CAPÍTULO 5 PARTE 2: CIEN LUCEROS

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Fue cuestión de segundos, un instante basto. Vi su silueta cuando llegó al lago Ra, lo reconocí de inmediato, mi alma se tornó alegre, mi corazón se llenó de ilusión.

No se había marchado, seguía aquí.

Recordé que su presencia era solo una visita, entonces revise mis bolsillos para encontrarme con el frasco de cristal, tenía que moverme con prisa y hacer uso del picadillo. La música de los luceros comenzó a sonar, no había luz, la luna y las estrellas se escondieron esa noche para dar protagonismo a los luceros que bajaban del cielo para regalarnos, como cada año, el privilegio de gozar de su presencia.

Los luceros son seres fantásticos, mucho más especiales que cualquier ser que pise mundo que habitamos. Están cargados de energía, y esta nutre la magia que da poder a los hechiceros, encanto a las hadas y efecto a las preparaciones de las brujas. Son nuestra fuente de poder, nuestra alimentación, la causa de nuestra existencia, la razón de que seamos seres especiales, distintos de los seres comunes. La conexión con ellos es lo más importante que tenemos, la cuidamos con nuestra fe y la entablamos con meditación. Esta conexión suele aparecer a corta edad, se queda para siempre, entre el centro de nuestra alma y un lucero que aparece en el cielo con la llegada de la cualidad que nos hace un ser especial.

Pocas historias he escuchado de seres que pierden conexión con su lucero, pero existen y las consecuencias no solo son graves, también pueden llegar a ser irreversibles. Esta noche es muy especial, muchas cosas suceden: puedes tener la suerte de toparte con tu lucero, de no ser así, que es lo más probable; tener a los generadores de magia, tan cerca, alimenta el centro de nuestra alma, sanan heridas y reconforta. Para aquel momento, yo no tenía lucero alguno, en el centro de mi alma no había surgido conexión con nada. Esto no me preocupaba demasiado, conociendo mi naturaleza, sabía que tardaría en aparecer un lucero que diera brillo a mi cualidad.

Para quienes no existe conexión, existe la fe, que da confianza e ilusión. La fe despierta magia en nuestra alma y así la cualidad fluye, mientras todo esto crece se va formando la anhelada conexión con un lucero que espera el momento ideal para aparecer en el cielo. Por eso esta noche es importante, alimenta la fe de aquellos seres que aún trabajan su conexión. Los luceros son seres puros y delicados, bajan a nuestro mundo, pero solo tocan el agua por ser lo más puro, limpio y virgen que aquí habita. Cien luceros tienen permitido bajar, repartidos, se sitúan en las distintas aguas naturales, dando la oportunidad a todo ser especial de toparse con alguno de ellos.

—Ana —mi nombre en su voz era mi sonido favorito. Lo saludé con una sincera sonrisa y lo invité a sentarse a mi lado —jamás he visto algo como esto.

Sabía que para seres como nosotros vivir fuera de Puerto Cristal no era fácil y que llevar nuestras tradiciones era algo que podía llegar a ser castigado. Pero ver los cien luceros era algo de lo que ningún ser especial prescindía. Su comentario me dejo extrañada.

Ed tomó mi mano cuando apagaron las pocas velas que estaban encendidas, su tacto se sintió muy bonito.

Un ser brillante hizo presencia, no era un lucero, entró caminando y su brillo no era más que polvo dorado en su vestido. A estas alturas no entiendo como olvide que ella, como todos los años, asistiría. Recuerdo a Ciara joven, pero tan hermosa como hoy. Su tez morena era lisa y suave, el peculiar violeta de sus ojos siempre llamaba la atención, su presencia brinda bondadosa alegría para cada ser que la conoce. En ese momento a mí solo me brindó terror, me paralicé observando cómo se acomodaba en su puesto reservado y con su mirada nos buscaba a nosotras, se suponía que debíamos hacerle compañía.

—Tenemos que ir, Anaya —murmuro Belén, que estaba justo detrás de mí con nuestros amigos.

—¿Cómo propones que lo hagamos sin que vea quienes son nuestros acompañantes? —me gire para verla a los ojos.

Belén y yo, podemos hablar con la mirada. Trazamos un alocado plan, haciendo uso de nuestro lenguaje especial. Rita y Van se despidieron con bromas, Ed besando mis labios por tercera vez, tan corto e inocente como las veces anteriores, prometiendo que al día siguiente nos veríamos de nuevo.

Agachadas y caminando como perritos llegamos a la entrada del lago Ra. Como dictaba la primera fase de nuestro plan. Acomodamos nuestros vestuarios y peinados, reímos ante tan divertida experiencia. Ahora más tranquilas, fuimos por nuestros puestos junto a Ciara.

—Mis niñas han decidido honrarme con su compañía —nos saludó Ciara con sarcasmo. Nosotras respondimos con cariñosos abrazos y risas, sabíamos que nuestro retraso no era algo que le generará demasiada molestia. Yo me acomodé al lado derecho de nuestra protectora y Belén de lado izquierdo.

Los luceros aparecieron en el cielo.

—Como estrellas fugaces —dijo Belén al ver la estela que dejaban al bajar.

El agua del lago se iluminó, más de veinte luceros nos acompañaron esa noche. Era tan hermoso como cada año, la mágica sensación comenzó a llenar cada rincón de mi alma, cada rincón del lugar, cada rincón de cada ser presente. El agua transparente permitía ver con detalle los luceros, el brillo hizo cálida el agua. Después de disfrutar la bonita entrada, cerré mis ojos, como todos los demás, comencé a sentir con detalle mis sentimientos, despacito navegue por mi alma, hasta que me encontré con el centro y una voz melódica me habló, por primera vez en mi existencia.

—Tus sentimientos son sinceros, los de él también lo son —se refería a Ed, estaba segura —. Pero para amar hace falta mucho más. Tu destino no está del todo escrito, pero te digo, yo que he leído un poco de la dirección que estás tomando, tu presencia tiene un importante cometido para el futuro, este ser no pertenece a esta historia. Él ha venido de paso a tu vida para conducir su propia historia, parte de la tuya y el cambio inevitable que se aproxima para cada ser que habita en el mundo. No te distraigas pequeña, ten fe, déjate llevar, deja fluir.

La música de los luceros término, al tiempo que la voz melódica también se detuvo.

Abrí mis ojos, el lago yacía en calma, silencio y oscuridad.

Paz gobernaba mi alma, extraña nostalgia invadía mi corazón. 

Cuentos de Hadas: Historia del primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora