Capítulo 39 - CONTIGO HASTA EL FINAL

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          La rutina se instaló en las semanas que siguieron. La vuelta al trabajo de la redactora jefe absorbió prácticamente todas las horas diurnas, habidas y por haber, de Kara. Era como si CatCo no pudiera funcionar si ella no estaba presente y cuando llegaba a casa su teléfono móvil no paraba de sonar. El tiempo de calidad junto a Lena se redujo a unos pocos minutos antes de irse a dormir o justo al despertarse. Ni la supervelocidad era capaz de hacerle ganar algo más de tiempo con la mujer que amaba.

          Las jornadas eran infinitas y maratonianas. Cada mañana, Kara asistía a los juzgados con Nia, siguiendo de cerca el progreso del juicio y, por las tardes, se sentaban en la redacción para ir armando a cuatro manos el esqueleto del número especial sobre Edge. Cuando exhausta terminaba su jornada laboral y llegaba a casa, las llamadas relacionadas con su puesto de responsabilidad en CatCo se comían el tiempo restante.

           A decir verdad este ritmo frenético no era nuevo, lo había sido ya desde que aceptó el puesto. La diferencia ahora radicaba en el hecho de que había alguien más en su vida, Lena. Quería pasar tiempo con Lena mucho más de lo que quería medrar en la empresa. Fue entonces cuando comenzó el runrún de la incomodidad en su cabeza. Ese que le recordaba que no podría tenerlo todo.



           Había llegado toda su vida a una casa vacía, no debía haberla extrañado encontrarla así una noche tras otra, y sin embargo, lo hizo. El apartamento se sentía frío, casi invernal y poco acogedor. Cada noche, un escalofrío recorría su espalda y todo su cuerpo temblaba. El ruido de la puerta al cerrarse tras de sí retumbaba por las paredes haciendo eco a su paso, recordándole la ausencia y haciéndola más palpable. Lena nunca se había sentido así, más bien nunca se había permitido sentir así. El sentimiento de pertenencia, de necesitar a alguien, era sinónimo de debilidad. Su madrastra se lo había inculcado bien, un Luthor no necesitaba a nadie más que a sí mismo y ella había sido toda su vida una Luthor. Siguió a pies puntillas el manual, retorciendo su corazón hasta que éste dejó de sentir.

             El terapeuta que Kelly le había recomendado llevaba semanas trabajando en su actitud. Ella se había volcado de lleno, como siempre afrontaba cada reto, aunque los progresos se negaban a llegar. Dejar de tener el control era más fácil decirlo que aplicarlo. Al igual que era más sencillo alargar las jornadas en la Fundación en lugar de regresar a un apartamento vacío, para así llegar a casa casi al mismo tiempo en que lo hacía Kara. Simplemente porque reconocer que no tenía control sobre los horarios de la periodista le sacaba de sus casillas, casi tanto como admitir que se sentía sola entre aquellas cuatro paredes. ¿Cuándo se había vuelto ella tan dependiente? Junto a Kara se había sentido libre, había sido una válvula de escape para su alma y poco a poco había ido despresurizando el corsé del legado Luthor; concediéndose licencias antes impensables. Dejando a su corazón dictar las reglas y no cuestionarlo, ahora simplemente no podía volver a comprimirse entre los viejos muros que habían contenido su ser. No podía callarse y pretender que todo iba bien, porque no se sentía bien. Su corazón se había expandido y derramado por todas partes. Era imposible volver a contenerlo aunque lo hubiera querido, cosa que no era el caso.

            El otoño había dado paso al invierno, las horas de luz eran escasas y apenas brillaba el sol entre las nubes. El aire tenía un tinte melancólico y ciertamente aquella tarde lluviosa lo era. Lena dejó escapar un suspiro triste mientras miraba a través de la ventana. La ciudad, a sus pies, seguía con su ritmo, ajena a la pesadez de su alma. Se abrazó a sí misma encubriendo un escalofrío y se desplazó al sofá, envolviéndose en una manta a la espera de que llegara Kara. No tenía idea de cuándo regresaría, había sido escueta en su mensaje de texto: "No me esperes para cenar, llegaré tarde. Te quiero." Y allí estaba ella, esperando como tantas otras noches antes de esa. Encendió su tableta y se puso a leer uno de los numerosos informes que siempre tenía atrasados. El golpe que provocó la ventana al abrirse de par en par la sobresaltó. Kara aterrizó en el salón toda empapada y cerró la ventana tras ella.

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