VEINTICINCO

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Para una persona como Hinata Hyuga había ciertas cosas que podía hacer sin sentir culpa. Siempre se ha considerado el eslabón más débil de la cadena alimenticia, una pequeña presa para un depredador demasiado grande. Que tarde o temprano sería devorada sin dejar nada de ella. Hinata creyó que algún día podría cambiar eso y ser alguien más fuerte y cambiar eso.

Estaba totalmente equivocada.

El chico que más amaba ahora era su depredador. Y uno demasiado fuerte si se lo preguntasen. Tan solo con tocar la marca de su cuello comprobaba la necesidad del chico que tenía sobre ella. Estaba asustada. Era una sensación de terror que recorría su joven cuerpo. Era una batalla en la que no podía enfrentarse, ya que ni siquiera sabía los motivos de su enemigo. ¿O si?

Aquella noche después de ser atacada por Naruto, Hinata no pudo cerrar sus ojos en toda la noche. En ocasiones activaba el byakugan para asegurar el perímetro y que nadie estuviese alrededor. Fue un alivio para ella saber que estaba a salvo en su casa. Por ahora.

Luego de aquello salió de su habitación como si nada la estuviese atormentando. Desayunó con su padre y con su hermana, incluso ayudó con pequeñas tareas. Mientras en su cabeza miles de cosas pasaban por ahí. Una de ellas era aquella marca que ardía en su cuello. Hinata sentía que tarde o temprano sería descubierta y severamente castigada por algo que ella jamás había hecho. Y eso la molestaba en cierta parte.

La azabache salió junto con su equipo a entrenar. Kurenai sensei les enseñaba lecciones básicas de rastreo aún en sus condiciones, así que el entrenamiento fue totalmente ligero. La líder del equipo mientras veía a sus alumnos realizar las indicaciones, observó a su única discípula con un comportamiento extraño. A lo lejos podía notarse como Hinata sin darse cuenta se cuidaba la espalada, esperando un ataque sorpresa.

Eso realmente inquietó un poco a su maestra, quien la quería como si fuese una hija. ¿Qué podría pasarle a la heredera del clan Hyuga?

Esperó mejor que su alumna se abriera y decidiera después que ella hablara primero.

Pasada la tarde la Hyuga caminaba directo a su hogar, pensando en las cosas ocurridas durante el día. Nada fuera de lo normal. Sus pensamientos fueron opacados al ver a Kakashi sensei con una pila enorme de documentos que cargaba sin ningún problema. Pudo seguir caminando e irse a su hogar, pero su corazón abnegado decidió ofrecerse a ayudarle, aunque no lo necesitase.

- Kakashi sensei- Saludó la Hyuga.

El maestro la saludó cordialmente, mientras dejaba en el suelo la pila que cargaba anteriormente.

- ¿Pasa algo Hinata?-

- No realmente Kakashi sensei. Solo que lo vi cargando todo eso y vine a ayudar-

Y como si le hubiesen contado un chiste, el mayor soltó una ligera risa. Hinata lo miró un poco confundida con su expresión.

- No te preocupes, yo puedo cargar esto solo sin ningún problema -

Eso ella lo sabía perfectamente. Por un momento se sintió tonta al ofrecerse, luego recordó porque lo hacía realmente. No importaba quien fuese, si ella podía ayudar lo haría. Y eso fue lo que le contestó a Kakashi. Este al verle le sugirió mejor que lo acompañase en cambio al lugar donde tenía que llevar los papeles. Fue un trato que a ella le pareció justo, y así ambos se fueron caminando hasta la torre hokage.

Hinata lo siguió donde una Shizune los esperaba algo atrofiada con mucho papeleo por hacer. Unos minutos más tarde, ambos ninjas se encontraban fuera para marcharse del lugar. Kakashi para conversar mencionó al rubio cabeza hueca de su estudiante, sabiendo que ella tenía sentimientos por él. Nada más hacerlo el rostro de Hinata cambió de color como un semáforo hasta un rojo brillante. A él le parecía divertido molestar a los más chicos, incluso era así con sus alumnos, a quienes no veía en un largo tiempo.

Obsesión - NaruhinaWhere stories live. Discover now