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BLACK

—¿¡Que tú qué!?

Hice un gesto con la mano para que Aiden no gritara como si le fuese la vida en ello. Debíamos mantener un tono bastante monótono para que la gente no se enterase.

—Cállate, joder. ¿Quieres que lo sepa toda la facultad? Algunos ya habrán agudizado el oído.

—Ni se te ocurra, Angie.

—Es la única opción que me queda.

—¡No lo es!

—¿¡Podrías dejar de gritar!?

Ahí fui yo la que elevó la voz, llamando cada vez más la atención de los alumnos y algunos catedráticos.

—Estas estudiando para ser profesora, Angie. Profesora de infantil nada menos. ¿Y ahora quieres meterte en ese antro a trabajar para ganar cuatro duros?

—Necesito el dinero, Aiden.

—Y yo necesito que estés bien.

Una cabellera negra como el cielo de la noche se sentó a nuestro lado.

—Se os escucha desde el otro lado de la cafetería. —dijo la muchacha. —¿Qué me he perdido?

—Camila, tu mejor amiga pretende meterse en el Infernus a trabajar. —susurró lo más que pudo para que sólo lo oyésemos las dos.

—¿¡Qué!?

—Que no gritéis...

—¿¡Que no gritemos!? ¿¡Pero acaso te has vuelto completamente loca!?

Me quedé callada.

No sabía qué decirles. Bueno, había una cosa que debía decir pero... supongo que era mejor callarse.

—Necesito el dinero, Cami.

—Podrías trabajar para mi padre. La panadería está a rebosar siempre de gente y necesita más personal.

—Lo siento, Cami. Pero ya he tomado una decisión.

Ambos se quedaron callados.

—¿Lo sabe tu hermano? —preguntó entonces Aiden.

—Por supuesto que no. ¿Quieres verme muer...? —me callé al instante.

Un silencio incómodo nos recorrió a los tres. Entonces, comencé a recoger mis cosas con avidez para poder salir de allí lo más pronto posible.

—Debo cuidar a mi abuela. Adiós chicos.

Corrí como si el mundo se fuera a acabar. La mochila prácticamente se me caía del hombro y las carpetas se resbalaban de mis manos. Corrí por toda la calle y crucé la carretera sin percatarme de que el semáforo de peatones estaba en rojo. Un coche deportivo del mismo color del semáforo vino hacia mí a velocidades insospechadas. Estaba claro, me iba a reunir con mis padres en el cielo.

Cerré los ojos, pero lo último que recuerdo es una mano en mi brazo, tirando de mí hasta quedar aprisionada contra un cuerpo musculoso. El humo negro que creía que era del impacto del coche contra una farola, nos rodeó y desaparecimos al instante.

Mi cabeza daba vueltas, no conseguía saber con claridad qué había pasado ni quién era ese hombre que me tenía protegida, pero quería darle las gracias. Y de repente, mi cuerpo cayó como una pluma, preparado para el impacto contra el suelo tras el desmayo.

Aunque ese golpe nunca llegó.



WHITE

Cuando Phobos me dijo el nombre de la chica supe que tenía que verla una vez más.

INFERNUS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora