CAPÍTULO 4 PARTE 2: PIEDRAS DE CRISTAL

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Casi veinte minutos esperando, Belén comenzaba a desesperar y mi paciencia ya estaba cerca de agotarse.  Ed y Van estaban demorando demasiado, llegué a pensar que no habían entendido que los esperaríamos en el puesto de algodón. 
Veinte minutos más pasaron, Belén ya había comido tres algodones, no sé cómo su cuerpo era capaz de soportar tanta azúcar. Las líneas de espera, para subir a los juegos, ahora eran muy largas, se hacía tarde y sospechaba que perderíamos el día esperando por ese par de niños.
—¡Anaya, ya basta! —exclamó Belén molesta tras comer el último bocado de su cuarto algodón —vamos al carrusel, no quiero perder el día esperando por tu novio el pícaro de Van.
Otra vez, Belén tenía razón, así que fuimos al carrusel.
La línea tomó tiempo, pero no tanto como el que perdimos esperando por Ed y Van. Nuestros tiquetes incluían dos vueltas. Durante mi niñez disfruté mucho de ese juego, me hacía sentir que realmente montaba ponis y unicornios. Belén iba junto a mí en un poni color rosado, lo eligió porque su color le recordaba al algodón, yo iba en un unicornio violeta, no recuerdo el motivo por el que lo elegí, seguramente fue porque estaba junto a Belén.
El payaso que controlaba el juego empezó a informar que pronto comenzaría la segunda vuelta. Belén me miraba emocionada.
—Cuando termine, deberíamos subir una vez más —propuso impaciente. 
Respondí con una media sonrisa, estaba desilusionada. Esperaba que fuese un día especial y compartir con Ed todo lo que me había estado perdiendo estos días.
—Lo pondré en marcha —anuncio el payaso. 
El carrusel comenzó a andar y los pitos y campanas volvieron a cantar. Entonces, el rostro de Ed apareció entre la multitud que aplaudía al ritmo de la melodía, me saludó entusiasmado cuando me reconoció, sonreí para devolverle el saludo. Mis nervios desaparecieron, al bajar del carrusel estaría con él, pero me sorprendió una vez más con uno de sus llamativos shows. Con sus codos se abrió camino, de un solo salto se montó en el carrusel andando y termino por detenerse justo frente al cuerno de mi unicornio. 
Lo miré asombrada.
—Eres tan impredecible —mordí mi labio inferior, y lo miré sorprendida. 
Así lo recuerdo, siempre sorprendiéndome con una ocurrencia extraña, un acto heroico o creativas muestras de cariño. Él era diferente a todos los niños que había conocido. Ciara lo había advertido: "Un niño muy distinto a los que están acostumbradas asistirá al festival este año... no se dejen llevar por la curiosidad, no caigan en las maravillas de aquello que es desconocido..." No logro entender como pude caer en los encantos de aquel niño, mi protectora fue muy clara en su advertencia, y al final, igual desobedecí, sin poder evitarlo.
Puede ser que mi destino era ignorar las claras palabras de Ciara. 
—El tiempo es corto, recuerda eso —se colocó a mi lado y susurro —, se agota como el agua de lluvia cuando llega la sequía. Y yo tengo muy poco tiempo para disfrutar de tu compañía.
No entendía a lo que se refería —¿Por qué un niño me hablaba del tiempo como un anciano que ve escapar sus últimos días?"—. Pero estaba tan cautivada por su voz en mi oído, que presté poca atención a sus palabras 
—No puedo darme el lujo de perder un minuto más de estar contigo —con su mano acaricio mis mejillas.. 
Bajamos del carrusel para ir directo a la línea de la rueda gigante, donde Van nos esperaba.
—No creo tener el valor para subir tan alto —confesó Belén avergonzada —. Iré al puesto de algodón y esperaré por ustedes ahí.
—Tranquila Belén —Van la consoló tomando su mano —, subiré contigo, no te soltaré y disfrutarás de la puesta de sol más bonita que hayas visto antes.
Entonces fue así, Belén subió con Van, Ed me hacía compañía y la puesta de sol nos regaló los colores que adornaron aquel especial momento. Cuando llegamos a lo más alto, la rueda se detuvo, como de costumbre. En ese instante mi corazón se aceleró, estaba emocionada esperando la llegada de mi segundo beso.  
El niño de cabello rizado me miraba expectante, como si estuviese a la espera de algo. Quizás esperaba por mí, quizás yo tenía que actuar de alguna manera o hacer algún comentario, pero estaba nerviosa, emocionada y un poco avergonzada. En una oportunidad intente hablar, pero mis labios fueron incapaces de pronunciar las palabras, deje de esforzarme y decidí limitarme a sonreír. 
—Mira esto —su voz rompió el hielo que enfriaba aquel momento. 
Con su mano en puñada dejo caer algo sobre mis manos.
—Un brazalete de piedras de cristal —mis labios habían recordado como pronunciar palabras —Es hermoso, siempre he querido uno.
El día anterior quedé un poco decepcionada de no haber participado en ningún juego para intentar ganarlo. 
—Me alegra escuchar eso —su sonrisa, bajo la puesta del sol, lucia mucho más bonita —. Lo gané ayer para ti.
 Ajusto el brazalete a mi muñeca-
—No te preocupes, no lo gane en juego de tiro —reímos ante su pequeña broma.
El silencio regresó, pero ya no era incómodo, nos permita mirarnos despertando una dulce sensación entre nosotros.
—Eres como la princesa del cuento, Ana-—acomodo un mechón de mi cabello a tras de mi oreja. 
—Eso solo es un cuento de hadas —reí escéptica.
—Entonces, eres mi cuento de hadas —aquellas palabras sonaron tan bonitas que no pude evitar enrojecer. Acaricio sutil mis mejillas color rosa con las puntas de sus dedos, acerco su rostro y beso mis labios una vez más. 
Mariposas, flores y caramelos sentía revolotear en mi estómago. El beso fue tan suave como el anterior, casi tan corto como el primero. Y termino cuando una alarma comenzó a sonar, haciéndonos saltar del susto.
—Conserven la calma allá arriba —informó una voz gruesa en los parlantes —. La rueda ha sufrido una avería y no funcionará en un buen rato. 
Fue inevitable no pensar en la pobre Belén, debía estar muy asustada. Seguramente la preocupación se desbordaba por mis ojos, porque Ed no tardó mucho en darse cuenta. 
Al cabo de unos minutos comenzaba a impacientarme, la puesta de sol había culminado, ahora la luna era quien iluminaba el cielo.
—Pronto todo terminará —el tono de Ed me resulto extraño, así que lo mire confundida —. Pronto la rueda volverá a funcionar y la espera terminará. En tres días será el cierre del festival, un niño recibirá el premio del castillo y los juegos, dulces y colores, también terminarán. Con el final del festival terminará mi visita a Puerto Cristal...
Mi corazón se aceleró del susto, mi estómago se hizo un nudo.
—Y con ello, nuestro cuento de hadas, también terminará —su mirada cambio, ahora lucia triste.
La rueda comenzó a funcionar. 
Al bajar del juego, Belén corrió para darme un abrazo. Nos despedimos de Ed y Van con simples gestos. Recuerdo estar triste, el festival estaba repleto, cada ser ahí estaba feliz, pero yo no veía el momento de salir de aquel lugar lleno de risas, colores y alegres melodías. 
Cuando estábamos a pocos pasos de la salida, vi caminar a Carmecia, entonces tome la mano de Belén.
—¿Qué pasa Anaya? ¿A dónde vamos? —gritaba confundida. 
Yo solo corría, arrastrando a Belén conmigo. Tenía que alcanzar a Carmecia. Con esfuerzo esquivé a cada ser que se interponía entre nosotras y mi objetivo. 
—¡CARMECIA! —exclame satisfecha cuando la tenía enfrente. 
—¿Niñas?- se tornó sorprendida al vernos. 
—Carmecia, quiero recuperar mis dos amorosas- me apresuré sin rodeos.
El hada sonrió complacida
 —Sabía que les conseguirías uso, tienes alma de hada y talento para cortar. Siempre supe que eras un ser especial, aunque por tus venas corra sangre común. Vamos por ellas, las guardaba para ti.

Cuentos de Hadas: Historia del primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora