Capítulo 18

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Los primeros en despedirse fueron los Milford, ya que el marqués estaba deseando salir de esa casa y tener una seria conversación con su esposa e hija. Conversación que no se hizo esperar y que comenzó en cuanto cerraron la puerta del carruaje que los llevaría a su casa.

─¡¿Se puede saber en qué demonios estabais pensando?! ─preguntó lord Milford en cuanto abandonaron la casa de los Dudley y se subieron a su carruaje.

─¿De qué habla, padre? ¿Por qué está tan enojado?

─¿Qué porque estoy enojado?, ¿en serio no te das cuenta de lo estúpida que has sido y que tu sola te has dejado en evidencia?, ¿pero como puedes ser tan tonta?, ¿acaso has pensado alguna vez en usar esa cabeza para algo más que lucir sombreros?

─¡Samuel!

─¡Tú cierra esa maldita boca y ni se te ocurra volver a interrumpirme! ─dijo el marqués acercándose a su esposa y señalándola con el dedo─. Tú eres aún más estúpida que tu hija y bastante has abierto ya la boca en casa de los Dudley. No podíais estar con la boca cerrada, no.

─Pero padre… yo únicamente…─empezó a decir Emily sollozando.

─Dejate de padre y de lloriqueos y empieza a utilizar esa cabeza que tienes, por una vez en la vida ¿Cómo se te ocurre intentar avergonzar a esa joven delante de los Dudley por su posición social y por haberse criado en el campo? Eso sin contar con decir que odias el campo. Todo el mundo sabe que lady Dudley se crio en la campiña y que tanto ella como su hijo adoran el campo, eso sin contar con que cualquiera con dos dedos de frente se ha dado cuenta de lo atenta que es lady Dudley con esa muchacha. Muchacha que, para nuestra desgracia, ha demostrado que no solo tiene la cabeza como adorno y os ha dejado en evidencia con sus velados insultos. Pero por lo visto tú no has tenido bastante con eso, ni te has dado cuenta de que tienes que ir con cuidado con esa don nadie. Tú tenías que intentarlo de nuevo, ¿verdad?, no tenías suficiente con lucirte al piano y que todos alabaran tu encantadora voz, olvidando la bochornosa conversación de la mesa. No, tú tenías que insistir en que ella tocara, ¿y qué has conseguido?, ¿quieres que te lo diga? Has quedado como una principiante al piano a su lado y da gracias a dios a que no le ha dado por cantar sorprendiéndonos con una magnífica voz. A Dudley se le caía la baba mirándola y todo gracias a ti.

─¿Pero quién iba a pensar que tocaba así? Ella dijo que le había dado clases una mujer del pueblo y que nunca había llegado a ser tan buena como esa mujer ─dijo lady Milford intentando defender a su hija.

─¡Te he dicho que cierres esa maldita bocaza! Deja de intentar defender a tu hija y empieza a explicarme quien demonios te crees que eres para contarle a todos que me ha sucedido, cuando te estoy diciendo que te calles. Dos veces te avisé de que te callaras; sin embargo, tu decidiste seguir haciendo caso omiso de mis advertencias.

─No entiendo que hay de malo en contarlo y porque tenía que esconderlo.

─¿Qué que hay de malo? En primer lugar, me has dejado como un imbécil que se ha dejado agredir por un mocoso, ¿en qué lugar me deja eso como hombre, si no soy capaz de atrapar y defenderme ni siquiera de un ratero que no debía de tener ni ocho años? ¿Acaso quieres que sea el hazmerreír de todo Londres? Y por si eso fuera poco encima te pones a pedir leyes más duras y a hablar con ese odio de los huérfanos nada más y nada menos que delante de un montón de gente volcada en ayudar a esos desgraciados ¿Cómo se puede ser tan imbécil para hablar así delante de los Dudley? ¿Habéis pensado por un momento la imagen que habéis dado esta noche? No claro, vosotras que vais a pensar, eso sería pediros demasiado. Ya lo estropeasteis el año pasado cuando Dudley empezó a cortejar a Emily, seguramente por esa gran bocaza que tienes y por ir diciendo por todos lados que Dudley iba a pedir la mano de Emily, cuando solo la había visitado un par de veces. No paraste hasta que salió en la sección de cotilleos y Dudley salió corriendo como alma que lleva el diablo. A ver cuando os entra en la cabeza que necesitamos que Emily se case con Dudley. Ya os avisé el año pasado de que estamos prácticamente arruinados desde el fracaso de mis últimas inversiones, nuestra única salvación son los Dudley. Una vez te cases puedes convencerlo de que me haga un préstamo y que me acepte como socio en sus negocios. Si no consigues atraparlo este año Emily, me veré obligado a usar tu dote para intentar salir adelante y entonces sí que puedes olvidarte de conseguir un buen partido. Así que ya podéis espabilaros y conseguir atraparlo sea como sea. Tienes el próximo fin de semana para conquistarlo.

─¿Pero padre, como voy a conquistarlo en tan solo dos días y con tantos invitados allí?

─Eso es tu problema. Haz lo que tengas que hacer, me da igual como lo hagas mientras lo atrapes, por mí como si tienes que meterte en su cama y montar un escándalo. Si no sabes como hacerlo pregúntale a tu madre que tiene experiencia en atrapar maridos, ¿verdad, Mildred? Y si te falta tiempo ya podéis pensar en como conseguir que los Dudley nos inviten a su casa de campo, porque no tardarán en irse a la campiña y entonces sí que perderás tu oportunidad.

─¡Oh! ¿Cómo te atreves a decir algo así delante de Emily? Si estamos en esta situación es simplemente por tu culpa. Tú eres el que ha malgastado el dinero en estúpidas inversiones y en vete a saber que más,  y ahora te acuerdas de nosotras para que solucionemos la situación. Dices que estamos arruinados, pero tú sigues malgastando lo poco que tenemos. Casi todos los días y prácticamente todas las noches fuera de casa desde el día que nos casamos, ¿crees que no sé que vas a satisfacer tu asquerosa lujuria? ¿Acaso te ha preocupado alguna vez en que lugar quedaría yo si saliera a la luz?

─¡Escúchame bien, zorra! ─gritó lord Milford abalanzándose sobre su esposa y apretándole las mejillas con una mano─. ¡Jamás!¿Me oyes? ¡Jamás vuelvas a cuestionar en que me gasto el dinero o como y con quien alivio mi lujuria! Tu querías mi título y mi dinero y te encargaste de conseguirlo sin importarte una mierda mi opinión, da gracias a que me he ocupado de vosotras durante todos estos años y de que no os mandara a una casucha en medio de la nada. Y si no te gusta con quien te casaste habértelo pensado antes de meterte en mi cama.

Por suerte para todos el carruaje por fin llegó a su destino, pues la conversación (o más bien la discusión) cada vez se estaba calentando más.

─Vamos cariño, entremos en casa ─dijo lady Milford bajando del carruaje y cogiendo a su hija del brazo, mientras Emily no paraba de llorar, pues nunca había visto a su padre tan enfadado ni lo había escuchado decir cosas tan hirientes a ella y a su madre.

─Avisa al servicio de que no me esperen, pasaré la noche fuera ─se despidió el marqués cerrando la portezuela del carruaje y pidiendo al cochero que se pusiera en marcha, ya que no quería entrar en casa y arriesgarse a seguir con la discusión, pues su enfado había llegado a tal límite que estaba a punto de perder el control, y eso que ni se imaginaba lo que los Dudley sospechaban.

Lady Carrington y Phoebe fueron prácticamente las últimas en abandonar la casa de los Dudley, pues el único que quedaba era lord Stanford, al cual Trevor había pedido que se quedara un poco más porque tenía que hablar con él, sobre un asunto importante.

─Ha sido una velada estupenda y hemos disfrutado mucho ─dijo lady Carrington.

─Muchas gracias, me alegro de que hayan disfrutado de la velada ─contestó lady Dudley─. Por cierto, querida, déjame que vuelva a felicitarte por tu interpretación al piano. Ha sido un verdadero placer escucharte y espero poder volver a hacerlo pronto ─añadió dirigiéndose a Phoebe.

─Es usted sumamente amable y por supuesto que estaré encantada de tocar para usted cuando quiera, aunque he visto que ya tiene usted en casa un estupendo pianista difícil de superar.

─Agradezco mucho sus palabras, pero no se quite usted méritos, señorita Thompson —dijo Trevor al escuchar a Phoebe.

Tras la despedida y el intercambio de halagos, Trevor acompañó a las dos hasta su carruaje. Tras ofrecerle la mano a lady Carrington, para ayudarla a subir, llegó el momento de coger la mano de Phoebe, pero esta vez fue distinto, pues Trevor aprovechó el momento para acariciarle suavemente los dedos.

─Tiene usted unos dedos mágicos, Phoebe ─le dijo bajito y mirándola fijamente a los ojos─. Estoy deseando hacerme con una partitura para cuatro manos y tener el placer de tocar con usted.

Phoebe no sabía que decir, lo único que sabía es que aquella caricia y palabras hacían que sintiera un hormigueo por todo su cuerpo y que era una suerte que prácticamente no hubiera luz, porque por el calor que sentía en las mejillas era evidente que tenía que estar ruborizada hasta las cejas.

─Permítame que las invite a usted y a Clarisse a venir mañana a tomar él té. Bueno, si tienen algún compromiso y no pueden mañana vengan pasado mañana. Me encantaría enseñarle mis partituras y que tocáramos algo. Y por supuesto me encantaría que me hablara de quien le enseñó a tocar así. Sinceramente, me ha dejado muy intrigado el tema de que usted toque tan bien y diga que nunca llegó a ser tan buena como la señora… ¿Cómo dijo que se llamaba?

─Pleyel. Me enseñó a tocar la señora Pleyel ─contestó Phoebe empezando a subir al carruaje.

─Pleyel… Pleyel… Espere un momento, ¿esa señora Pleyel no tendrá nada que ver con Pleyel el compositor y fabricante de pianos?, ¿no?

─Puede ser ─contestó Phoebe sonriendo y se sentó en el carruaje.

─¿Qué? Ahora sí que me lo tiene que contar todo. Dígame, ¿vendrán a tomar él té mañana?

─Por supuesto que vendremos, créame que yo también estoy intrigada por esa señora y estoy deseando escucharlos tocar a los dos otra vez, así que será un placer aceptar su invitación ─contestó de improviso lady Carrington, la cual había estado escuchando toda la conversación.

─Perfecto, entonces las esperamos mañana por la tarde ─añadió Trevor antes de cerrar la puerta del carruaje y dar la señal para que el cochero iniciara la marcha.

Tras despedirlas, Trevor entro de nuevo en su casa y se dirigió a la sala donde su madre y Stanford lo esperaban.

─Si nos disculpa madre, nosotros nos vamos al despacho para hablar en privado con lord Stanford.

─Por supuesto, hijo. Yo voy a retirarme ya ─contestó lady Dudley─. Lord Stanford, ha sido un placer tenerlo en nuestra casa.

─El placer ha sido mío y estoy deseando que llegue el fin de semana para volver a coincidir con usted, lady Dudley.

─Bueno, cuéntame de que quieres hablar. Por tu expresión me temo que se trata de algo importante ─dijo Stanford una vez estuvieron en el despacho.

─Siéntese mientras sirvo un par de copas ¿Coñac o whisky?

─Coñac.

Trevor sirvió un par de copas y tras ofrecerle una a Stanford se sentó en el sillón que había enfrente de este.

─¿Y bien? ¿De qué se trata?

─Dígame ¿Qué opinión tiene de Milford?

─¿Todo este secretismo y misterio para preguntarme mi opinión sobre Milford? Ve directo al grano muchacho, ya te dije que lo tuyo no es irte por las ramas, así que ya me estás contando que es lo que está pasando y qué es exactamente lo que quieres saber de él y por qué.

─Está bien… A ver… lo que quiero saber es si cree que Milford puede ser un pedófilo sodomita.

─¡Por todos los santos! Casi consigues que me atragante, he estado a punto de echar todo el coñac por la nariz. Esta vez te has pasado de directo, hijo ─dijo Stanford, cuando acabó de toser─. La verdad es que esa clase de gente no suele ir con un cartel colgando y yo no me codeo mucho con los Milford, nunca han sido mucho de mi agrado. Lo único que puedo decirte es que no es asiduo a los burdeles, ni se le conocen vicios públicamente. Que yo sepa tampoco ha tenido una aventura con ninguna viuda o dama casada de la alta sociedad y eso que es evidente, por sus miraditas (que no son precisamente de amor), que no son un matrimonio bien avenido. Sinceramente, eso es algo que siempre me ha parecido extraño, aunque quizás sea impotente, o quizás sea un desviado o, como sospechas, algo mucho peor. Lo que no creo es que sea un monje. De todas formas lo que está claro es que si me haces esa pregunta es porque tú sabes algo que yo no sé y que será mejor que me cuentes. Recuerda que ahora yo también estoy metido en lo de los niños y me estoy jugando mucho indagando por los burdeles y con borrachos dando a entender que estoy interesado en … Me pongo enfermo nada más que de pensarlo. Este es un tema muy delicado y si hablo con la persona equivocada pueden acabar con la poca reputación que me queda, así que quiero que me cuentes todo con pelos y señales.
─Tiene usted razón, debería haber empezado explicándole todo lo sucedido. Le aseguro que todos sabemos el riesgo que corre al ayudarnos y no era mi intención ocultarle nada, pensaba visitarlo mañana para ponerlo al día, pero dadas mis sospechas he preferido hablar con usted hoy mismo.

─Te escucho.

Trevor empezó explicándole lo del asalto al burdel donde estaban los niños, su rescate y lo de los hombres que aparecieron.

─Pues bien, la cosa no salió como se esperaba. Para empezar, cuando los hombres de Tyler estaban en plena faena, de repente aparecieron unos hombres armados con los que nadie contaba y la cosa se complicó bastante.

─¿Y quiénes eran esos tipos?

─La verdad es que no tenemos ni idea de quienes eran, pero lo que está claro es que no eran unos simples clientes. Por lo visto iban armados hasta los dientes y eran gente peligrosa, creemos que la gente que se encargaba de aquel antro no trabajaba sola y que detrás hay gente importante y muy bien organizada, incluso pensamos que esa gente puede estar relacionada con el tema de la subasta. En la trifulca algunos de los hombres de Tyler resultaron heridos, aunque por suerte no hemos tenido que lamentar bajas y todos están fuera de peligro, pero por desgracia uno de esos tipos logró escapar con vida y no sabemos hasta que punto ese tipo sería capaz de identificar a los hombres de Tyler. Eso sin contar con que ahora el que está detrás de todo esto está sobre aviso. Hasta ahora nunca se habían dejado testigos y siempre se simulaba un incendio fortuito. Nadie le presta atención a ese tipo de accidentes, no son noticia ni se suelen investigar, así que ni siquiera los asiduos a ese tipo de antros se enteran de que entre las víctimas de esos incendios nunca hay niños. Es evidente que para todo el que se mueva en ese mundo empezaba a ser sospechoso, tanto accidente y cada vez se esconden más, pero hasta ahora todo podía ser obra de alguien que quería limpiar la ciudad. Ahora hay un testigo de que el causante de esos accidentes no es un loco solitario, sino un grupo bien organizado cuya intención es salvar a los niños y eso es algo que nos complica mucho las cosas y nos pone a todos en peligro. Por supuesto, a los hombres de Tyler que pueden ser reconocidos se les ha dicho que de momento no pueden dejarse ver ni ponerse en contacto con los demás. Todos debemos ir con pies de plomo y extremar todas las precauciones, nadie sabe quien puede estar detrás de esos hombres y ahora estamos en igualdad de condiciones, nosotros los buscamos a ellos y ellos a nosotros.

─Valla. Eso son muy malas noticias, pero sinceramente no veo que tiene que ver Milford en todo esto, ¿acaso sospechas que él es el que está detrás de esos tipos? ─preguntó Stanford, que seguía sin ver la conexión.

─Pues si le digo la verdad, ni se me había pasado por la cabeza esa posibilidad, pero ahora que lo dice…

─A ver, hijo. Si tú sospechas no son esas, ¿a qué viene preguntarme si creo que es un pedófilo sodomita? De verdad que no entiendo nada.

─Si, bueno… El caso es que aún no he llegado a ese punto ─contestó Trevor y empezó a contarle lo de Comadreja y como lo habían encontrado.

─¡Por todos los santos! ¿Y qué ha sido de ese crío?, ¿cómo está?, ¿sobrevivirá? Dios, pobre criatura…

─Por suerte está fuera de peligro y se está recuperando bastante rápido, aunque necesitará tiempo para sanar del todo. Ahora mismo debe de estar plácidamente dormido en mi antigua habitación.

─¿Quieres decir que está aquí en tu propia casa?

─Si, exactamente en el antiguo cuarto de los niños y tratado como si fuera el rey de la casa ─dijo Trevor sonriendo─. En cuanto vimos el estado del niño se hizo evidente que no podía viajar y que necesitaba un médico urgentemente. Créame que el estado del crío era lamentable, aparte de las múltiples heridas el crío estaba totalmente inconsciente y ardía de fiebre. Puesto que no podía viajar, Higgins decidió que se quedaría con él en casa de Tyler. Por supuesto se llamó a un médico y se le dieron los mejores cuidados hasta que el médico consideró que estaba fuera de peligro y pudimos trasladarlo aquí. Se quedará con nosotros hasta que sane lo suficiente y cuando nos vayamos a Gloucestershire lo llevaremos a Paradise House con Tyler. Bueno, vallamos a lo importante. Según nos contó una de las niñas, el pequeño mordió la mano de su agresor hasta el punto de casi arrancarle el trozo y ese fue el motivo de la paliza. Según la niña se trataba de un hombre de muy buena posición por sus ropas y forma de hablar, aunque por desgracia no pudo darnos más datos. Así que la única pista que tenemos de a quien buscamos es que se trata de un hombre de buena posición con una mano herida.

─¡Hijo de Satanás! Ahora entiendo tus sospechas. La mano herida de Milford, la historia que ha contado su esposa. Todo encaja demasiado bien para ser una simple casualidad. Sinceramente, os admiro por el gran dominio que tenéis de vuestras emociones, hay que tener unos nervios de acero y un gran temple para actuar con tanta naturalidad sabiendo lo que sabíais y teniendo esas sospechas. Yo no creo que hubiera sido capaz de controlarme.

─Pues ahora lo sabe y tiene que ser capaz de hacerlo. Este es un tema sumamente delicado y es de suma importancia estar absolutamente seguros de que el marqués es la persona que buscamos antes de hacer nada. Dada su posición no podemos lanzarnos sobre él así como así. Por muy evidentes que nos parezcan las pruebas no son suficientes y existe la remota (aunque muy poco probable) posibilidad de que se trate de una desafortunada e inoportuna casualidad y que sea inocente. De momento, mientras nosotros hablamos, Higgins ha ido a informar al hombre de confianza de Tyler para que le pongan vigilancia las veinticuatro horas del día y conocer todos sus movimientos. Nosotros aprovecharemos el fin de semana para acercarnos a los Milford y ver si nos enteramos de algo más que pueda ser de ayuda. Naturalmente con la máxima discreción y sin demostrar que tenemos la más mínima sospecha sobre él. Y por supuesto, tanto los hombres de Tyler como nosotros estaremos sumamente atentos por si vemos a otro caballero con la mano herida.

─Entiendo todo lo que dices que tratándose de un marqués hay que estar absolutamente seguro de que es el culpable, pero lo que no entiendo es porque si el niño está con vosotros no le preguntáis a él. Estoy seguro de que si lo ve sabrá sin dudas si es el desgraciado que lo atacó.

─Tiene toda la razón y estoy totalmente de acuerdo en que el niño es el único que puede identificarlo a ciencia cierta, pero el problema es que de momento no podemos utilizar al niño. Para empezar el niño aún no puede levantarse de la cama (salvo para hacer sus necesidades y con mucho cuidado y ayuda), así que tendríamos que llevar al marqués a la habitación, algo que por supuesto es totalmente inviable. Eso sin contar con que el pequeño está aterrorizado. De momento solo se siente seguro y confía plenamente en Higgins, por suerte a mi madre, a mí y a nuestro joven lacayo Thimoty (que es el que está con el niño la mayor parte del día) ya nos va cogiendo confianza y empieza a sentirse seguro con nosotros, pero solo porque Higgins le dice que somos de confianza y porque sabe que él está en la casa y que acudirá en cuanto lo llame. Exponerlo a su agresor podría ser muy traumático para él, y hacer que retrocedamos en todos nuestros avances, así que únicamente lo usaremos si es imprescindible y si consideramos que el niño está preparado, por lo que de momento tenemos que seguir investigando a Milford.  Y si es el culpable lo pagará aunque tengamos que esperar.

─Entiendo y te doy la razón, tal como dices de momento, es imposible utilizar al crío para identificar a su agresor. Por cierto, supongo que sois conscientes de que si el niño se ha encariñado tanto con Higgins, en tan poco tiempo y confía tanto en él, vais a tener un serio problema el día que lo separéis de él. Si ese niño se ha criado en la calle o en un orfanato, Higgins debe ser la primera persona que le ha mostrado cariño y protección en su vida y si se siente abandonado o traicionado por él, lo destrozará.

─Lo sé y lo que más me temo es que Higgins también se ha encariñado enormemente con él. Ese pequeño le ha robado el corazón (aunque la verdad es que eso lo ha hecho con todos), en cuanto los ves juntos ves el gran vínculo que se ha formado entre ellos en apenas unos días. Conozco perfectamente a Higgins y sé lo comprensivo y cariñoso que es con los niños, pero con este es especial. Creo que cuando llegue la hora de separarlos no va a ser fácil para ninguno de los dos. De todas formas ya pensaremos en eso, cuando llegue el momento. Paradise es un sitio estupendo y todos los niños acaban viendo a Tyler como su padre y protector. Paradise no es un orfanato, es una gran familia.

Trevor y Stanford siguieron conversando de Tyler y de Paradise House (pues era un tema por el que Stanford mostró un gran interés), hasta que a altas horas de la noche decidieron despedirse.

ARRIESGARSE A AMAR  ( Borrador Sin Corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora