CAPÍTULO 7 PARTE 7: El final del cuento

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Faldas esponjosas, con brillo y fantasía. Mangas bombachas, con transparente colorido. Tiaras de cristal, bucles enmarcando rostros de felicidad. Nuestros vestidos eran hermosos, yo vestía color rosita, Belén muchos tonos pastel, cuáles nubes al atardecer. Estaba emocionada, ansiosa, pues no sabía qué pasaría hoy. Todo podía salir muy bien o muy mal, pero no sabía qué era lo bueno o malo. No tenía idea de lo que quiera, solo estaba segura de querer disfrutar, de bailar, conocer lo alto del castillo y besarlo a él una vez más.

El vals sería en el jardín, en mitad del día. Cuando el sol más ilumina y las florecitas pueden bailar con alegría. Recuerdo que todo estaba muy bonito, pero la decoración es difícil describirla, no era mucha, no hacía falta. Las flores adornaban con su presencia en la tierra, el brillo del día regalaba la cálida atmosfera que calentaba corazones, haciendo arder los sentimientos. Cada ser vestía su mejor vestido, con sus cualidades especiales hacían lucir todo como un cuento. El imponente castillo al fondo mejoraba la vista, y el lago Ra, a unos cuantos metros, hacía mágico el lugar.

La música, la selección de vals más linda que los músicos han podido regalar.

Belén y yo comenzamos a caminar por el jardín. Saludando, era imposible no sonreír, todo era alegría, se contagiaba. Incluso había olvidado las heridas de mi corazón. Los payasos jugaban con globos de colores, sacándonos risas con simpáticos gestos. Las hadas danzaban en los aires, haciendo uso de sus alas. Brujas y hechiceros se hacían compañía en la pista. Los niños caminábamos, corríamos y bromeábamos.

—Lucen tan bonitas como las estrellitas brillando por las noches —Rita se apareció a nuestras espaldas.

—Tú luces más bonita —le regresé el halago. Nos abrazamos las tres con cariño —disculpa lo de ayer, no fue apropiado.

Sentía vergüenza por la discusión en la heladería.

—Eso pasa cuando hieren nuestras ilusiones —tomó mi mano y me miro con calidez.

Empezamos a bailar las tres en la pista.

—Be, be, Belé... —Van hizo presencia, pero tartamudeaba —Belén...

Lo mirábamos confundidas y conteniendo las risas.

—Te ves, te ves muy...

—¿Linda? —añadió ella impaciente.

—Sí, muy linda —logro decir entre dientes.

Rita y yo reímos ante los nervios de Van

—¿Quieres bailar? —propuso Belén.

—Mejor vamos por algodón —sugirió Van. Y no pudo elegir mejores palabras que esas.

Rita y yo bromeamos de lo acontecido hasta que Ed llego al jardín. Me paralicé, no podía moverme, mariposas, estrellitas, dulces y colores empezaron a bailar en mi estómago. Mi garganta se hizo un nudo, mis manos estaban heladas y mi corazón se aceleró. Vestía como príncipe, uniforme formal del reino Brizar < Así que ahí pertenece >, pensé. Su cabello rizado, sus ojitos de siempre, pero no encontré su bonita sonrisa.

—Luces como un príncipe —le salude.

—Eso debe molestarte —contestó sin regalarme su mirada.

—Estuve mal, no debí juzgarte así —me disculpe —me deje llevar por la desilusión, lo lamento.

Me miro y suspiro profundo antes de tomar mi mano.

—Vamos a bailar —me invito.

Bailamos el vals más bonito que existe. Reímos, sonreímos y miramos cada gesto, que aquel acto, generaba en nuestros rostros. Por momentos olvidaba al resto de seres en el jardín, luego los recordaba y me entraba vergüenza. Rita bailaba con Rube, que me miraba con expresión extraña, los note en mitad de alguna vuelta. Belén comía algodón y bailaba emocionada, mientras Van intentaba seguirle el paso en la pista.

