9

31 4 2
                                    

BLACK

No sé exactamente qué sentí cuando el hombre que tenía delante se abalanzó sobre mí para besarme.

¿Miedo? No, era el mejor Dios del Olimpo.

¿Tristeza? Puede, me engañó en mi propia casa y después de despidió de buenas a primeras.

¿Felicidad? Debería decir que sí, pero tampoco es eso. Es una sensación extraña que no sé interpretar.

Lo único que sabía ahora mismo es que Hades no iba a parar. Y yo tampoco. Me caí sobre la cama con él encima y empezó a subirme la blusa por encima de la cabeza hasta quitármela. Me quitó también el sujetador y empezó a besarme el cuello y los pechos. Notaba que estaba muy excitado, y aún así sabía que esto no estaba bien.

—Para. —le dije.

No lo hizo, por supuesto que no. Siguió con su labor y pensé que iba a volverme completamente loca.

—Hades... —le llamé por su nombre , a lo que me contestó soltando un gruñido. —Para...

Levantó la cabeza para mirarme. Sus ojos oscuros me transmitían varias emociones: deseo, anhelo, excitación, súplica. En realidad no quería parar, pero sabía perfectamente que estaba casado. Me intenté apartar pero él me sujetó con fuerza.

—Vaya, vaya. —una voz femenina nos interrumpió. Mierda.

Hades se levantó y me tapó con las sábanas, las cuales estaban empapadas de sudor de él con la otra mujer. Aparté rápidamente la tela de mi cuerpo y me puse la blusa, para después levantarme como alma que lleva el diablo y salir por la puerta. Pero algo, o más bien alguien a distancia, la cerró de golpe y con seguro.

Me giré aterrorizada para mirar a la mujer que tenía de repente a pocos metros de mí. Una sonrisa siniestra le cruzó la cara para mirarme con clara superioridad y bastante tirria.

—¿Eres tú el angelito que está corrompiendo a mi marido? —me quedé paralizada. No sabía qué narices decir a una diosa del Olimpo. —¿No dices nada? Responde.

—¡Basta! —el grito de Hades nos sorprendió a las dos. Perséfone se dio la vuelta y volvió a mirarme después a mí con un odio inmenso.

Se dio media vuelta y fue andando lentamente hasta Hades, pero justo entonces se volvió hacia mí y actuó tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar, y al Señor White tampoco. Perséfone lanzó una fuerza extraña contra mí, empotrándome contra la puerta, golpeando mi cabeza fuertemente contra ésta y aprisionándome la garganta impidiendo que respirase. Me estaba, literalmente, ahogando.

—¡Perséfone! —Hades se lanzó contra ella y la tiró al suelo. El hechizo cesó y yo caí de bruces mientras la vista se me nublaba por la falta de aire. Hades corrió hacia mí y me levantó en brazos. —¿Estás bien?

Quise responderle, pero el aire seguía sin llegarme a los pulmones. Apareció una humareda negra de repente y nos envolvió a Hades y a mí. Vi la expresión de odio de Perséfone. Se abalanzó contra nosotros, mirándome directamente a mí. Por impulso, cerré los ojos y me aferré con fuerza al cuello del hombre que me sostenía.

De pronto, mi cuerpo iba bajando y noté que Hades me posaba sobre el suelo. Abrí los ojos, primero uno y luego otro para cerciorarme de dónde estábamos. Un trozo de tela negra voló delante mío. Me volví y vi a mi jefe con su túnica negra con un broche dorado para sujetarlo a su cuerpo, quedando descubierto parte de sus pectorales y abdominales. Se dio cuenta de que lo miraba, porque soltó una carcajada con su voz, ahora más ronca que antes. Me giré con las mejillas sonrosadas con un poco de vergüenza, observando el lugar con atención.

INFERNUS ©Where stories live. Discover now