Café

88 14 0
                                    

De mis vagos recuerdos los que más se repiten fueron las pocas semanas que pude esperar por la respuesta de la entrevista para poder obtener este maldito puesto de guardia, aunque maldito suena muy poco como para describirlo.
Recuerdo haberme topado antes con él, al menos en un par de ocaciones que no fueron del todo agradable para mí.

Iba por la calle pasando cerca de un supermercado que quedaba a tan solo un par de cuadras del local. Él por el mismo pasillo, al principio parecía casualidad hasta que nos topamos tres veces más siendo que es el más grande que he podido tener más cerca de mi casa. Los dos evadíamos el contacto visual y un tanto malhumorado. Al salir de allí con las bolsas y todo, sentí que tenía cierta complicación con una más pesada que la otra, no pude evitar tener la necesidad de darme media vuelta y hacer algo al respecto. Obviamente no reaccionó muy bien al principio, pero tampoco se negó a la ayuda ya que por su aspecto no todo estaban muy dispuestos a ofrecerle una mano.

—¿No eres el mismo sujeto que iba a la entrevista media hora temprano en la pizzería?

—Sí, también el mismo que te recogió los lentes —respondí nervioso.

Quedamos en silencio hasta llegar a su auto.

—Es una pena —comentó.

—¿Qué cosa? —pregunté dudoso.

—Que hayas postulado al trabajo en la pizzería.

Le quedé mirando molesto.

—¿Disculpa? ¿A caso es para que no te quite el título de "empleado del mes"? —respondí ofendido.

Fritz no había dicho nada por tan solo un par de segundos. Su rostro no expresaba nada, solo se había quedado mirando las bolsas en la cajuela y luego de ese par de segundos, que pude percibir bajo mi noción del tiempo, me mira de pies a cabeza hasta cruzar con mi mirada de una vez. Le alcé las cejas exigiendo una respuesta.

—No —se dignó a responder serio—. Pensé que si no fuese así ahora mismo te habría pedido intercambiar números y ser amigos.

—¿No haces amigos en tu trabajo?

—No, no son de confianza.

—Pero...

Interrumpió mi respuesta cerrando la cajuela con fuerza, casi como si exigiese silencio. Me miró con cierto interés pero sus palabras seguían sin tener sentido. Y cuando que me miró de esta forma es que es esa típica mirada relajada, como que su rostro y cuerpo se noten relajados. Si no le incomodaba, ¿por qué mierda me alejaba?

—Se tardarán en responder pero posiblemente te aceptarán —dijo con total seriedad, acercándose haciendo que elevara más mi mirada por lo alto que es.

—Eso es bueno, gracias —sonrío incrédulo.

Él suspiró. Mierda, este sujeto se la pasa suspirando, deberían darle un respiro.

—Si tú lo piensas —respondió sin ganas—. Si fuese así, ¿aceptarías tomar un café en los cambios de turno?

En ese momento pensé que estaba loco. Claro, no tiene sentido que si le estás tirando mierda indirectamente a alguien, luego subir el ánimo para quedar de buena persona de que le aceptarán en el trabajo que postula para después retractarse totalmente y empezar una amistad, todo eso en menos de cinco minutos es lo que hizo que me molestara.

—No lo creo —sonreí burlón—. Y créeme que me verás como empleado del mes, me voy a esforzar el doble hasta el triple que usted.

Fritz sonríe levemente pero con una mirada melancólica, al menos así percibí y sigo convencido de eso pero claro que me extrañó que en ese momento esa fuera su primera reacción.

Detrás de las cicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora