XIV

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 Los Campos de Asfódelos parecía una cancha de fútbol (aunque cien veces más grande que una normal). No había ni un rayo de luz, sólo los destellos grises que emitían las estalactitas en el techo de la caverna. Los espíritus que paseaban sin destino en las sombras. La hierba negra, pisoteada por pies muertos. y árboles también negros que, según Grover, eran álamos. Soplaba un viento cálido y pegajoso.

Annabeth, (t/n), Grover y Percy intentaron esconderse entre los espíritus por si volvían los demonios de seguridad. Algunos muertos se les acercaban y les hablaban, pero lo único que escuchaban eran chillidos parecidos a los de un murciélago. En cuanto se daban cuenta de que ninguno de los cuatro los entendían, fruncían el entrecejo y se apartaban.

Los muertos no daban miedo. Sólo son tristes.

Siguieron abriéndose camino, metidos en la fila de recién llegados que serpenteaba desde las puertas principales hasta un pabellón cubierto de negro con un estandarte que decía:

Juicios para Elíseo y la condenación eterna.

¡Bienvenidos, muertos recientes!

Por la parte trasera había dos filas más pequeñas.

A la izquierda, espíritus escoltados por demonios de seguridad marchaban por un camino pedregoso hacia los Campos de Castigo, que brillaban y humeaban en la distancia, un extenso y agrietado terreno sin cultivar con ríos de lava, campos de minas y kilómetros de alambradas de espino que separaban las distintas zonas de tortura. Incluso desde tan lejos, se podía ver a la gente perseguida por los perros del infierno, quemada en la hoguera, obligada a correr desnuda por campos llenos de cactus o escuchar ópera y torturas peores, indescriptibles.

La fila que llegaba del lado derecho del pabellón de los juicios era mucho mejor. Ésta conducía camino abajo hacia un pequeño valle rodeado de murallas: una zona residencial que parecía el único lugar feliz del inframundo. Más allá de la puerta de seguridad había vecindarios de casas preciosas de todas las épocas, desde villas romanas a castillos medievales o mansiones victorianas. Flores de plata y oro lucían en los jardines. La hierva ondeaba con los colores del arco iris. Se oían risas y había olor a barbacoa.

El Elíseo.

En medio de aquel valle había un lago azul de aguas brillantes, con tres pequeñas islas como una instalación turística en las Bahamas. Las islas Bienaventuradas, para la gente que había elegido renacer tres veces y tres veces había alcanzado el Elíseo.

"De eso se trata." comentó Annabeth "Éste es el lugar para los héroes."

Abandonaron el pabellón del juicio y se adentraron en los Campos de Asfódelos. La oscuridad aumentó. Los colores se desvanecieron en sus ropas. La multitud de espíritus charlatanes empezó a desaparecer.

Tras unos kilómetros caminando, empezaron a oír un chirrido familiar a la distancia. En el horizonte se podía ver un reluciente palacio de obsidiana negra. Por encima de las murallas merodeaban tres criaturas parecidas a murciélagos: las Furias. Parecía que los estaban esperando.

"Supongo que es un poco tarde para dar la vuelta." comentó Grover, esperanzado.

"No va a pasarnos nada." dijo Percy tratando de aparentar seguridad.

"A lo mejor tendríamos que buscar en otros sitios primero." sugirió el sátiro "Como el Elíseo, por ejem-"

"Vamos, no seas gallina." (t/n) lo agarró del brazo y tiró de él.

Grover emitió un gritito. Las alas de sus zapatillas se desplegaron y lo lanzaron lejos de (t/n). Aterrizó dando una buena caída.

"Grover." lo regañó ella "No te hagas el tonto."

ᴘᴇʀᴄʏ ᴊᴀᴄᴋsᴏɴ: ʟᴀᴅʀᴏ́ɴDove le storie prendono vita. Scoprilo ora