CAP 14 (PARTE 1)

13 5 3
                                    

    WELCOME TO THE PLEASURE   PARADISE.
  CHICAS AL PODER.


En algún momento, de alguna forma, terminé allí.
Con la cara pegajosa por las lágrimas que cesaron poco a poco, abrazando mis piernas contra mi pecho, sentada en el suelo de la habitación de Even, con la espalda recargada en su cama, mientras, más allá de la puerta corrediza que daba a su balcón, estaba él sentado sobre el muro.

Habían pasado aproximadamente cincuenta minutos desde el incidente anterior, cincuenta minutos en los que estuve llorando desconsoladamente en el pecho de Even mientras sus brazos me rodeaban. Pudiese decir, que cuando mi cuerpo pareció quedarse sin la posibilidad de procrear más líquido lagrimal, y finalmente rompimos lazos corporales, una incómoda atmósfera nos envolvió, sin embargo, no fue así, porque no podía sentir tales cosas en aquellos momentos, no procesaba muy bien nada de todo lo sucedido ese día desde mi despertar, desde mi horrible pesadilla, hasta mi horrible realidad. La vida parecía estar entrenando boxeo mientras me usaba como su saco de prácticas, y a medida que golpes venían, una parte de mí se abollaba, moldeándose a su puño, pero continuaba sin esperar el próximo tiro.

A parte de esos cincuenta minutos de total desahogo corporal, una media hora se había extendido por nosotros en tanto yo me mantenía allí sentada pensando en ni siquiera yo sabía qué, y Even estaba jugando a ser Even en el balcón.  Media hora en la que cabe destacar, que aunque mi cuerpo no soltara lágrimas como hacía unos minutos atrás, mi mente era algo incluso más complicado que la política en aquel momento. Mi garganta estaba cerrada y dolía tanto que me creía incapaz de emitir sonido alguno bajo el uso de mis cuerdas vocales, mis ojos estaban achinados, hinchados, palpitantes, y rojos ardiendo desconsoladamente, mi respiración ardía y mi nariz tupida en su interior me dificultaba aún más el trabajo de respirar, mis cachetes se sentían asquerosos de tanta sal disuelta en ellos, y mis piernas bajo la protección de mis brazos, temblaban por motivos que aún trataba de encontrar. Podía ser producto del frío aire que entraba por la puerta abierta del balcón y me estremecía de manera poco agradable la piel. Podía ser por mi miedo acerca de todo lo que mi vida era entonces. Podía ser el reproducir en mi cabeza la horrorosa imagen en la que entraba a la habitación de Kendrik una y otra vez. Osimplemente, podía tratarse de que me sentía demasiado débil como para mantenerlas firmes.

Las pisadas descalzas de Even, que, aunque llegaban a mis oídos no captaban mi vista perdida en algún lugar fijo del suelo, se hicieron más cercanas hasta entorpecer mi atención visual, posicionándose frente a mi cuerpo, pero de pie, viéndose tan grande como nunca desde mi gacho lugar, o quizás, solo era yo sintiéndome tan pequeña.

Él se sentó a mi lado, justo en el piso, con una pierna estirada y la otra flexionada reposando su brazo sobre la misma. 

-¿Por qué tuve que entrar a tu habitación esa noche?- mis palabras, dolorosas tanto metafórica como literalmente, sonaban casi en un murmullo de lamentación.

Even se mantuvo adentrado en su espeso silencio, hasta que finalmente decidió hablar.

-¿No crees que has sufrido demasiado por una noche?- preguntó con su voz tan seria como si no ocultara expresión tras sus palabras.

-Creo que he sufrido demasiado desde que llegué aquí- fue la respuesta que pude dar como me lo permitieron mis cuerdas vocales, respirando profundamente y cada vez con más dificultad por la tupición.

Él se paró, y al parecer esperaba que lo mirara, porque se quedó unos cortos segundos allí inmóvil, hasta que, dado por vencido debido a que mi vista se mantenía fija aún en ese invisible punto en el suelo, caminó hacia algún lugar que no pude descifrar por mi falta de atención hacia su persona, y volvió a posicionarse frente a mi cuerpo.
Todo lo que mis ojos alcanzaban a ver eran sus pies descalzos y partes bajas de sus piernas. Se mantuvo allí, fijo, y podía jurar que se quedaría allí toda la noche de no ser porque mi vista se levantó hasta llegar a su rostro, a sus ojos expectantes. Me detuve en su mano, justo allí donde yacía una elegante botella con algún tipo de bebida color ámbar que no podía descifrar. Lo miré extrañada sin entender lo que hacía, y en respuesta se volvió a sentar a mi lado, esta vez con ambas piernas estiradas y cruzadas una sobre la otra.

CLASSIC ×(Donde la oscuridad no conoce límites)×Where stories live. Discover now