Capítulo 1

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Amanecía cuando Camila se despertó en la habitación del hotel. La boda había salido a la perfección. Su hermana Sofía estaba radiante y Finn, su marido, parecía el hombre más orgulloso del mundo.

Su padre, lleno de satisfacción por celebrar el matrimonio de otra de sus cuatro hijas, había dado un sermón impactante desde el púlpito de la catedral de Sidney en la que ejercía de obispo. Y su madre había interpretado a la perfección el papel de emocionada madre de la novia.

Era una lástima que la hermanastra de Finn, Lauren Jauregui, hubiera ejercido de madrina, pero se había comportado relativamente bien e incluso había dedicado un sincero cumplido a las damas de honor. Al menos hasta que posó su irónica mirada sobre ella. Pero Camila le había sonreído. No quería que nada ni nadie estropeara el día a su hermana.

Odiaba a Lauren y ella lo sabía. Era evidente porque no paraba de mirarla con expresión cínica. Parecía querer mandarle un mensaje silencioso: tres veces dama de honor; ninguna de ellas novia.

Camila alargó una pierna y se quedó paralizada al tocar otro cuerpo. Contuvo el aliento. Si encendía la luz para ver quién era podía despertarlo. Se deslizó hacia el borde. La habitación estaba sumida en la oscuridad. Podía oír la respiración rítmica y el roce del cuerpo del desconocido contra las sábanas. Alargó la mano y encendió la lámpara de golpe.

—¡Dios mío!—Exclamó—¡Tú!— Miró espantada al otro cuerpo que no era nada menos que; Lauren Jauregui, las sábanas la envolvían, pero no podían ocultar la silueta sinuosa de su cuerpo.

—Hola, Camila—Saludó ella con voz soñolienta—¿Has dormido bien?

Ella se cubrió con el albornoz del hotel. Llevaba una maravillosa ropa interior, pero no estaba dispuesta a que Lauren tuviera el privilegio de verla—¡Sal de mi habitación!

Ella se giró hacia la morena con expresión maliciosa. Su torso femenino de músculos marcados quedó al descubierto al igual que los medianos senos con pezones marrones.

—¿«Tú» habitación?

—Si no te marchas llamaré a seguridad—Camila miró hacia donde había dejado la maleta, pero no la vio—¿Dónde están mis cosas?

—En tu habitación—Respondió ella, y al estirarse, las sábanas se ciñeron en torno a su pelvis.

Camila apartó la vista y se lanzó al cuarto de baño. Allí no estaban sus cosméticos, sino una cuchilla de afeitar, con la que sospecho que fue con la que se depiló las piernas, un aftershave y un cepillo de para peinar.

Salió a grandes zancadas y al ver a Lauren sentada en la cama y apoyada indolentemente en las almohadas su furia se disparó.

—¡Me has quitado las cosas!—Exclamó, acusadora. Y fue hasta la mesilla para usar el teléfono—Voy a llamar a recepción para que...

Una mano grande y poderosa se cerró sobre su muñeca.

—Si fuera tú, no lo haría—Le advirtió Lauren, mirándola fijamente.

—Suéltame.

—Harías el ridículo cuando comprobaran que eres tú quien se ha equivocado de habitación.

—No me he equivocado. Anoche entré con mi llave.

—La puerta estaba abierta. Vine por una cosa para Finn y se me olvidó cerrarla al salir.

—No te creo.

Lauren se encogió de hombros y le soltó la mano. Camila se la frotó, no tanto porque le doliera como para librarse de la sensación de sus cálidos dedos.

Boda por escándalo Where stories live. Discover now