La sensación era especial, sentía que el sentimiento abarcaba cada parte de mí. Hasta que toco el centro de mi alma, entonces, recordé que esto no era más que un momento. Un instante que podría terminar con el triunfo o fracaso del efecto de mi picadillo. Era muy joven como para saber que así es la vida, momentos, instantes que van y viene. Me gustaría ir ahí, y decirme al oído "Anaya, disfruta, todo pasará, esto y lo malo que está por venir. Todo pasará". El vals terminó, todos aplaudieron, menos yo, porque la tristeza había tocado de nuevo mi corazón.

—¿Te irás esta noche? — pregunté a Ed —¿o algo ha cambiado?

—No, Ana —tomo mis manos mirando fijamente mis ojos —. Nada ha cambiado. No hay príncipes o princesas en Puerto Cristal, ni siquiera un príncipe como yo, podría pertenecer aquí. Pero estará todo bien.

Besó mis manos sin apartar su mirada.

—Debo prepararme para el juego del castillo, te veré luego.

Una parte de mí, una egoísta parte de mí, estaba esperando que mi picadillo hiciera efecto. Que algo impidiera su viaje, y se quedara en Puerto Cristal para siempre. Pero yo no tenía idea, lo que deseaba era imposible. Ni él, ni yo, podíamos permanecer en Puerto Cristal para siempre.

El sol comenzó a bajar, era hora del atardecer, el juego del castillo iba a empezar. Un ser amable abrió la puerta del castillo para mí, indicó unas cuantas instrucciones y me dejó subir, haciendo uso de las escaleras. Más de ciento ochenta escalones, perdí la cuenta después de ahí. Cuando llegué a lo más alto, el juego ya había iniciado. Me asomé a la venta, quedé impresionada, la vista era tan hermosa, que esta palabra no le hace justicia. El cielo pintaba colores pastel, las nubes eran cómo algodón, tal cual ver una acuarela que se hacía real.

Me daba nervios mirar la competencia, si no era Ed quien llevaba la delantera me iba a preocupar. Unos minutos de espera y lo primero que reconocí fue su cabello rizado, entonces, vi su rostro asomarse en la ventana. Aquí fue cuando vi su sonrisa, la sonrisa que más me gustaba en el mundo.

Entró en la habitación y corrí a sus brazos.

–Que miedo que no fueses tú —lo abrace con fuerza.

—Yo, por el contrario, estaba seguro de encontrarte aquí arriba —lo miré asombrada —sino jamás hubiese subido.

—¿Cómo podías saberlo?

Subir al castillo era algo que jamás había pasado por mi cabeza.

—Eres mi princesa de cuento, Ana —tomo mi rostro —esto es lo único que le falta a nuestro cuento, un beso en el castillo.

Besó mis labios. Nuestro quinto y último beso. Sutil, dulce y fugaz, como todos los demás. Pero el más especial, porque dio fin a mi primer corazón roto, a mi primer amor. Fin, al primer cuento que me hizo creer que existen príncipes de buenas intenciones, y que los cuentos de hadas pueden llegar a ser realidad.

Nos despedimos, dejando algo de nostalgia en mi corazón. Y también, la bonita sensación que dejan los encantos de las hadas, los hechizos de los hechiceros, los efectos de las brujas, y toda magia que practica un ser especial, aquí en el mundo que habitamos.

Su silueta la vimos desaparecer bajo la luz de la luna

—¿Por qué no habrá tenido efecto tu preparación? —preguntó Belén curiosa.

Yo no tenía respuesta, quizás en ese entonces no era lo suficientemente buena como para causar efectos. La falla de mi picadillo me hizo aprender, que muchas veces es mejor dejar fluir, en lugar de forzar. Porque las cosas tienen una razón de ser y también una forma de suceder. Ed tuvo razón, se tenía que ir y estaríamos bien. Ciara tampoco se equivocó, él no formaba parte mi historia. Hoy lo entiendo porque vivo el futuro, el cambio del que tanto se me hablo durante aquel festival, así que es mejor dejar ir esa ilusión, cuando el amor, el cuento, llega a su fin. 

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⏰ Cập nhật Lần cuối: Aug 04, 2022 ⏰

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Cuentos de Hadas: Historia del primer amorNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