Conocido

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Estoy agotado, Fritz tenía razón. Ellos me mantuvieron en alerta constante, fue la única persona que me advirtió y menos mal lo hizo.

No puedo descansar, necesito respuestas. Supuestamente es un local familiar e infantil, por sobre todo dirigido a un público infantil, no pueden mantener en secreto todo el tiempo acerca de animatronicos con funcionamiento propio y comportamiento hostil.

Al momento en que llegué a mi casa lo primero que hice fue intentar dormir, nada, solo tuve pesadillas respecto a la noche que tuve e inmediata fui a la pizzería a intentar por lo menos negociar un cambio de turno, nuevamente me topé con el mismo hombre cercano al local. Posiblemente él tenga respuestas al respecto, si después de todo fue la única persona que me advirtió directamente al respecto a diferencia de la persona que me guiaba a través del teléfono, igual tenía algo útil respecto a dar poca información de los animatronicos, algunos mal funcionamientos por los que tenga que usar la mascara de Freddy y darme una bienvenida más cálida a diferencia de quienes supuestamente debería estar cuidando junto al local.
Mi cabeza daba vueltas entre las pesadillas y los recuerdos de mi primera noche que había un punto por el cansancio que no sabía por dónde mirar, sentía que poco a poco me empezaba a hiperventilar y el mundo daba vueltas, a penas podía caminar. Sentí una mano tomándome del brazo y una voz conocida frente a mí.

—Sígueme, lentamente —dice, claramente era alguien conocía con aquel acento británico en su voz.

Me aleja de la pasada para no quedar en medio de la calle. Alzo la mirada como puedo pero no soy capaz de mirarlo a los ojos y eso me empieza a desesperar aún más, es allí donde toma de mis manos con delicadeza y sus pulgares acariciándome con suavidad.

—Descríbeme las cosas que ves, al menos tres.

Giro mi cabeza y me fijo en lo primero que mis ojos.

—Un semáforo —tomo una pausa por dudar en lo que hacia, apretuja suavemente mis manos un par de veces seguidas, dándome una señal de continuar—, es un color verdoso oscuro, con tres luces y la que más se destaca es el rojo.

Vuelvo mirar al frente y es allí donde veo un cartel, no lo pienso dos veces y simplemente doy mi segunda respuesta.

—La pizzería con esos colores llamativos y esos animatronicos que a este punto no entiendo cómo a los niños les encanta.

—Enfócate —me interrumpe—, inhala y exhala lentamente.

Cierro mis ojos y comienzo por inhalar unos cuantos segundos, sostener la respiración y una vez que exhalo lentamente los abro solo para ver sus ojos finalmente. No parecía expresar mucho pero sí me daba la calma necesaria para poder relajarme.

—Perdón, no debería estar aquí en primer lugar...

—¿Por qué pides perdón cuando estabas a punto de tener un ataque? —me interrumpe alzando levemente una ceja.

—No sé, no veo normal que recurra a un desconocido.

—Pues yo te ayudé aún sin saber tu nombre realmente.

Quedé mudo. Mierda, qué vergüenza. Él se presenta con su nombre, me ayuda y yo aquí de idiota con mala memoria se me olvida que no me presenté. Esto es incómodo.

—Fitzgerald —digo pero sacudo mi cabeza nervioso, vuelvo a comenzar—. Mi nombre es Jeremy Fitzgerald. Perdón, debí haberlo dicho antes cuando me dijiste tu nombre.

Él me regala una leve sonrisa y suelta mis manos. Este tipo es raro, ¿cómo se supone que debo reaccionar a eso?

—Esta bien. Un gusto conocerte, Jeremy.

—Ni que fuera la reina de Inglaterra —comento con ironía junto a una risa nerviosa al final. 

Fritz me queda mirando. Si serás imbécil Jeremy, él debe ser británico. Creo que dije algo malo, está tardando demasiado en responder, además acaba de suspirar y evadir la mirada. ¡Genial, mierda que soy un genio! Insulta e incomoda a la persona que te acaba de salvar de un ataque de ansiedad, gran idea.

—Entonces supongo que si te pregunto tres países en América sabrás responder sin decir estados, ¿verdad? —pregunta alzando una ceja y llevando sus manos a la cintura, en una posición desafiante pero su voz no parece del todo molesta.

—Seré rubio pero no idiota.

Ambos reímos, al parecer no había dicho nada malo después de todo.

—Supongo que ahora me explicarás el porqué te encuentro aquí a estas horas —cambia el tema—. Solo si gustas, deberías estar descansando para tu turno.

Me quedo callado, pensativo. ¿Cómo puedo responderle cuando en realidad soy yo quien quiere respuestas por su conocimiento de los animatronicos? Él debería darme a saber qué carajos está pasando, la razón del porqué mierda aún está permitido que los niños se acerquen, jueguen y hablen con animatronicos siendo que ellos son un peligro para las personas. ¿Cómo es que sigue activo el local?
Pasa su mano por mi hombro, vuelvo al presente. Son demasiadas preguntas, me conviene partir por responder la suya.

—Tenías razón con tu advertencia de anoche. Ellos no fueron muy amigables si podemos decir.

Él me interrumpe volviendo a tomar de mis manos, estaba rascándome y refregando mis manos con cierta agresividad sin darme cuenta. Todo por buscar un poco de calma y responderle.

—Solo... —tomo una pausa tragando saliva, intentando evitar llorar— S-Solo me preguntaba si podía cambiar el turno de nocturno a diurno, debe haber alguna posibilidad, Fritz.

No responde inmediatamente. Es raro ver a un hombre llorar y lo sé, no es propio de la masculinidad, quizá me trate de exagerado o maricón. Esto es un error, de seguro no es para tanto, quizá solo estoy exagerando efectivamente y debo poder sobrevivir más noches. No debe ser tan terrible realmente, debí guardar mis emociones.

Fritz suspira, acomoda su gorra y queda pensativo por tan solo unos cuantos segundos. Ya no parece juzgar sino analizar.

—Déjame hablar con el jefe, llevo mas tiempo y tendré mayor facilidad de que pueda cambiar mi turno por el tuyo, ¿entendido? Nadie más debe pasar por ese infierno.

Parecía molesto al mencionar el infierno, casi con una convicción que no sé de dónde habrá sacado repentinamente.
Asiento con la cabeza, suspiro esta vez yo de alivio porque no me llegó una lluvia de insultos por su parte.

—Ahora vuelve a tu casa, relájate lo que más puedas —procede a sacar una libreta, anota algo y arranca la hoja que me termina por ofrecer—. Ten, es mi número, llámame una vez que llegues allá y no olvides comer algo.

Nuevamente asiento con la cabeza, embobado con su mirada y sin poder dejar de prestar a ese acento británico reflejando una extraña preocupación. Se ve tierno demostrando preocupación pero tampoco quiero preocuparlo apropósito.

—Pero me llamas, Fitzgerald. Necesito volver ahora y saber que sí lo harás.

—¡Sí! —alzo la voz sin querer, carraspeo llevando mi puño a mi boca para nuevamente responder— Sí, lo haré.

Ante mi sonrojo Fritz suelta una risa, no era una risa burlona ni de esas que se escuchan a kilómetros ni de esas que se sentían eternas. No, es de esas risas que sueltas cuando encuentras algo adorable que por los nervios o por reacción propia te da ternura y gracia.

Él me da la espalda lentamente y vuelve a trabajar mientras yo lo veía irse, despidiéndose de mí con su misteriosa sonrisa. Con él no hacía falta intercambiar muchas palabras cuando de lo poco que interactuamos su silencio a sido cómodo y su sonrisa ha sido la más acogedora.
A veces pienso que su nombre no encaja del todo, deben ser suposiciones mías.

Detrás de las cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora