VII

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Rodrigo me había dejado confundida. No pensé que me diría eso, mucho menos en un lugar así. Cómo es que sentía algo por mi teniendo apenas un par de semanas conociéndonos. Definitivamente yo lo veía como un amigo.

Estaba dispuesta a regresar con mis amigos pero cuando me estaba abriendo paso entre la multitud vi a mi derecha un ventanal que daba al jardín solitario de casa de Tomas, justo lo que necesitaba. En el instante en el que salí sentí frío en mis brazos desnudos pues no pensé que necesitaría una chaqueta con la temperatura que se tenía ahí dentro en la pista de baile. Me senté sobre el pasto viendo hacia el tranquilo mar. El único sonido era el del viento golpeando las hojas de los árboles, hasta que escuche pasos sobre el pasto. Giré mi cabeza encontrándome con esa mirada profunda de Gavi. Agradecí porque no fuera un adolescentes con mucho alcohol en su cuerpo.

—¿Que haces aquí?— pregunto sentándose a un lado de mi.

—Necesitaba aire fresco.

—¿No te gustan las fiestas?

Negué con la cabeza.

—Salgamos de aquí— se levantó de un salto extendiéndome la mano.

Lo vi confundida ladeando la cabeza. Rodeo los ojos riendo y solo tomo mi mano para atráeme hacia el. Al estar parada a un lado de él me quede viendo detalladamente sus ojos castaños los cuales estaban alumbrados por las leves luces que llegaban desde la casa. El se dio cuenta de la intensidad con la que lo veía y esbozó una sonrisa coqueta que si no fuera por la necesidad de luz el estaría riéndose de mis mejillas rojas.

—¿Donde planeas ir?— ladee mi cabeza curiosa.

Encogió sus hombros dándose media vuelta para empezar a caminar sin soltar mi mano. Nos escabullimos por la puerta del patio que daba salida hacia el frente de la casa.

—Pablo, ya dime a donde vamos.

—Tengo antojo de hamburguesa— de su bolsillo saco las llaves de un auto.

Pensé que era su auto, hasta que nos acercamos a un auto casualmente muy parecido al de mi mejor amigo.

—Nos va a odiar— voltee a verlo nerviosa.

Pedri tenía el hábito de no dejar que nadie manejara su auto si no es el. Se molestaría y cuando esta molesto yo me molesto y no quiero molestarme con el por estar molesto, que dilema.

—Vamos a McDonalds y regresamos antes de que se dé cuenta— sonrió restándole importancia.

—Quien tenga miedo a morir que no nazca ¿cierto?— me miro confundido —lo dijo el mismísimo Bad bunny.

Menos de media hora ya estábamos sentados en el McDonald esperando por nuestra comida. Me reí viendo como en plena noche Gavi se había puesto los lentes de sol y una hoddie para que no lo reconocieran, ni siquiera había tantas personas.

—Estás imponiendo moda, eh— lo moleste.

Se quito los lentes oscuros dejándome ver sus ojos marrones, tengo que admitir que su mirada me pone nerviosa.

—Tienes razón no es para tanto, es solo que eso de que me pidan fotos... aún no me acostumbro.

—¿No te gusta eso de ser famoso?

—Tiene sus desventajas— jugó con sus dedos sobre la mesa —tienes mucha presión, no puedes cometer errores. Mi vida se volvió pública tan rápido, dejando que las demás personas opinaran sobre mi.

—¿Por qué lo dices?

—Se olvidan que también somos humanos, piensan que nos conocen cuando no están ni cerca.

—En eso te entiendo— puse mi mano sobre la suya calmando sus nervios.

Me regalo una sonrisa entrelazando sus dedos con los míos. Su mirada chocó con la mía y sentí como nos acercábamos el uno al otro como si fuéramos imanes. Juraría que mi corazón se quería salir cuando sentí nuestras respiraciones chocar. Sus labios chocaron con los míos, estaba tan nerviosa que me quedaba estática viendo cada movimiento que hacía, por más mínimo que fuera. Desafortunada o milagrosamente nos separamos bruscamente al sentir que llegó la chica que trabajaba en McDonald con una bandeja que tenía nuestro pedido, la puso en la mesa y pensamos que se iría después de eso, pero se quedo viendo a Gavi sonrojada cuando le dijo "gracias".

¿Esto era real? Voltee a ver su reacción, fue entonces cuando sintió que tenía la mirada puesta en el. El se movió incómodo en su sitio, seguramente esperando a que mágicamente salgamos de este momento incómodo. Me quede viendo a la chica con una sonrisa apretada esperando dos cosas; que le pidiera a Gavi una foto o que saliera del transe y se fuera.

¿Me molesto que cagara nuestro momento? Pues...

Obvio que si, ibas a besar a Gavi. A ti te gusta Gavi.

No es verdad, maldita conciencia.

—Si necesitéis algo más me pueden avisar— después de decir esto de fue casi corriendo para que no viéramos como sus mejillas se enrojecían. No la culpo porque fácilmente sería yo.

Mis ojos estaban puestos en los de Gavi, nos quedamos viendo por un minuto asimilando lo que había pasado. ¿Me iba a besar? ¿Deberíamos hablar de eso? Pero claro como no soy buena estando en momentos serios una carcajada se escapo entre mis labios ganándome una mirada confundida de Gavi.

—Ya, lo siento— dije controlándome —No soy una persona que se controle en momentos así.

—Me gusta tu risa— dijo de lo más normal, como si no hubiera ocasionado una revolución en mi estómago.

Te gusta.

Claro que no, no me puede gustar alguien que apenas conozco.

—Me gustan las papas— me lleve un par de las papas que estaban en la charola a la boca.

Me miro indignado —Tenías que decirme un cumplido.

—Me gusta...— piensa ¿Por qué te gusta? ¿Me gusta? —Me gusta tu seguridad, en lo poco que te conozco puedo decir que eres una persona segura de si misma y es algo que me gustaría tener.

Me vio con una ceja levantada y una sonrisa entre labios. Estaba por decir alguna de sus frases.

—Te gustaría tener la seguridad que tengo o tenerme a mi, no me quedo muy en claro lo ultimo.

Chasquee mi lengua empujándolo hacia atrás. No iba a responder eso, claramente quería ambas.

El silencio fue suficiente para que el mismo se sospechara la respuesta.

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¡Al fin!

No es martes pero no me aguantaría las ganas de publicar.

Después de tantos días la inspiración llego y las palabras fluyeron como agua.

Hilo Rojo | Pablo GaviWhere stories live. Discover now