Capítulo 22

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Diego bajó a la cocina y Emma estaba preparando la mesa para comer allí. Se sentaron, él tomó un sándwich y empezó a comer mientras la observaba comer a ella, que lo hacía con lentitud.


-- ¿Estás bien?


-- Sí. ¿Cómo supiste lo que había pasado hoy?


-- No importa. Si no te hubiera llamado aún estarías en esa habitación, ¿no?


-- Es probable.


-- ¿Y por qué no me dijiste nada?


-- ¿Por qué viniste?


-- Pensé que estabas feliz de verme.


-- Solo vine a prepararte el sándwich, después de comer me voy a la habitación.


-- ¿Esa es tu excusa?


-- Por favor, Diego.


-- No te vayas, Emma, querida.

Cuando terminaron de comer, ella se levantó y fue al fregadero para lavar su plato y su vaso. Mientras lavaba, él tomó su plato y se colocó detrás de ella. Al percibir su olor pensó en dar un paso más, pero Emma lo sintió detrás de ella y se puso muy nerviosa, por lo que terminó de lavar deprisa y se hizo a un lado.


Luego de limpiar la mesa, Diego se dirigió a la sala y se sentó con ella en el sofá. Emma se levantó y él la miró.


¿Por qué no te sientas?


-- Me voy a la habitación.


-- No seas floja, siéntate aquí.


-- Me voy a dormir, necesito descansar.


-- Lo harás en un momento, pero antes hablemos.


Emma se ubicó en otro sofá y él fue hacía ella y se sentó a su lado.



-- ¿Qué opinas de sacar a Isadora de esa escuela?


-- ¿Por qué me preguntas eso? Tú eres su padre, no necesitas mi opinión.


-- Eres su madre, así que tenemos que resolver esto juntos.


-- Estoy tan confundida con esto, Diego.... Creo que me metí en un lío.


-- ¿Por qué?


-- Todo era perfecto hasta que esto pasó y me hizo ver que algún día tendré que dejarla.


-- ¿Sigues creyendo eso?


-- Diego, no trates de mentirte a ti mismo, ¿cómo crees que será cuando tengas a alguien, cuando realmente ames a alguien y quieras estar con ella en está casa?


-- No te preocupes por eso.


-- Dime, ¿cómo harás?


-- No voy a traer a ninguna mujer a esta casa, Emma, deja de decir eso.


-- Está bien, Diego.


-- Sácate ese miedo de la cabeza, sufres de antemano y solo te haces daño.


-- Está bien.


-- Dime tu opinión, ¿qué piensas sobre cambiarla de escuela?


-- No creo que sea buena idea, ella ya de adaptó a esta e hizo amigos; la directora tomó medidas y tuvo una reunión con los padres de los otros niños. Esperemos a ver si la situación cambia.


-- Ok, pero no lo dejaré pasar si se repite.


-- Está bien, creo que es justo.


-- Ahora sácate ese miedo y acepta que ella te ama y que eres su madre. Nadie te reemplazará, Emma, sé que todo esto empezó de una manera extraña y que no somos muy cercanos, pero veo tu cuidado y tu amor por ella. Sé que eres realmente su madre, a pesar de que aún no se conocen por completo. Confío en ti.


-- Gracias. Amo a tu hija, nunca dejaré de cuidarla.


-- Gracias por hacerlo.


-- ¿Puedo hacerte una pregunta?


-- Sí.


-- ¿Por qué estás tan ausente en su vida? Nunca te he visto hacerle una caricia, darle un beso, jugar con ella, acercarte... Ella te extraña.


-- Es complicado.


-- ¿Por qué? Si hay algo que te cuesta, puedo ayudarte.


-- Me recuerda a su madre y eso me da rabia. Cuando era más pequeña era idéntica a ella y por eso me alejé. Ahora la he perdido y creo que ya no puedo ser como tú dices ni sentarme a jugar con ella; creo que no sé cómo hacerlo porque fui yo quien la apartó.


-- No te culpes y no te permitas perder a tu hija, que ahora está tan cerca de ti. ¿Cuántas personas estarán sufriendo en este momento porque no saben donde están sus hijos o porque quieren un hijo y no pueden tenerlo? ¡Inténtalo! Tienes a tu hija cerca de ti, nunca es tarde para acercarte y abrazarla. Ella necesita tu amor, es hora de actuar como un padre.


-- Lo sé.


-- No sé por lo que pasaste en tu matrimonio, pero veo que todavía estás herido y tienes miedo de ser feliz y de hacer feliz a alguien, que en este caso es tu hija. Tú sabes lo bueno que es amar, ser feliz con alguien; no te prives de eso, no te encierres, los amores van y vienen y eso es parte de la vida. Un nuevo amor puede remplazar a otro, pero nadie reemplazará a tu hija, ese amor es único.


-- ¿Podrías ayudarme?


-- Por supuesto, incluso si no quisieras, igual te ayudaría.


-- Gracias. Ahora estoy avergonzado de mí mismo.


-- No tienes por qué avergonzarte; todos cometemos errores, somos defectuosos.


-- Y lo siento si te hice sentir humillada.


-- Está bien.


-- Eres una mujer maravillosa, él hombre del que te enamores será un hombre muy afortunado.


-- No sé, a lo mejor lo es o a lo mejor no está interesado.


-- Entonces ya estás enamorada de alguien...


-- No dije eso.


-- Pero lo insinuaste.


-- No pongas palabras en mí boca.


-- Sí eso es todo lo que quería decir.... -- se lamentó él en voz baja.


-- ¿Qué?


-- Nada, ¿vamos a dormir?


-- Sí.


Subieron a las habitaciones y se despidieron, entrando cada uno a la suya.

























Hasta aquí el capítulo 22.

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Una madre por contrato para mi hija [ PAUSADA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora