CAPÍTULO 6 PARTE 1: El juego del puzzle

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Desperté confusa, sin saber qué hacer. Quería que Ed permaneciera en Puerto Cristal, que fuera al instituto y quizás luego, también a la academia, quería que permaneciera a mi lado. Para lograr que todo eso sucediera tenía que hacer uso de mi picadillo, pero ese acto cambiaría la historia de la que aquel lucero me habló la noche anterior. Cambiar nuestros destinos, las obras importantes que Ed y yo teníamos que hacer en el mundo, me frenaba a descubrir el efecto de mi preparación. Si todo aquello era realmente tan relevante para el futuro de los seres que habitan, yo no quería ser la causante de los actos que acabarían con el futuro del mundo que conocía.

—Los luceros son sabios, Anaya —argumentaba Belén cuando caminábamos al festival —. Ciara también lo es, y sus palabras fueron muy claras.

Lo que me decía hacía rebotar cada palabra de Ciara contra las paredes de mi mente: "... De nada va a valer que sean sus amigas, pues su destino no está junto a ustedes y sufrirán las consecuencias de desobedecer lo que les digo" Parecía que todo estaba en contra de mis sentimientos.

Sin embargo, había algo cierto a mi favor, el final de la historia nunca está del todo escrito. Tenemos el poder de nuestras decisiones, somos capaces de cambiar la historia, de escribir los cuentos que trazan nuestro destino y reescribirlos todas las veces que sea necesario. Cada ser que pisa el mundo sabe eso desde temprana edad. Y aquellos seres que crecemos rodeados del encanto de las hadas estamos más que seguros de ello.

Estaba decidida, haría uso de mi picadillo y tendría a Ed a mi lado para siempre. Aunque tuviese que enfrentar las consecuencias de desobedecer a Ciara, aunque cambiara la historia, y esa obra que tornaría el cambio del mundo en el futuro, tuviese que ser escrita una vez más, para suceder de una manera diferente.

—¿Vestidos amarillos? —saludo Van sorprendidos por los tonos de nuestros vestidos. Belén sonrió coqueta, jugando con poses para lucir su vestimenta —Te queda muy guapo ese color, Belén.

Van regaló a Belén una bonita sonrisa mientras sus ojitos disfrutaban del jugueteo.

—Hoy quiero comer algodón de girasol —comentó Belén emocionada —¿Y tu amigo Ed?

—Practicando en el castillo, quiere ganar mañana el beso de la princesa —contestó Van, pero era evidente que seguía deslumbrado por la apariencia de Belén.

—¿Quién subirá mañana al castillo? —pregunte incómoda —.¿Y por qué le dices princesa? No existen princesas en Puerto Cristal, salvo las de los cuentos de hadas.

—Han sido esas las palabras de Ed —Van me miró con desagrado por mi tono al preguntar —. Él espera que la princesa Ana suba al castillo. Dice que será una bonita despedida.

La princesa Ana había sido buena conmigo hasta aquel momento. Gracias a ella podía ocultar lo que pasaba entre el niño de cabello rizado y yo. Sin embargo, comenzaba a cansarme de ella. No quería escuchar una sola vez más la palabra princesa. Las hadas cuentan cuentos donde las describen como seres de buenas intenciones, pero fueron los seres de la realeza quienes acabaron con la paz de nuestro mundo hace casi doscientos años. Los cuentos de hadas, son cuentos de amor, de caballeros valientes y reinos fantásticos que si alguna vez existieron de esa manera, no fueron más que fachada que un día cayó y levanto la guerra entre seres comunes y seres especiales, que, incluso hasta el día de hoy, peleamos.

—Nos inscribí, a los cinco, en el concurso de puzzle —Rita nos saludó con brincos de emoción dando la noticia —empieza en treinta minutos.

La emoción de mi amiga era tanta que por un instante la confundí con Belén comiendo algodón.

—Dudo que Ed nos acompañe —las palabras de Van me molestaban, tanto como si él fuese el culpable de que el niño de cabello rizado no compartiera conmigo sus últimos momentos en Puerto Cristal.

Intente pronunciarme para informar que tampoco participaría en el puzzle. Necesitaba encontrarme con Ed para darle el picadillo de una vez por todas. Entonces, Rita se dio cuenta de mis intensiones y me interrumpió dejando las palabras dentro de mi boca.

—Ni lo pienses, Anaya —ya era tarde, le había dado unas cuantas vueltas en mi cabecita —. El juego es en equipo, no puedes abandonarnos.

—Correcto —intervino Belén —. De hecho, necesitamos un integrante más.

Pensativos; Belén, Van y Rita miraron a su alrededor buscando alguien que se nos uniera. Y yo hacía nudos en mi mente ideando un plan para zafarme del puzzle.

—¡RUBE! —grito Van.

Gire mis ojos en señal de disgusto, el quinto integrante ya había aparecido.

—¿Cómo están los niños más famosos de Puerto Cristal? —la cercanía con Ciara nos hacía ser conocido, pero el comentario lo hizo ver un poco soso, al menos a mis ojos.

—Hey, me gusta como piensas —a Van, contrario de mí, el comentario de Rube le elevo el ego —¿Quieres entrar a nuestro equipo de puzzle?

—Claro que sí —sus tres palabras fueron el "vamos allá" que mis amigos estaban esperando.

Caminaban todos con entusiasmo, planeando las estrategias que aplicaríamos para armar el puzzle antes que el resto de los equipos concursantes. Yo me quedaba atrás, con mis manos en los bolsillos sujetaba el frasquito de cristal y reflexionaba sobre lo mío con Ed. Imaginé su mirada y su sonrisa despidiéndose de mí al día siguiente.

—El brillo de tus ojos sigue estando un poco tenue, lamento que mis rosas de ayer no fueran de ayuda —el nuevo integrante del equipo de puzzle caminaba a mi lado.

Yo respondí con una media sonrisa.

Rube, un hechicero simpático, de nobles intenciones y actos claros. A veces lamento haberme opuesto tanto a conocerlo antes.

Llegamos al lugar pautado, escogimos nuestra mesa y comenzó la competencia. Tan simple como armar un puzzle de mil piezas, de eso trata este juego. Cuarenta y cinco minutos, y tenemos ganador. Pero ya va, que cinco cabezas intentando pensar, mientras pelean contra el tiempo, no es tarea fácil. Al inicio la estrategia de mis compañeros prometía, hasta que Belén y Van encontraron sus diferencias. Entonces, nuestro juego dejo de prometer. Rita se estresaba por la pelea entre los desacuerdos, Rube mantenía la calma y yo estaba demasiado distraída como para aportar algo bueno.

El equipo que jugaba en la mesa conjunta a la nuestra jugaba bastante rápido. Cuando se marcaron los treinta minutos, cada integrante de ese equipo ya estaba celebrando. Habían ganado. En nuestra mesa Belén y Van estaban muy ocupados discutiendo como para notar que habíamos perdido. Rita estaba desilusionada. Rube y yo reíamos por la escena que presenciábamos.

En mitad de mis bromas con Rube, note su presencia entre los espectadores.

—Que divertido ha sido verlos jugar —Ed paso su brazo sobre mis hombros —los invito a comer helados, merecen un premio por haberlo intentado —. Yo estaba encantada, es que simplemente olvidaba todo cuando él estaba a mi lado.

—Yo prefiero no acompañarlos —se despidió Rube, compartió conmigo una mirada extraña, como si desaprobara lo que estábamos haciendo.

El gesto de Rube me recordó a Ciara y sus palabras regresaron a mi mente.

"... Sufrirán las consecuencias de desobedecer lo que les digo." 

Cuentos de Hadas: Historia del primer amorWhere stories live. Discover now