CAPÍTULO 5 PARTE 1: SUTIL MELODÍA

5 0 0
                                    


Esa noche me desvelé, hice dos picadillos haciendo uso de las amorosas que coseché, esperando que su efecto permitiera que Ed se quedara a mi lado para siempre. En la enciclopedia de flora salvaje, revise el efecto de cada ingrediente que conseguí en casa. Con velas calmé el centro de mi alma, con meditación conduje mis propósitos en una sola dirección y con fe en la magia; en los efectos de las brujas blancas y en el primer amor, prepare el picadillo que evitaría el quiebre de mi corazón. Claro que aquella niña inocente, no tenía idea de que el quiebre era algo inevitable.

Llevé en mi bolsillo un pequeño frasco de cristal original que contenía uno de los picadillos, esperando encontrar el momento propio para utilizarlo.

El quinto día vestimos faldas esponjadas, pero cortitas que dejaban ver nuestras rodillas, peiné mi cabello suelto y Belén, dos moños que resaltaban su ingenuidad. Al llegar hicimos nuestra rutinaria visita al algodonero favorito de Belén. Recuerdo que yo estaba inquieta, con mi mirada buscaba encontrar la sonrisa de Ed. En diferentes oportunidades creí ver sus risos, pero estaba errada, o quizás, mi mente lo imaginaba.

Subimos a un par de juegos, pero mi mente estaba distraída, mi alma estaba triste y mi corazón tan sensible que sentía la aproximación del quiebre. No recuerdo los juegos, solo las tímidas sonrisas de Belén y su mirada preocupada. El festival lucía alegre, colorido como siempre, pero no lo sentía así. Mi mente compuso una sutil melodía, suavecito la reproducía en mis oídos para que la escuchara. La música era hermosa, todo parecía fluir a su ritmo, sin embargo, sus tonadas eran el reflejo de la tristeza de mi alma.

Fresas con azúcar, me ofreció en un momento Belén, acepté confiando que el dulce compondría un poco la triste sensación. Rosas domésticas, me regaló un niño de amigable sonrisa, porque afirmaba que el brillo de mis ojos amaneció tenue aquella mañana. Mi amiga Rita me compartió chicles, bromas y la anécdota de su fracaso con la cosecha de flores salvajes. Detalles hermosos que me llenaron de cariño sincero, pero que no lograron brotar sonrisas de mi rostro.

Nos encontramos con Van practicando el tiro con unos cuantos niños más. Me emocioné un poco, Ed debía estar por ahí. Lo busqué, mire cada rincón y no lo encontré.

"¿Es posible que se marchara antes?"

Ver que Ed no acompañaba a Van, no jugaba el tiro, no estaba en castillo, no me dio los buenos días... Estaba comenzando a convencerme, se había marchado y no tuve la oportunidad de decirle adiós.

—¿Cómo están las niñas más lindas de Puerto Cristal? —la voz de Van rompió la melodía, como la ausencia de Ed estaba rompiendo mi alegría. Yo no hablaba, no podía hablar, seguramente mi voz estaría quebrada.

Belén, Rita y Van conversaron de temas que no puedo recordar. En mitad de todo aquello, cuando mi mente volvía a reproducir la melodía y mi vista estaba perdida, escuche la voz de Van a pronunciar su nombre

—Ed...

Mi alma se recompuso un poco.

—¿Qué cosa has dicho de Ed? —pregunte con un poquito de fe.

Todos me miraban con curiosidad.

—Ed llegará para ver los luceros en el lago Ra —disimular mi ilusión no me fue posible. Sonreí, y casi podría jurar que mis ojos volvieron a brillar —¿se quedaran esta noche?

—¿En serio lo dudas? —preguntó Belén señalándome. Yo no iba a perder la oportunidad de ver la sonrisa más bonita iluminada por el reflejo de los luceros en el lago Ra, eso Belén lo tenía muy claro.

Cuentos de Hadas: Historia del primer amorWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu