estoy charlando contigo me siento preparado para irme, ya no hay culpa que torture mi alma.

Paramos de caminar, habíamos vuelto a nuestras tumbas. Él me abraza sin soltarme por un largo rato y besa mi frente.

—De verdad me alegra haberte hablado una última vez —me despido—. Los extraño tanto.

—Y nosotros a ti. Te amamos y sigues siendo amado, por favor nunca olvides eso. Hasta la siguiente vida, hijo mío.

Frente a mí presencio cómo desvanece su alma poco a poco, él mantiene su sonrisa hasta que ya no lo pude ver más.
Podía irme ahora pero no podía, necesitaba saber de Mike y es tan absurdo porque a penas lo conocía y aún así cada vez que venía a mi tumba podía saber de su día, de su vida, el pasado que llevaba cargado. Todo de él hace cada día sea tan difícil irme. Ahora la tortura recae en mí.

Detrás de las cicatricesWo Geschichten leben. Entdecke jetzt