8

35 5 2
                                    

WHITE

Lo sabía. Ella lo sabía, y ya no había vuelta atrás. Me puse tan nervioso cuando la miré allí, de pie en mi mundo, en mi reino, que solo podía pensar en una cosa: quería que ella fuera la reina.

¿Pero como debía decirlo? Ni yo lo sabía. Lo único que sabía era que quería que viviese en mi castillo. Su familia podría vivir allí. Se la presentaría a mis hermanos, a mi madre...

Por el momento, me obligué a mí mismo a borrarle la memoria cuando volvimos al mundo humano. No podía arriesgarme a que se lo contara a nadie, pero... en realidad no quería que lo olvidase. Sin embargo, tuve que hacerlo. Cuando volvimos al callejón de mi club, hice que mis ropas se volviesen normales para el mundo terrestre y luego mis manos emitieron unas llamas naranjas. Las puse a los dos lados de su cabeza, pensé que se asustaría con tal gesto, pero no hizo nada.

—Olvidarás todo lo que has visto. Olvidarás quién soy. Solo trabajas para mí. —su rostro inexpresivo me ponía cada vez más nervioso. No sabía si de verdad estaba olvidando o me estaba haciendo creer que lo hacía. Cuando terminé mi hechizo, cosa que Moira me enseñó, la miré directamente a sus ojos verdes, ahora bastante oscuros por la poca luz que hay allí. —¿Quién soy? —la pregunté.

—El Señor White. —dijo aún sin expresión en el rostro. No me daba buena espina.

—Y... —dije para incitarla a que siguiera para ver si realmente lo había olvidado.

—Mi jefe. Bueno, mi ex-jefe.

Suspiré aliviado.

—Bien. —dije. —Ahora entra. Tenemos que hablar.

—¿Sobre...?

—Tu trabajo.

—Ss supone que me despidió. —dijo cruzándose de brazos.

—Cambié de opinión.

—¿Por qué? —dijo molesta. Y era totalmente normal. Estúpido Zeus, no me has ayudado en nada. Me has creado más problemas.

—Charles. —dije. Fue lo único que se me ocurrió. Frunció el ceño, confundida. —Necesita ayuda en la barra. —la punzada de dolor fugaz que pasó por sus ojos no pasó desapercibida. —Entra. Hay mucha gente ya.

Sin decir nada más, entró en el club, no sin antes volverse hacia mí. Sus ojos me recorrieron de arriba a abajo. Mi corazón empezó a latir como loco con ese simple gesto. Joder, ¿qué me estaba haciendo esa chica?

—¿No entra, Señor White? —dijo con un tono que no supe descifrar. Se me puso dura al instante. Joder, ¿por qué me miraba fijamente?

—Sí. Ahora entraré. En un momento.

—¿No entra conmigo?

—No quedaría bien que el jefe entrase acompañando a una empleada.

Se quedó callada. No dijo nada más y desapareció de mi vista adentrándose en mi imperio. Me di la vuelta, adentrándome en el callejón. Froté mi cara y mi pelo con frustración. Ángela no se estaba comportando normal, como solía comportarse antes, y lo peor es que me ponía como una moto.

Entré cuando me calmé un poco. La vi ya en la barra, sirviendo y sonriendo a los clientes. Me vio y después me ignoró por completo, girándose hacia un baboso que no hacía más que hablarla. La vi sonreírle y el imbécil le cogió la mano. Las chicas revoloteaban a mi alrededor y yo solo tenía ojos para la chica que me había cautivado por completo. Quería sacarla arrastras de allí y alejarla de aquel capullo, pero no podía arriesgarme a hacer eso delante de tanta gente.

INFERNUS ©Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα