Descanso

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Han pasado años y habían días que veía a Evelyn y Mike visitarme juntos. Ella con el pasar del tiempo le miraba con pena al igual que yo, su estado había empeorado y venían más al anochecer para evitar sustos innecesarios.
Habían días que hablaban frente a mí, de cosas tan simples como el saber qué desayunaron, el que harán, de que Evelyn intente hacerle reír solo para que Mike diga "ustedes eran iguales" y cayeran en la nostalgia. Menos de un mes que nos conocimos y su presencia ya lograba aliviarme, reconocer algunas emociones mías, conocerme poco pero el interés estaba.

—¿Qué tienes mañana? —le pregunta ella con un buen ánimo.

—Trabajo —responde serio y a secas.

—¿Otra vez en esa pizzería? Insisto, no me da buena espina y además mira cómo estás. Si Jeremy te viera...

Evelyn se interrumpe sola y procede a mirar mi tumba. La pena vuelve en ambos.

—¿Sabes? A él le gustaba reírse de los clichés pero amaban las rosas de una manera que ni él se llegaba a explicar, sus favoritas eran las amarillas porque decía que combinaba con su cabello.

Mike le queda mirando, no dice nada pero claramente pedía parar. Él empieza a derramar unas lágrimas a lo que Evelyn le abraza haciéndole cariño en la espalda.

—Supongo que la próxima vez que vengamos juntos traeré rosas amarillas —responde apenado.

No es una persona que claramente llora frente a cualquiera y es allí donde más choca el hecho de que hayan pasado tantos años, Mike vaya en camino a sus cincuenta y tantos años junto a mi mejor amiga, todo este tiempo se hayan apoyado mutuamente al punto de que se hayan abierto quien sabe hasta qué punto hayan logrado hablar. Ninguno de los dos son el tipo de persona que les cuenta cualquier cosa a otros, al contrario, tendrán las diferencias de uno ser mas extrovertido y otro más introvertido pero ambos comparten el ser personas discretas, no a cualquiera consideran amigos.

—Mira, en dos días más sería su cumpleaños. Juntémonos a la misma hora, ¿te parece? Porque no creo que quieras quedarte más aquí.

—Me parece una encantadora idea. Gracias... realmente necesito estar solo ahora.

Ella le sonríe y Mike procede a marcharse. Evelyn queda mirando cómo se va pero no esas miradas que suspiran por amor sino de esas que sospechan que algo malo va a pasar junto a un suspiro pesaroso de cansancio y preocupación.

—Supongo que solo somos tú y yo, Jeremy —susurra—. Al menos tendré tiempo mientras mi marido espera en el auto por mí, tengo cinco minutos, viejo amigo.

Evelyn sonríe entusiasmada, risueña como si pudiera mirarme. Da un par de saltos de emoción y muestra un aparato de su bolsillo, es lo que consideran como celular en estos días. Abre un icono que la lleva a un montón de fotos, ella busca emocionada hasta mostrar en dirección dónde ella cree que me encuentro.

—Es mi hija —sonríe—. Mi bebé ya está grande, la próxima semana se va a la universidad, quiere estudiar derecho. Aunque le digo que no sé si sea bueno que ella y su pareja vayan a la misma universidad porque usualmente no termina todo bien pero si ella es feliz.

Suspira y guarda el celular en su bolsillo.

—A veces ella pregunta por ti y me abraza cada vez que me ve mirando una foto tuya.

Hace sonar su nariz y limpia la lágrima que se le escapaba. Lleva sus manos al bolsillo de su chaqueta, se despide y promete volver en dos días más con Mike y se marcha sonriéndome.

Tantos recuerdos suyos que podrían haber sido míos también y me los pierdo por no tener un cuerpo. Habría sido tío, posiblemente el típico tío con el que habrías ido por ser más chistoso, con el que puedes contar por cada cosa y al que recurres por alguna pena de amor. Hubiera amado haber estado presente desde el día en que Evelyn se embarazó.
Ni hablar con Mike, le habría apoyado y habría estado aún a su lado con su estado actual aunque admita que me duele verlo cada vez como si de un cadáver andante se tratase. Solo conmigo se quita lo que cubre su rostro, su sonrisa se ha desvanecido con el tiempo desde que algunos de sus dientes empezaron a caerse, se rapó una vez que notaba que estaba quedando calvo y cubría su rostro con una mascarilla y bufanda ya que su nariz ya no estaba, ya no la tenía. Lo peor de sus palabras es escucharlo entre la desesperación y la sed de obtener respuestas respecto al paradero de su madre que sabe que sigue con vida el maldito bastardo. Decía que haría todo lo necesario para acabar con él.

Detrás de las cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora