Believes

3.8K 199 12
                                    

Siempre había sido un alumno por encima de la media. Notas altas, trabajos entregados siempre a tiempo y exámenes casi perfectos. A pesar de su aspecto amenazante, de su actitud de 'todo me importa una mierda' y de su carácter arisco y distante, era un estudiante brillante. Tenía talento natural para algunas cosas como el arte, pero el resto lo sacaba a base de esfuerzo. El hecho de que no atendía en clase enfurecía a los profesores, mas esa ira se quedaba atrás cuando admiraban sus notas.

En ese momento, como cualquier otro día, Kurosaki Ichigo estaba ignorando completamente las aburridas explicaciones de la profesora de literatura (asignatura en la que tenía problemas, pero no podría importarle menos), ocupando su tiempo haciendo delicados pero hábiles trazos con un lápiz en su cuaderno de dibujo. Curva tras curva, dibujó las largas alas de un ángel que estaba siendo crucificado, sus manos y piernas atadas a la cruz con largos tallos espinosos provenientes de un rosal. Aún no le había puesto expresión al ángel, últimamente su inspiración estaba un poco decaída. Con un bufido soltó el lápiz y se echó atrás en su asiento, colocando las manos por detrás de su cabeza, piernas estiradas y mirada perdida más allá de la ventana del aula.

Él no creía en lo sobrenatural, ni en lo espiritual y el destino era un sinsentido. Para Ichigo, aquellas cosas solo eran una forma de arte que existía desde el pasado, en ningún momento se atrevería a afirmar que eran reales. Con la tecnología que existía ya en esos tiempos, ese tipo de cosas ya deberían haberse descubierto, excepto lo del destino por ser algo abstracto. En cualquier caso, los supersticiosos solo son un conjunto de idiotas que son incapaces de razonar y buscarle la lógica a un fenómeno que escapa a su comprensión, o eso creía él.

Recuperó la compostura en su asiento y retirando el lápiz de encima del cuaderno, pasó a la siguiente hoja donde también tenía un dibujo inacabado lo que le hizo fruncir el ceño en una expresión molesta. Había un boceto de una criatura antropomórfica cuyo rostro y detalles estaban en blanco. Si bien se podía notar que había intentando hacerlos antes, no quedaba satisfecho con el resultado. A ese dibujo le faltaba algo, pero no sabía muy bien el que y estaba empezando a hacerle enfadar. Llevaba semanas y semanas bloqueado con aquel boceto. ¿Tal vez no sería capaz de terminarlo?

Creyó que ya iba siendo hora de hacer una visita a su lugar de inspiración favorito.

x.x.x.x

Nada más llegar a casa subió a su habitación, ignorando como siempre los saludos a gritos de su escandaloso padre. Todavía era un misterio como él y sus hermanas lo aguantaban y resistían las ganas de echarle de una patada de la casa por varios días solo para que los dejara en paz por un tiempo. Soltó de mala gana su maleta sobre el escritorio y procedió despojarse del molesto uniforme del instituto. Rebuscó en su armario en busca de una ropa más cómoda para ponerse, pero precisamente lo que tenía ganas de llevar no estaba allí. Arrugando el entrecejo, abrió la puerta de la habitación y bajó las escaleras para dirigirse al cuarto de la ropa... no sin antes escuchar un chillido proveniente de la cocina cuando pasó por delante de ésta.

— ¡Ah hermano! —exclamó su hermana pequeña Yuzu cubriéndose su sonrojado rostro aunque dejando un pequeño espacio entre dedo para mirarle— ¡No andes medio desnudo por la casa por favor!

— ¿Huh? —Ichigo arqueó una ceja hacia la castaña y se encogió de hombros. No entendía el escándalo que estaba armando su hermana por estar caminando dentro de SU casa en ropa interior. Si además hasta hace unos años se duchaban juntos (1), ¿cuál era el problema?

—Yuzu-chan se está volviendo un poco pervertida—comentó Karin detrás de su hermana con una sonrisa maliciosa y luego la tomó de las mejillas y tiró de ellas— ¡Ya está en esa edad!

— ¡Karin-chan! —protestó Yuzu tratando de quitarse a su hermana de encima.

El mayor rodó los ojos y con una sonrisa divertida siguió su camino hacia el cuarto de la ropa dejando a las mellizas discutiendo en la puerta de la cocina sobre los problemas de Yuzu con los chicos... Conversación en la que Isshin no tardó en intervenir alegando sobre que era hora de que sus queridas hijas recibieran cierta charla. Ichigo definitivamente no quería quedarse y escuchar esa perorata una vez más, así que se apresuró a tomar su ropa. Unos jeans, una simple camiseta blanca y una sudadera negra a la que le había cogido aprecio hace unos meses. No necesitaba llevar nada más a donde tenía que ir de todos modos así que no había problema en ir tan casual y simple.

Two sides of the same coinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora